Let us prey

La comisaria de una pequeña población se prepara para una noche cualquiera, patrullan las calles desiertas y vigilan al único recluso. Antes de la medianoche una de las agentes, una recién llegada, presencia un atropello y lleva al perpetrador hasta las celdas. Al poco, aparecerá el atropellado que resultará ser un misterioso hombre que conoce todos los secretos de los presos y los policías. Pronto, bajo la manipulación del extraño, la noche se tornará carmesí cuando los pecados de los presentes les obligan a sacar al monstruo que lleva dentro.

“Let us prey” es sin lugar a dudas una decepción, supongo que tanto para el espectador medio como para sus propios realizadores. Se adivina una intención interesante detrás de su equivoca parafernalia: la intención de narrar una historia de visos clásicos sobre la influencia que el pecado ejerce en los seres humanos, narrada desde una perspectiva cristiana pero haciendo uso del lenguaje del terror y el gore, esta última parte bastante favorecida en pantalla. Sin embargo, esta digna pretensión queda en entredicho a causa de unas actuaciones tanto o más lamentables que los personajes interpretados, y es que los pecados del guion, el cual merecería una visita de “6”, no se limitan a unos diálogos pretendidamente místicos – llenitos de citas bíblicas – sino que tampoco funciona a la hora de narrar la parte troncal de la trama. Resumiendo, en ningún momento parece que la película se dirija hacia un punto concreto, más allá de una sucesión de escenas truculentas faltas de cualquier justificación. Pecado doble cuando el núcleo de la historia es bastante simple, y hasta predecible, lo que daba para un desarrollo más profundo sobre todo en los caracteres, que para eso eran sólo ocho.

Tenemos un puñado de personajes, odiosos a más no poder, encerrados en la comisaria de un pueblo abandonado. Y esto es lo primero que nos choca: ¿dónde están los habitantes de la localidad? Cualquiera podría pensar que la ubicación representa una metáfora y el pueblo se convierte en una especie de purgatorio donde las almas de nuestros protagonistas esperan algún tipo de juicio. Bien, mera opinión del que suscribe, pero serán las conclusiones personales las que deberán hacerse con el mando del guión, pues éste en ningún momento decide aclarar las dudas o proponer discursos interesantes para despejarlas; nada malo de por sí, en caso de que la cinta animase al público a sacar sus propias conclusiones, aunque en la presente es difícil interesarse por un universo capitaneado por unos personajes estomagantes y superficiales como pocos.

Superada la consabida y tediosa introducción de los protagonistas, llenos de detalles que los marcan como predecible carne de cañón, a la comisaria llega un extraño, precedido de ominosas bandadas de cuervos, que se encargará de enfrentar unos con otros a los ocupantes de las dependencias, todos pecadores a los que el propio mal manipula. Así darán comienzo unas horas de supervivencia donde los pecados capitales hacen acto de presencia para acabar con sus perpetradores, a excepción de nuestra heroína de turno, como podíamos adivinar sin esforzarnos demasiado. Suena un poco a la reciente “The Traveler” con Val Kilmer, tiene otro poquito de “Asalto a la Comisaría del Distrito 13”, sentimos ecos de “El Caballero del Diablo” y “Feast”; en definitiva: a lo de siempre. Y mucho estilo hay que echarle a una película cuando transita por lugares comunes; no es el caso, pues “Le tus prey” se niega a desarrollar una trama profunda alrededor de su premisa, obviamente encorsetada, prefiere rellenar tiempo entre escenas de muertes macabras, pensando que eso es lo único que quiere el aficionado al género de terror. Así me cuesta justificar la película por su típico tramo final, lleno de una acción ramplona y rodada con poco pulso, o por su arranque, donde el debutante Brian O’Malley intenta cargar el metraje de misterio no muy bien entendido, aunque a su favor diré que ciertos planos, los correspondientes al pueblo abandonado, consiguen subir un poco las expectativas. Unas halagüeñas perspectivas que terminan por desmoronarse a medida que los actores abren la boca, por mucho que la música – de reminiscencias “carpenterianas” – y la esperpéntica violencia supongan pequeñas luminarias durante la hora y media de tedio y confusión general.

En el elenco sólo se salvan de la quema Pollyanna McIntosh y Liam Cunningham. A la primera la conocemos bien por su trabajo en “The Woman”, el cual está a años luz mientras interpreta a una nueva agente caída por casualidad en este “purgatorio”, ella lo intenta, pero no deja de transitar diálogos ridículos de dudosa credibilidad. Al otro lado, Cunningham, actor irlandés de temperamento que me gustó en “Dog Soldiers” y en “Centurión”, tiene quizás el papel más interesante y eso le salva de la quema. Aunque parece mentira que junto a estos dos tengamos a Douglas Russell (“Outpost: Rise of the Spetsnaz” y “Un lugar solitario para morir”), interpretando al sargento cabronazo católica al que se le va la olla del todo; y lo hace realmente mal, dejando por el barro a su personaje con una actuación poco creíble y exacerbada, ¡y encima cuando estaba escrito a su medida! El trabajo de Russell, junto el del resto de secundarios, termina por hundir el poco interés que tuviese el libreto de David Cairns, otro desconocido, llevándolo casi a los terrenos de la caspa. Resulta difícil suspender la razón frente a esta historia de demonios no invitados, médicos psicópatas, atormentados policías católicos homosexuales, cobardes compulsivos, pedófilos suicidas; es más, con semejante plantel resulta increíble ver como la película tira todas sus cartas al retrete tras la primera media hora.

En resumidas cuentas, “Let us prey” exhuma los peores defectos del cine de serie B ochentero, del que bebe en buena medida, arruinando el cuento de tintes cristianos acerca de la dimensión del pecado y la imposibilidad de salvación de una raza, la humana, revolcada en su propia degeneración. Quizás en otras manos expertas, recordemos que el equipo de la película no gozaba de mucha experiencia en general, esta historia hubiese podido tomar un rumbo más eficaz, sin embargo, ni siquiera la estética moderna y trepidante consigue ocultar la falta de rumbo que adopta cuando afronta su atropellado e inverosímil tramo final. Una pena, creo que se le podría haber sacado mucho más jugo, y pese a todo, no se convierte en el bodrio infumable que muchos dicen. Se puede ver, sí, pero a veces supone un suplicio aguantar diálogos llenos de clichés y encima sobreactuados. Esperemos que Irlanda vuelva con otra producción más en la vena de “Grabbers” que de “Let us prey”.