The Human Centipede 3

En la prisión federal Geoge W. Bush, el alcalde Billy Boss está desesperado. Ni siquiera los abusos sexuales a los que somete a su secretaria terminan por relejarlo. El gobernador está de mal humor porque la penitenciaria es un agujero económico inasumible y amenaza con despedir a su director, Boss. Afortunadamente, su fiel contable ha tenido una brillante idea tras ver las películas de “The Human Centipede”: crear un ciempiés humano con todos los presos recluidos para ahorrar una perrillas al estado y, de paso, explorar los límites de la conciencia humana.

Si quedáis con buenos amigos, encendéis unos cigarros de la risa, sacáis el Jagermeister a pasear y os ponéis a decir burradas, sin mucho esfuerzo, probablemente podríais imaginar un guión para “The Human Centipede 3” varias veces superior al ideado por Tom Six. Así acaba, en principio, una de las sagas más controvertidas del género de terror moderno: sumida en la parodia más infecta que únicamente funciona si ponéis el cerebro a cero. Si buscáis la parodia chusca, y lo dice un aficionado a la comedia “barata” (pondré como tímido ejemplo “Casa de mi padre”), quizás encontréis una suma de absurdos que bien merezca cuatro carcajadas por las locuras expuestas. Si buscáis una continuación lógica a las dos partes previas, claramente defendidas por Almas Oscuras (ya no tanto por un servidor), os tiraréis de los pelos por la hora y media larga que habréis perdido. Emulando a Uwe Boll, Tom Six intenta darle la vuelta a la tortilla en cuanto a la controversia generada por su saga, y así hace suyo un nuevo lema que ridiculiza el de las anteriores películas: 100% políticamente incorrecta, frente a 100% precisa medicamente (o algo así).

El director y guionista holandés se decide por tirar a la cara del espectador la mayor basura a su alcance para demostrar que sabe reírse de sí mismo. Digo yo que esta es la explicación plausible a un producto que no hay por donde cogerlo de otra manera. Entendedme, me parece genial el exceso (¡soy un hombre de excesos!), pero todo tiene un lugar en esta vida: hora y media larga de gilipolleces son demasiadas hasta para una mente enferma como la mía. Por no hablar del desastroso efecto de aquellos que hasta ahora se habían tomado en serio a Tom Six. Ni discurso metalingüístico ni gaitas, Six se ha recreado en su propia autocomplacencia en un chiste recursivo que termina por hacerse cansino, sobre todo por su mala presentación. Tampoco intentéis ver un alegato contra Estados Unidos y su sistema penitenciario, la película recurre al trazo grueso para tratar temas que, obviamente, le importan muy poco.

La película gira básicamente alrededor de los dos personajes interpretados por Laurence R. Harvey y Dieter Laser, especialmente el de este último. En lugar de darle importancia al hecho de construir un ciempiés humano, se recalca la demencia de Bill Boss, el director de la prisión interpretado por Laser. Se agudiza hasta límites insoportables: hora y media de berridos y actos propios de un infante desquiciado con objeto de… ¿objeto de qué? Nada trascendente al parecer, porque toda la demencia vertida en pantalla no se sustenta por un guión coherente, ni siquiera sirve buscar el morbo del público: violaciones a comatosas, castraciones a lo vivo, clítoris secos, violaciones del hígado, orugas humanas, heces volando… Todo con la vista en insultar al espectador, ¡ojo!, nunca provocarlo e integrarlo en el depravado submundo que se nos presenta.
Como decía, la obra se articula como una comedia pasada de rosca, añadiendo momentos escatológicos, principalmente sexuales, que no terminan de funcionar por varios motivos. El principal serían las interpretaciones malas, horribles, enervantes… uno no sabría decir si ha sido responsabilidad del elenco o la obligación de una dirección artística de dudoso gusto. Dicen las malas lenguas que Dieter, cuyo personaje se dedica a gritar el 90% de su tiempo en pantalla (que es el 90% del metraje), quería darle otra vuelva de tuerca su papel, pero fue Tom Six quien insistió en darle ese aire esquizofrénico a todas las actuaciones. Por si fuera poco, el resto de personajes son igualmente molestos por mucho que no hablen tanto.: Desde Harvey, pésimo actor, hasta Eric Roberts, demostrando que no hay fondo para una su carrera descendente, pasando por gente como Bree Olson (“Big tits at school 9”), simpática actriz porno, o Robert Lasardo (“Junkie”, “Anarchy Parlor”), que parece triste de participar en semejante bodrio. También repiten otros actores de las anteriores partes, simplemente para demostrar la gran capacidad metaestúpida de Six, que se reserva un papel y… ¡no sabe actuar! Mira que el tío tiene cara de tonto en foto, pues en acción no desmerece para nada esa impresión.

Siento pegarle semejante repaso a “The Human Centipede 3”, pero hasta la escenografía me ha parecido insuficiente. Otros detalles artísticos también padecen de esta mirada soberbia de Six, quizás espoleado por la difusión que han tenido sus películas previas. Por ejemplo la banda sonora: un auténtico mojón. Se salvan únicamente los efectos especiales, bastante escasos en cuanto al ciempiés humano se refiere, pues sólo veremos el “invento” llegado casi al final de la película. No obstante hay que reconocer la capacidad de Six para recrear escenas asquerosas y retorcidas con bastante acierto; se nota que tiene carnet VIP para todos los “coffee shops” de Amsterdam. Otra cosa es que las obscenidades queden en mera anécdota por la falta de peligro que exhiben.

Sin embargo, lo peor de la cinta viene cuando descubrimos que quizás no sea la última de la saga. Six amenazaba antes de su estreno con plantear una cuarta parte donde unos alienígenas usan la idea de sus películas (¡pero será soberbio!) para unir boca-culo a toda la humanidad en una hipotética invasión. Afortunadamente, tras las malas críticas recibidas, el nuevo Uwe Boll ya ha anunciado un girar hacia proyecto distinto que promete ser más insultante que el presente. Lo que creo es que el director holandés debería hacer un serio ejercicio de autocrítica y aceptar que su último proyecto es malo a rabiar porque aburre y no hace ni puñetera gracia.

Hacedme caso los que no la hayáis visto: evitadla. Sé que sentiréis curiosidad por la lluvia de mierda que le está cayendo (jodidos morbosos), pero no se trata de una opinión aislada (la mía bien poco vale) si no de un terrible error de película. ¿Estáis dispuestos a soportar a un alemán escuálido gritar paranoias sin sentido durante más de hora y media? Os aseguro que no, la experiencia es bastante frustrante.