Sweet Home

Filmax, sin duda, es, para el fantástico nacional, uno de los mayores mecenas de este singular género. Pese a lo irregular de muchos de sus títulos, hay que reconocerle que la mayoría de sus productos gozan de un inmejorable look visual y sonoro. Sweet Home luce tan bien como cualquiera de sus mejores producciones; desgraciadamente su factura técnica no va acompañada de brillo en el resto de las características que conforman un largometraje. La conclusión es una cinta mediocre que, si bien entretiene, no pasará a los anales de género ni perdurará en nuestra memoria mucho después de sus títulos de crédito.

La idea de nuestra heroína, Alicia, de celebrar con su chico un cumpleaños low cost colándose en un edificio casi abandonado, se torna, para su desgracia, en pesadilla cuando son testigos del asesinato del último de los inquilinos del inmueble. Descubiertos por los asesinos a sueldo de una inmobiliaria, serán las presas de una cacería a muerte por una ratonera de la que es imposible salir.

La Comunidad, o REC, por mencionar títulos nacionales, son ejemplos claros del juego que da subir y bajar escaleras en un intento desesperado de escapar de la muerte. El joven director Rafa Martínez, que debuta en el largo, demuestra que ha visto mucho cine de consumo y que es capaz de emular-calcar las maneras del cine made in USA y adaptarlas al horror patrio como ya hicieron las cintas anteriormente mencionadas. Pero, desgraciadamente, Rafa aún no es ni Alex de la Iglesia ni Jaume Balagueró, y detrás su de construcción de planos y secuencias, formalmente impecable, se esconde un golpe carente de fuerza e intención; y es que Sweet Home es, pese a verse con facilidad, un ejercicio de cine mediocre cargado de tópicos y escenas mil veces vistas.

Existe cine donde la repetición de códigos y situaciones, no me preguntéis el porqué, no resulta molesto… Es más, hay muchas películas donde esta característica es todo un acierto, pero Sweet Home no puede incluirse en ninguna de las dos categorías anteriores: la obviedad que destila resulta enervante, cuanto menos, antes de llegar al ecuador de la cinta (sirva como ejemplo el momento Mc Gyber de Alicia – Ingrid García Jonsson – en el que juntar los dos extremos de un cable se transforma en una epopeya visual de comicidad involuntaria). Toda la odisea de la pareja protagonista se verá venir a poco que el espectador esté curtido en el cine de suspense. En esta cornucopia de tópicos tendremos de todo: teléfonos móviles que suenan en el peor de los momentos, asesinos que caminan a cámara lenta arrastrando hachas, criminales que se quitan la capucha que les da el anonimato sin venir a cuento, etc; todo ello tomándose siempre demasiado en serio como para que el espectador se lo pueda tomar más a broma.

Afortunadamente la violencia viene a salvar el producto y Rafa Martínez nos demuestra que también ha visto la última hornada del horror francés. Sin pasarse de rosca, la cinta ofrece sangre y muertes en abundancia. La aparición de un “limpiador” en escena y sus particulares métodos, animarán el cotarro lo justo para no llevarnos la sensación de haber perdido por completo el tiempo.

Rodada en inglés, para facilitar su distribución internacional, un doblaje demasiado artificial me impidió valorar en su justa medida las interpretaciones de sus protagonistas, aunque me aventuro a decir que, nuevamente, las interpretaciones son simplemente correctas y que se podría haber sacado más partido a la pareja protagonista en lo referente a química y gestualidad. Es una pena, pues se adivina talento tras la cámara, pero Sweet Home se aloja en la más meridiana de las mediocridades. Pese a que a los fans del género no les será incómoda de ver tampoco encuentro demasiados argumentos para recomendar su visionado (salvo que es cine español que y solemos tragarnos bazofias mucho peores sólo por venir de otros países). Como sea, y para concluir esta reseña, recomendar el visionado de una TV movie de Balagueró titulada Para entrar a vivir. Coincide en intenciones con Rafa Martínez, pero logra toda la claustrofobia que Sweet Home persigue constantemente sin alcanzar nunca.