The Voices

La directora francesa de adopción e iraní de nacimiento, Marjane Satrapi se demostró como una excelente narradora de historias, adaptando a la gran pantalla sus populares novelas gráficas: primero en clave de animación en Persépolis; autoretrato de la rebeldía adolescente y canto a la libertad bajo la opresión del fundamentalismo islámico. Y después con personajes reales en la igualmente fantástica Pollo con ciruelas; una suerte de fábula adulta sobre el amor, la muerte y las cosas que hacen bella y dan sentido a la existencia. Satrapi hizo gala, en ambas ocasiones, de pulso para abordar con naturalidad y cariño circunstancias de gran dureza vital, de un exquisito sentido del humor y de una sensacional sensibilidad con respecto a la composición, el color y la belleza visual… faltaba ver qué tal se defendería lidiando con un guión de otro autor y The voices le ha brindado esa oportunidad: el resultado es tanto o más merecedor de aplauso que en sus anteriores cintas y vista exclusivamente en el terreno del cine de género, podemos afirmar que nos encontramos ante un título con vocación de clásico que sin duda formará parte de las listas de lo mejor de este 2015 que comienza.

La normalidad de Jerry (Ryan Reynolds) se sustenta exclusivamente gracias a su medicación. Cuando deja de tomarla su mente se separa paulatinamente de la realidad para aterrizar en un mundo mucho más sencillo y atractivo donde, acompañado de las voces de sus mascotas, la vida es más cómoda y asequible a su sensible y delicada personalidad. Su gato, el señor bigotes, le recuerda lo peligroso de su condición y lo artificial del mundo que se ha creado, mientras que su perro Bosco le anima a continuar en el deleite y le felicita por su nobleza. Aconsejado por ambas voces, decide pedir una cita a la chica de sus sueños: su compañera de trabajo Fiona (Gemma Arterton ), comenzando un peligroso brote de locura del que sólo será medianamente consciente su preocupada terapeuta (Jacki Weaver). Pronto comenzarán las muertes y Jerry tendrá que lidiar con su pasado, su cordura, sus víctimas y sus mascotas…

Si hace un par de años el director Franck Khalfoun colocaba la cámara en los ojos del protagonista de su film para hacer partícipe al espectador de su torturada existencia en el remake de Maniac, en esta ocasión Satrapi propone una inmersión total en su mente y no seremos partícipes de mundo real hasta bien entrados en el metraje: veremos colores saturados, números musicales , buen rollo, animales que hablan y belleza por todas partes… Es decir: veremos en mundo tal y como Jerry lo hace para después abandonarnos, de cuando en cuando, en la más desasosegante de las realidades. La directora logra así un relato poético a ratos, cómico en otros, fantástico y onírico pero no evita las aristas del dolor, la muerte, la tortura o la sangre dando como resultado una joya de singular (y dificilísimo) equilibrio y completamente atípica para lo que suele depararnos el cine comercial. La comparación con Maniac no es gratuita y aunque difiere mucho en intenciones y sensaciones con la cinta de Khalfoun, es con este título y con Parecía un hombre tranquilo (de Frank A. Cappello, 2007) con los que más fácilmente se puede emparentar esta película.

Firma el guión Michael R. Perry, curtido en series de televisión, y crea, en el personaje que interpreta Reynolds, uno de los asesinos más carismáticos y entrañables del terror reciente que toma como referente al Norman Bates de Psicosis. También firma un texto plagado de diálogos brillantes de esos que apetecen volver a revisar nada más terminar de verla por primera vez y que homenajea el cine de los 80.

El actor Ryan Reynolds borda su interpretación del apocado pero internamente efervescente Jerry y se nota que ha estudiado muy bien la gestualidad de Anthony Perkins para construir a su personajes. Casi omnipresente en la cinta, da voz también a los animales de compañía de nuestro sufrido protagonista. Le acompaña un reparto igual de acertado, con las populares Gemma Arterton y Anna Kendrick, en el que destaca la presencia de la veterana Jacki Weaver en un papel secundario que tiene uno de esos monólogos (en el último tercio de la historia) de los que sólo se dan gracias a la magia del cine y demuestran su madera de actriz.

Como podéis imaginaros no puedo por menos que recomendar esta extraña joya; es una montaña rusa de emociones que no pierde fuelle en ningún momento y que gustará a todo tipo de espectadores gracias a lo equilibrado de sus componentes. Una cinta menos inocente de lo que en apariencia se puede antojar que contiene humor negro y entretenimiento a raudales y que, como colofón final, contiene una secuencia de cierre que te deja sonriendo y aplaudiendo a pesar de lo amargo de su tramo final. Sobresaliente y primera candidata a lo mejor del 2015.