El Estigma del Mal

No voy a intentar resumir aquí el significado icónico del estudio británico “Hammer” para los aficionados al cine de terror. A estas alturas ya debería saberlo todo el mundo, hasta los primerizos. Lo que quizás no ha sido tan evidente es su resurrección, pues el estudio abandonó la producción cinematográfica bastantes años atrás para volver de entre los muertos en 2008. Y lo hizo con una película que no presagiaba nada bueno, “Beyond the Rave”, la cual sólo tenía de la clásica elegancia de la “Hammer” el uso de la figura del vampiro, aunque esta fue expuesta de manera bastante tosca. Sin embargo, los responsables de la compañía se pusieron manos a la obra, para resucitar algo de la mentada elegancia, y así se sacaron de la manga una nueva revisión de la historia de “La Mujer de Negro”, con Daniel Radcliffe, cosechando buenos resultados. Pero antes se estrenaba “Wake Wood”, en parte homenaje a “El Hombre de Mimbre” y en parte explotación del cine de brujería, que tanto éxito tuviese en Inglaterra durante las décadas de los sesenta y setenta. Además, llevaron a buen puerto un remake de “Déjame Entrar”, merecedor de críticas entusiastas y que parecía afianzar los ecos del pasado en cuanto a terror refinado. Así hasta llegar a “The Quiet Ones”, otro intento de retomar ese clasicismo que lleva tan lejos su propuesta como situar la trama en 1974, el año que marcó el final práctico de la productora. Por desgracia, terminó siendo otra cinta que no obtuvo los resultados esperados ni en crítica ni en taquilla, pero que, honestamente, merece ser tenida en cuanta aunque sólo sea por tratarse de cine de horror en sentido estricto. Sin embargo, no olvidemos que se trata de una coproducción con Estados Unidos, así que tened también presente su tendencia hacia la estridencia comercial y los giros argumentales manoseados.

“The Quiet Ones” difícilmente pasará a la historia como una película de guion profundo. Todo lo contrario, tal como se ve se olvida, claro que también permite pasar un buen rato siempre que seamos capaces de pasar por alto su típico desarrollo. Cine de terror, cine de sustos, pese a tratar temas psicológicos, poco de profunda tiene su propuesta. La historia nos sitúa en Oxford donde un profesor de psicología aplicada, Joseph Coupland, intenta curar a una chica esquizofrénica, Jane, con la ayuda de tres alumnos. Jane ha ido rodando entre distintos hogares de acogida pensando que estaba poseída por una especie de demonio, pero es el profesor Coupland quien quiere demostrar como los fenómenos paranormales, de los que va rodeada la presencia de su paciente, son sólo manifestaciones psíquicas. Quizás el personaje más importante sea Brian, no sólo por establecer un vínculo emocional con Jane, sino por encargarse de rodar el experimento, dando lugar al uso de las cintas que lo recogen. Ligeramente basada en hechos reales, las peripecias del profesor y sus estudiantes siguen la hoja de ruta del cine de posesiones, enfrentando la ciencia a lo sobrenatural para adquirir derroteros más fantasiosos durante su último tercio.

Debemos reconocer que “The Quiet Ones” se toma su tiempo para arrancar, pese a la levedad de sus personajes, ocupa mucho metraje en presentarlos sin revelar mucho sobre su pasado, pues este será, especialmente en el caso de Jane y Joseph, la herramienta para proporcionar un par de giros de la trama, los que constituyen la explicación de los eventos sucedidos. Sin entrar a destripar el rumbo final de la película, parece que el latiguillo “basada en hechos reales” vuelve a usarse con mucha ligereza y poco respeto hacia el espectador. Si la intención era hacer más aterradora la película, consiguen más bien constreñir la narración.

“The Quiet Ones”, en referencia al silencio que los miembros del experimento mantienen con respecto a éste, nos regala escenas efectistas que están muy bien situadas, con una interesante carga de tensión en su construcción, pero mal rodadas. Una de sus características principales es la mezcla de metraje cámara en mano, la crónica de los experimentos, con metraje al uso, dando pie a una cadencia muy agradable. Es decir, se toma su tiempo para ir desgranando la presión a la que someten a Jane, pues se supone que reuniendo toda su energía negativa podrían almacenarla lejos de ella y curarla, pero a pesar de hacerlo sin prisas, los cambios en el tipo de filmación ya suponen de por sí una dinámica muy entretenida. Otra cosa es que las escenas de pánico empiecen bien y acaben con ese molesto meneo de cámara que lejos de insinuar simplemente marea. Finalmente, cuando se revela el pastel de porque la paciente del profesor Coupland tiene esa capacidad para manipular con la mente objetos y energía, vuelve esa sensación de no haber visto nada nuevo bajo el sol, que suele estar asociada a la gran parte de producción fantástica actual. Probablemente, es cuando la película tenía que hacer interesante su propuesta de enfrentar a la ciencia a fenómenos de difícil explicación, que se echa en falta un mano firme con el guion, pues estando escrito entre tres jóvenes escritores parece que se pierde un poco el rumbo.

Con respecto a cómo se dibuja la acción no creo que podamos poner ninguna pega. La época está bien representada, aunque algunos momentos sugieren cierta artificialidad, y tanto la fotografía como la dirección corresponden a un estándar muy alto, el suficiente como para que la película tuviese una buena distribución a lo largo y ancho del planeta. Su director, John Pogue, demuestra saber mantener el estilo sobrio y afectado que tanto marco a la “Hammer”, con sólo “Quarentine 2” como experiencia previa luce una madurez desbordante, y pocas pegas podemos poner a su trabajo. Se nota que los castings también se realizaron con mimo, fieles a lo que sería una película de personajes pero con una decidida mirada puesta en taquilla. Así nos encontramos con Jared Harris (“Lincoln”, “Madmen”, “Resident Evil 2”, “Yo disparé a Andy Warhol”, etc), un todoterreno que supera con creces al resto del reducido reparto, todos muy jóvenes, y al que como único defecto le achacaría una pequeña dosis de sobreactuación, la cual resta enteros en las escenas de mayor tensión. A su lado, brillando con luz propia, Olivia Cooke (“Ouija”, “La Señal”) interpreta a Jane, el papel más complicado de la cinta, y lo hace aprobando con nota, a pesar de que, como les pasa a sus compañeros, le falta credibilidad… pero no era fácil calibrar dentro su rol el tormento, el peligro y la inocencia; lo hace con la suficiente energía como para que la conclusión rescate algo de capacidad de sorpresa.

Sin más, una película menor que podría haber corrido mejor suerte de haber tenido una dirección más clara en cuanto a su historia, pero que no deja de estar cuidada y de mostrarse respetuosa con el espíritu que hizo a la “Hammer” ser una leyenda. Podríamos haber exigido mayor velocidad, pero eso sería algo contradictorio a la fantasmagórica ambientación que se construye con absoluta dedicación por parte de sus responsables. Una pena que las escenas de terror acaben siendo bastante predecibles e inocuas. Probablemente eso la penó seriamente en su estreno, pues además de unas críticas tibias, no hizo mucha caja. Esperemos que la “Hammer” se recuperé de esta producción, y más de “La Mujer de Negro 2”, muchísimo inferior, para seguir ofreciendo productos clásicos, donde sus señas de identidad y valores se conviertan en su mayor atractivo.