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El mapa del caos

Por fin la catártica culminación de la trilogía Victoriana

Reconozco que pocas veces he sentido una emoción tan inmensa como la que experimenté al conocer la noticia del lanzamiento de El mapa del Caos, tercera y última parte de la trilogía Victoriana o trilogía de H. G. Wells, extensa creación literaria presentada por una de las identidades más reconocidas y valoradas del panorama español actual, el escritor Sanluqueño Félix J. Palma. No en vano, un centenar de galardones, entre los que se encuentran el premio de novela Luis Berenguer o el Ateneo de Sevilla, avalan la brillante trayectoria de éste prolijo autor que cuenta en su haber con una nada desdeñable y sólida producción.

Como podrá deducirse a tenor del entusiasmo que derrochan las primeras palabras que encabezan esta review, me confieso ferviente admiradora de la consagrada obra de éste original mago de la palabra. Su primer volumen, El mapa del tiempo, podría calificarse perfectamente como un ejercicio de solvente entretenimiento con claros tintes de inspiración, tanto a nivel argumental como en el ámbito prosaico, en la novela La máquina del tiempo, obra del autor H. G Wells, principal referente y protagonista de cada una de las entregas que componen el elaborado esqueleto de este ambicioso proyecto. Sin embargo, pese al aireado renombre que para el autor supuso ésta primera introducción en el ámbito steampunk, una servidora reconoce no haberse sentido completamente seducida hasta haber completado la lectura de El mapa del cielo, título que da nombre al segundo volumen de éstas crónicas retrofuturistas traducidas en más de 30 países. Considero El mapa del cielo como una delicia ligera y sublime capaz de lograr que, a cada palabra, el lector se sienta hipnotizado, completamente rendido ante la sublimidad de su mimada conjunción lingüístico argumental, capturado al instante ante la verdadera pasión por el género destilada a lo largo de sus fabulosas 743 páginas. Lo que más sorprendida me dejó en su momento fue, sin duda, el feliz descubrimiento de un autor con esa tendencia tan natural al barroquismo verbal, todo un lujo en los difíciles tiempos que corren. Tres días, ese fue el periodo en que una servidora devoró éste impresionante, terrorífico, intenso e, incluso por momentos, romántico panegírico literario. Sí, definitivamente El mapa del cielo tiene un lugar preferente en el podio de mis títulos favoritos, habiéndose ganado por méritos propios un rinconcito privilegiado en mi personal ranking de obras tan indispensables como entrañables. Es por ello que cuando se hizo pública la noticia del último y esperado lanzamiento de Palma, por obra y gracia de la editorial Plaza & Janés, esta entusiasta seguidora se obcecó en tenerlo entre sus manos a toda costa. Felizmente, a día de hoy puedo afirmar, sin duda alguna, que El mapa del caos ha sido uno de los obsequios más especiales y esperados que he tenido la oportunidad de recibir.

De acuerdo que no me aventuraría a otorgarle el estatus de perfección que a su estupenda antecesora, en eso no voy a mentir, no obstante sí puedo afirmar que la novela constituye una culminación perfecta, extraordinaria, sorpresiva y casi podría decirse filosófica. ¿Y por qué perfecta? Pues porque El mapa del caos es mucho más que un correcto broche de cierre ramificado en inteligentes subtramas pobladas de ardides conclusivos brillantes a la par que aderezadas con un nivel prosaico eminentemente superior. ¿Por dónde empezar, sin revelar demasiado?, ésta es la historia de dos eminentes hombres de ciencia que luchan en pos de librar a la humanidad de su incierto destino; la revelación y el acercamiento cognitivo ante la percepción de las infinitas realidades posibles e inciertas que se abren a los caminos de la imaginación o, como diría el propio narrador que tan fielmente acompaña al lector a lo largo de las 704 páginas que componen este entramado de infinitos universos interconectados: “El verdadero tejido de la existencia, el último eslabón tras los niveles subatómicos más pequeños, es la imaginación. Y quien intenta comprender la magia, la destruye para siempre”. Y, precisamente, esa magia en estado puro es la que perdura a lo largo de esta fantástica y, por momentos, casi críptica aventura que, sobre todo hacia su tercio final, alcanza unas cotas resolutivas ciertamente complejas y caóticas, valga la redundancia. Un urdido rompecabezas donde la realidad es una fantasía constante y las fantasías pueden volverse realidad de un momento a otro. Reconozcámoslo, ¿puede existir, para cualquier bouquet literario que se precie, un plato más estelar que el de asistir a la posible, pero no segura, salvación del mundo, o de todos los mundos posibles, a manos de célebres personalidades como H.G Wells, Lewis Carroll o Sir Arthur Conan Doyle? Así mismo, si en la segunda entrega una invasión alienígena era la encargada de conquistar el corazón de una dama, en ésta ocasión el amor no ocupará un puesto menos importante, constituyendo el principal eslabón motivacional en ésta carrera a contrarreloj en pos de encontrar la salvación. Amor, ciencia, parapsicología y terror se dan la mano en éste definitivo colofón que, hasta el momento, ha cosechado positivas críticas por parte de reconocidos medios de prensa nacionales del corte de ABC, La vanguardia o El País.

Por supuesto, a modo de último y positivo apunte, convendría elogiar el magnífico trabajo de presentación a cargo de Penguin Random House, destacando en especial la acertada elección de la preciosa fotografía que engalana la sobrecubierta. De su parte menos positiva, sólo agregar que al texto no le hubiese venido mal una última revisión, pues es cierto que la descuidada incursión de erratas y ciertos fallos gramaticales y ortográficos logran emponzoñar ligeramente la lectura. Una verdadera lástima.

Y tras hacer balance y cuenta nueva de todos los puntos atrayentes y negativos que conforman el objeto de éste análisis, me sería imposible despedirme sin incitar a todo buen devorador literario que se precie a dejarse absorber por éste agujero de conejo multiversal, como sin duda nuestro buen amigo Lewis Carroll podría definir esta fantástica epopeya en la cual el arte de la imaginación constituye el mejor arma para evadir realidades que no han sucedido, pero que podrían suceder y que precisamente por eso son lo que vemos, o quizá no lo son. Se nota que llevo demasiado tiempo leyendo y divagando.


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