Lifeforce, Fuerza Vital

Tobe Hooper siempre ha sido un director criticado, que se ha ganado muchos odios entre los fans del terror, y por diversos motivos. Unos critican su irregularidad, que le hacía entregar grandes títulos un año y productos olvidables el siguiente. Otros muchos un palpable deterioro de su inspiración, que le lleva a no conseguir acabar ninguna película digna de recuerdo desde finales de los ochenta. Pero la mayoría no le perdona por haber ridiculizado su primera y definitoria La matanza de Texas con su secuela doce años más tarde, en la que se huye de la seriedad de la seminal primera parte para ridiculizar todo horror presente con humor y música desenfadada.

Tanto si se concuerda como si no con esta visión de Hooper, la película que nos ocupa se rodó precisamente justo antes en ese lejano 1986, y qué sorpresa, también cosechó de todo menos unanimidad. Lifeforce, Fuerza Vital fue producida por el grupo Cannon, los estudios de los judíos Golan y Globus, expertos en entretenimiento rápido, barato y eficiente, que auspiciaron productos tan cutres pero entrañables en los 80 como las sagas de Delta Force y El guerrero americano, aparte de otros sueltos de la solera de Cobra o Contacto Sangriento. En esta ocasión se cuidaron más de lo habitual los valores de producción, y es que los efectos especiales de Lifeforce aguantan increíblemente bien el paso del tiempo, mejor que muchas otras películas de la época con más presupuesto detrás. El punto de partida era una novela de ciencia ficción del reputado escritor y filósofo británico Colin Wilson, novela que se intentó respetar al máximo. No en vano toda la acción en el planeta Tierra sucede en Londres, y el elenco de actores es británico, quitando los obligados astronautas encabezados por el gran Steve Railsback, favorito de quien escribe por sus papeles en Ed Gein o la inquietante película para la televisión Manson, retrato de un asesino. Junto a Railsback están otros veteranos de la interpretación que nunca defraudan, como el todavía no-leyenda Patrick Stewart, aquí aún muy lejos de su segunda juventud como el profesor Xavier de X-Men. La banda sonora corrió a cargo de Henry Mancini, compositor de nada menos que Desayuno con diamantes o La pantera rosa, y de quién se suelen esperar cosas muy meritorias.

¿Por qué entonces no es Lifeforce, Fuerza Vital una película colectivamente aclamada? Principalmente porque muchos ven en ella una mezcla de elementos que hace imposible tomar en serio la cinta. Vampiros del espacio, mujeres y hombres desnudos como parte central de la trama, telepatía, diálogo bizarro que se toma en serio, apocalipsis urbano, cuerpos explotando; son muchos los ingredientes de este cóctel no apto para quienes ven toda película con la misma seriedad. Para quien escribe, no obstante, constituye un ejemplo de cine honesto y bien equilibrado, en el que se suple sin grandilocuencia o grandes pretensiones una trama difícil de trasladar al cine.

Hay muchos aspectos destacables, pues. Para empezar el filme seduce en un comienzo desasosegante y bien ejecutado, gracias también a la imaginería en el interior de la apabullante nave alienígena, en que los efectos especiales le hacen a uno asentir en señal de aprobación. Se debe tener en cuenta que va a hacer treinta años de su estreno, y también lo modestos que fueron siempre los estudios Cannon Group.

Las previamente mencionadas interpretaciones tienen el sello de experimentados actores británicos, salidos del teatro de la isla, la mejor escuela jamás habida. No se ve ni rastro de esa necesidad actual de adecuarse a gustos adolescentes, y la ausencia de actores jóvenes es total. Se echa de menos, no obstante, algún papel femenino de mayor importancia, ya que la bella alienígena sufre algo el sexismo de la época, y pese a ser una pieza clave en la trama, se la recuerda mayormente por su escultural cuerpo paseándose por doquier. El diálogo en muchas partes tampoco ayuda a mucho más, ya que tiene líneas tales como ésta: “No se preocupe, una mujer desnuda no va a lograr salir de este complejo”.

No podía despedir esta reseña sin mencionar un aspecto que recordaba de pequeño, y que, nuevamente, me volvió a parecer lo mejor de la cinta ¿Qué decir de las explosiones corporales, tan espectacularmente rodadas, sin rastro de esos efectos generados por ordenador tan odiosos en el cine actual? Prueba de esto está en las películas del caza-vampiros Blade, donde se intenta, sin tanto éxito, incluir esta particular desintegración corporal de los vampiros.

En definitiva, Lifeforce, Fuerza Vital es una película que no hará daño ver de nuevo si se hace con la mente abierta, teniendo en cuenta el momento en que salió y quienes respaldaban el proyecto – que obviamente daban un barniz homogéneo a todos los productos de sus estudios -. Si además tienes predilección por el cine de los años ochenta y las meleés de géneros te parecen un acierto, multiplica las posibilidades de diversión por tres o por cuatro.
¡A disfrutar!