Spring

Teriantropía: capacidad de cambiar de forma de ser humano a animal y viciversa.

“Difícil”, esa es la palabra que se me vino a la mente antes de ver Spring. Es muy difícil acertar, sobre todo cuando uno tiene en mente una película que no se corresponde en absoluto con lo que está a punto de ver. Antes de Spring, la pareja de directores Justin Benson y Aaron Moorhead dirigieron Resolution, una película de muy bajo presupuesto que cosechó un relativo éxito y que fue considerada por parte de la prensa especializada como “obra de culto”. Personalmente Resolution me pareció sumamente decepcionante. Nunca llegué a conectar con la propuesta, y no porque no quisiera, sino porque en su momento me pareció difícil – casi imposible – encontrarle la gracia a la película; aunque siempre le vi mucho potencial. La gran diferencia es que con Spring ya iba mentalizado: no iba a ver una película de terror convencional, de hecho estaba convencido de que no iba a encontrarme con prácticamente nada de terror – como así fue –, pero a pesar de todo persistía una única cuestión en mi cabeza: ¿de qué huevos va todo esto?

Spring, efectivamente, no es una película de terror; ni tampoco un nuevo Possession, como su ambiguo tráiler daba a entender. La nueva incursión de Justin Benson y Aaron Moorhead es un drama romántico mitológico, de tintes lovecraftianos, que nos cuenta la historia de Evan (Lou Taylor Pucci), un joven al que la vida ha dejado tirado en mitad de una encrucijada y que, al no tener un futuro claro, decide marcharse a Italia con el objetivo, desesperado, de desaparecer. Allí conoce a una misteriosa joven italiana (Nadia Hilker), víctima de una maldición genética que la convierte en un monstruo milenario incontrolable. Evan se enamora perdídamente sin sospechar lo que le ha caído encima.

Lo que más me gustó de Spring es que la experiencia fue similar a visionar un “mito romano” sobre el amor, con ciertas reminiscencias a lo que pudimos ver en Siren, el debut de Jesse Peyronel, con la que guarda muchas correlaciones. Sin embargo Spring – no solamente igual de fantástica, sino muy superior a la mencionada Siren –, no deja de adolecer de esos clichés propios de este tipo de dramas románticos. Afortunadamente, la propuesta de Benson & Moorhead disfruta de una magia simbólica y un potencial visual, que la convierten en una historia de amor inolvidable y mítica. Una historia que, además, proporciona algunas reflexiones interesantes: el establecimiento del “amor”, en toda su generalidad, como algo tanto negativo como positivo; y que en el contexto de Spring se traduce en la asunción de un dilema que radica entre marcharse y garantizar la supervivencia, o quedarse y arriesgarse a morir. Un amor que tan pronto florece como se marchita, jugando en todo momento con la valentía de lo finito y la soledad de la inmortalidad – un homenaje al “mito vampírico”, pero con tentáculos –, con la empalagosa, aunque sabia, parábola final de que en la vida la llegada del amor sin fisuras es muy improbable, y que si tenemos la oportunidad, finalmente, de vivir un amor de ese tipo, no debemos dudar en experimentarlo hasta las últimas consecuencias. Y es precisamente por esa razón que me he decidido a darle una puntuación tan alta a Spring: al margen de conectar con la visión de sus directores, también pude intimar con Evan, el auténtico eje de la película y protagonista del dilema que os acabo de exponer. Entender sus decisiones es entender Spring. Ojalá pudiese haber dicho lo mismo de la insípida Byzantium… Ojalá.

Técnicamente los efectos especiales, aunque escasos, son extraordinarios, originales y brutales; constituyen, de hecho, el punto estimulante a tanto rollo romántico, y saben realzar de manera espléndida el también escaso aunque memorable terror que ofrece Spring. Los directores han sabido sacar un componente terrorífico a todo ese amplio espectro grecolatino del que hace gala la película, algo que rara vez se ha logrado conseguir en propuestas similares. Una pena que el terror, aunque destacable, sea también muy escaso. La idea daba para algo realmente apoteósico, por lo que comprendo perfectamente la disparidad de opiniones que puedan surgir con respecto a Spring. Francamente, es más que probable que si, personalmente, hubiese creído que se trataba de una película íntegramente de terror, ahora mismo esta reseña pocas cosas buenas hubiera destacado de Spring. En cualquier caso también creo que, en ocasiones, contenerse – ya sea por falta de presupuesto o por riesgo a caer en la falta de credibilidad – es mejor que regalar algo rotundamente disparatado. Otro punto que me satisface de Spring es que Benson y Moorehood han sabido mantener el alegato inicial que prometieron con Resolution, demostrando y puliendo esa original personalidad y no dejándose llevar por el poder atrayente del dinero – al contrario que otros directores como Ti West… –. Los planos siguen difuminados, experimentales, cuasi improvisados, con ese odioso movimiento de la cámara que, al fin y al cabo, no deja de recordarme que tan solo estamos hablamos de una segunda, aunque contundente, incursión. ¿Mejorable?, por supuesto, pero en la mejor de las direcciones; y con un potencial visual mucho mayor. Rezo por una tercera propuesta de este dúo de realizadores que, esperemos, mantenga la magia de Resoluton y Spring.

A nivel actoral Spring también cumple. Lou Taylor Pucci sorprende gratamente. Su actuación, gracias a Dios, no nos lleva por los derroteros del drama romántico fácil, proporcionándonos, en su lugar, buenas dosis de carisma y diálogos sutiles y elaborados. Y lo mismo digo de la atractiva Nadia Hilker, capaz de mantenernos obnubilados desde el mismo momento en que aparece en pantalla comiéndose un helado, hasta que se nos muestra convertida en un monstruo.

En conclusión, a pesar de sus defectos, Spring me ha maravillado. No como película de terror, pero sí como película fantástico-romántica. Una joya altamente recomendable. Muy buena.