Blackwood

Hoy es turno de terror británico en su vertiente más clásica; pues Blackwood es una película de casas encantadas tan poco original como efectiva, pero presentada con una sobriedad y factura técnica tremendamente solvente. Un profesor de universidad (Ed Stoppard) se muda con su familia a una pequeña localidad para empezar una nueva vida y se alojan, como no puede ser de otra manera, en un precioso caserón situado en mitad de un bello y boscoso paraje. Pero nuestro protagonista no va a encontrar la vida tranquila que ansiaba pues es asaltado por extrañas visiones y está convencido de que otra moradora antigua de la casa trata que su desaparición no caiga en el olvido. Desgraciadamente es el único que siente estas señales que, para colmo de males, están minando su frágil cordura.

Apariciones, ruidos por los pasillos, sustos y pesadillas son los ingredientes que desestabilizarán la integridad de esta familia. El misterio irá aumentando paralelo a la desfragmentación de la imagen idílica del matrimonio Marshall que dista mucho de la feliz parejita con hijo de la presentación inicial. Lo que quiera que suceda en la casa va asociado a varios elementos cuyo significado desconocemos: un cuadro de la finca con una figura pintada en una ventana, un niño disfrazado con una máscara de búho, un extraño cuchillo, un reloj cuya llave para darle cuerda ha desaparecido… Y así un sin fin más de piezas inconexas que configuran un puzle que sólo se montará en sus minutos finales. Hasta que llegue ese momento, tendremos una película de terror moderado, con sustos escasos pero bien construidos y tensión dramática notable que se apoya gracias a las excelente interpretaciones de su reparto.

Pero pese a esa envoltura de cinta de horror clásico, llegado el momento de solucionar el enigma, Blackwood se guarda un giro que la aleja de la propuesta típica de la “ghost story” y la lleva a territorios más novedosos que, además, permiten un final más dinámico y emocionante (pero que nadie se espere algo frenético). Algo que te aleja de la sensación de haber pasado otra hora y media viendo más de lo mismo.

El director Adam Wimpenny, curtido en series británicas, aprueba con nota llevando la cinta lejos de las estridencias visuales, y envolviendo el producto con una excelente fotografía y una magnífica banda sonora. Desgraciadamente todos estas virtudes sólo podrán ser apreciadas por los amantes de éste tipo de formato, pues los demás seguramente se queden con la sensación de que el plato es un tanto soso… no fue mi caso y por ello espero que os animéis y deis una oportunidad a Blackwood si se os pone a tiro.