Nocturnos

Dicen que las antologías de un sólo autor no funcionan en España, que el público demanda novelas, tochos de más de 500 páginas y que, en todo caso, una antología comunal te la editan para que la compren los familiares y amigos de los autores (los cuales habitualmente ni siquiera ven una copia por su esfuerzo). Claro que esta triste perspectiva volaría por los aires si los escritores españoles fueran capaces de sacarse de la manga colecciones como la que hoy nos ocupa: “Nocturnos”, probablemente una de las mejores antologías originales editadas en castellano de lo que va de siglo. Al menos en cuanto a horror sobrenatural se refiere. Lo curioso del asunto es que ha pasado desapercibida entre los aficionados no sé bien si por la fama de su autor, una carrera asociada a la novela negra de seriedad aplastante, o por la editorial que se ha hecho cargo de la obra, en este caso Tusquest, que no suele ser identificada por una bibliografía terrorífica. En mi caso, recomendarla fervientemente para este día del libro que ya nos abandona. Merece cada uno de los euros que vale, un valor seguro en cuanto a cantidad/calidad/precio.

John Connolly es un novelista irlandés que ha alcanzado la fama por su serie de novela negra sobre el detective Charlie Parker, que por cierto es todo un personaje. Así, en castellano es la prestigiosa casa Tusquets, con muy buena traducción, la que ha ido editando todos los tomos de la longeva serie, igualmente que el libro que hoy nos ocupa, obviamente fuera de lo que suelen ser las publicaciones habituales de la editorial catalana. Estas historias de Parker son obras oscuras que coquetean con el terror en algunos de sus pasajes, pero que, al fin y al cabo, tenemos que encuadrar claramente en el thriller policíaco.

Sin embargo, Connolly que es versátil como sólo un irlandés puede serlo, ha ido publicando a lo largo de su carrera distintas muestras cortas de horror que son las que se recopilan en “Nocturnos”, dándonos una visión amplia y profunda de las capacidades del creador de Charlie Parker. Diecinueve cuentos que van desde el terror psicológico experimental hasta los relatos de reminiscencias célticas pasando por una novela corta que recuerda al mejor Stephen King; y cuyos ingredientes incluyen humor cínico, acción a raudales, ecos lovecraftianos, unas gotas de sexo, sangre a raudales y todo lo que ha hecho grande al género de nuestros amores. Es decir, el terreno que pisamos en “Nocturnos” no va a sorprender a nadie. Quizás peque de poca originalidad en la idea base de los relatos, al completarlos nos daremos cuenta de la capacidad de su autor para manipular tópicos construyendo, con suma delicadeza, unas historias que van ganando a medida que se despliegan. Para expresarlo de otra forma, siendo muy consciente de la influencia de cada cuento, Connolly nos lo presenta de forma muy directa, haciéndonos creer que estamos ante más de lo mismo, para luego subvertir los principios que el mismo ha robado a escritores de la talla de M.R. James, Algernon Blackwood, Ambrose Bierce, Arthur Machen o, sin renunciar a parámetros más modernos, Clive Barker, Thomas Ligotti y Ray Bradbury. Tal vez llegados a este punto alguien tema que esta colección de cuentos adolezca de personalidad propia, pero todos y cada uno gozan de una mirada personal que se traduce en cierta obsesión de Connolly por la pérdida de la inocencia, amén de la clave del terror sobrenatural: el cambio traumático sufrido por sus personajes. No quiero olvidarme del humor que muchos cuentos desprenden, casi rozando lo satírico, no desmerece este tono irreverente en absoluto, reforzando la parte terrorífica de muchos de los cuentos… un éxito de equilibrio en cuanto a sus partes.

Entrando más en detalle, “Nocturnos” incluye cuentos como “El Vaquero del Cáncer Cabalga”, la citada novela corta en la vena del mejor Stephen King, que pide a gritos ser trasladada a la gran pantalla gracias a su trepidante ritmo cinematográfico y a su genuino villano. Más adelante encontramos “El Rey de los Elfos” y “La Nueva Hija”, donde se ahonda en esa visión macabra sobre la perdida de la inocencia, usando mitología céltica tan querida por su autor, para crear una atmosfera fantasmagórica a la altura de M.R. James. Claro que si de inocencia corrompida se trata tenemos al que quizás sea el mejor cuento de la antología: “Algunos niños se extravían por error” (publicado por nuestro antiguo colaborador Elniniodecristal aquí): un viaje al lado oscuro del mundo del circo, uno que rivaliza con el de la magnífica novela “El Circo de la Familia Pilo” de Will Elliot. Imposible perdérselo.

Pero si hablamos de la vena más humorística, cabe destacar “El Mono del Tintero” (puro Bierce) o “La señorita Froom, vampiro”; dos pequeñas bromas que esconden mucha mala leche entre sus líneas. Con respecto a Lovecraft, al que no se había referenciado de forma gratuita, tenemos un potente homenaje con “Profundidades verdes y oscuras”, de genial ambientación, y “El ritual de huesos”, donde además la crítica social expuesta provoca mucha mala gaita.

En definitiva, relatos más o menos largos, también me maravilla lo bien que Connolly se mueve entre diferentes longitudes con la misma elegancia, cuyo objetivo es hacernos pasar un buen rato sin rechazar la escritura mordaz y el escalofrío clásico. Use la figura del vampiro o del hombre lobo, ningún cuento parece relleno, pese a que algunos brillen rozando el diez, lo que no se puede decir de casi ninguna colección actual. Un escritor al que honestamente admiro y, tanto es así, he intentado homenajear en alguno de los cuento de mi última antología (Cuervología Nº 13).
Hacedme caso, echadle un vistazo y no os arrepentiréis: terror sobrenatural del bueno para la generación de los ochenta.

PUNTUACIÓN: 4/5

Diversión: 4
Terror: 5
Gore: 3
Originalidad: 3

EDICIÓN:

Páginas: 368
Formato: Rústica con solapas. Interior papel ahuesado (80gr.).
Fecha de publicación en castellano: 2013, Tusquets
Precio: 19€

Lo mejor: La calidad de una prosa que no se resiente por la variedad.

Lo peor: El defecto de cualquier antología, y es que ante relatos impresionantes, otros muy buenos empalidecen.