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El Motel del Infierno

Ahumado sabe mejor

El Motel del Infierno

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

El granjero Vincent y su hermana preparan las mejores carnes ahumadas de la región. Lo que no saben sus clientes es que la carne procede de los desprevenidos que terminan dando con sus huesos cerca del motel de los hermanos. En una de sus cacerías una jovencita se libra de la muerte siendo adoptada por la pareja, lo que desencadenará la desintegración de la familia de caníbales.

“El Motel del Infierno” es una película que con el devenir de los años ha logrado adquirir una aureola de culto para un sector descerebrado del fandom estadunidense. Desde su silencioso estreno en 1980, fue una de las grandes olvidadas durante la época de esplendor del vídeo para, en épocas recientes, haberse redescubierto con la categoría de gran comedia negra o mítica parodia mezcla de “La Matanza de Texas” y “Psycho”. ¿Es justa toda esa fama adquirida, que incluso ha generado ingente cantidad de merchandising? Absolutamente no. Sin embargo, ¿se merece perderse entre las montañas de mierda que se editaron durante los ochentas? Rotundamente no. “El Motel del Inferno” es un extraño híbrido que resiste un revisionado gracias a los hallazgos macabros de algunas de sus escenas álgidas, lo malo que entre ellas sobrevuela un aburrimiento que la perjudicó en detrimento de otras cintas coetáneas. Por ejemplo, comparada con “Viernes 13”, por hablar de otra producción del mismo año, adolece de un ritmo tedioso y poca acción. De hecho, resulta curioso el enfoque de “Motel Hell”, más centrada en lanzar una mirada cínica e interior de los granjeros caníbales, cuando se tenía entre manos los ingredientes perfectos para un “gótico américano” que hubiese sido recordado durante décadas. No obstante, resulta obvio que su director, Kevin Connor, y sus guionistas, Robert Jaffe y Steven-Charles Jaffe, estaban buscando una vuelta de tuerca al éxito obtenido por “La Matanza de Texas”, y también tenemos que agradecer la intención pues consigue un resultado final bastante extraño.

Parte de la increíble sordidez de la película, que pese a aburrida sorprende para el limitado presupuesto con que contaba, gracias a escenas desopilantes, la aporta la eficiencia narrativa de Kevin Connor. Director/chico para todo cuyas formas mecánicas debutaron en un segmento de “Cuentos de Ultratumba” para transitar por diferentes producciones poco sesudas (“La Tierra Olvidada por el Tiempo”, “Viaje al Mundo Perdido”, “Los Conquistadores de Atlantis”) donde adquirió el estilo impersonal que dota a “El Motel del Infierno” de un distanciamiento muy adecuado, por psicótico, de la rocambolesca historia que se nos cuenta. Finalmente, la carrera de Connor adquirió su máximo esplendor en televisión, donde reúne más de cincuenta títulos.
El argumento viene firmado por el autor de “Engendro Mecánico”, Robert Jaffe, y su hermano Steven. Los cuales pueden presumir de haber perpetrado una carrera curiosa: su siguiente proyecto sería “Escarabajos asesinos” para terminar produciendo películas de éxito como “Ghost”, “K-19” o “Días Extraños”. En fin, algo de todas estas “peculiaridades” termina por emerger en “El Motel del Infierno”, por aquello de no ser ni una cinta de terror al uso, ni una comedia, ni un thriller, ni nada de nada. Y es en ello donde reside su mayor encanto: pasamos de bucólicas escenas campestres a un giro morboso sobre una cena a base de perro ahumado. O la seriedad de una familia de enfermos mentales se ve truncada de forma repentina por la aparición de una pareja de swingers que llegan al motel de marras con ridículas peticiones. Vamos, que en ningún momento sabemos que dirección quiere seguir “El Motel del Infierno”.

A destacar son dos los segmentos que han proporcionado su exagerada fama a esta cinta:
El jardín de cabezas, donde los granjeros “cultivan” a sus víctimas, las cuales gruñen como cerdos al haberles extirpado las cuerdas vocales; todo un hallazgo macabro que se alimenta de la escasa iluminación y una fotografía sucia. El culmen de este apartado se da cuando los supervivientes del jardín consiguen huir en busca de venganza sobre sus captores, protagonizando una suerte de “homenaje” a “La Noche de los Muertos Vivientes”; eso sí, rodado con poco estilo y generando una serie de preguntas que el guión no se va a molestar en resolver.
La escena final donde el granjero Vincent se coloca una cabeza de cerdo sobre la suya y agarra una motosierra para intentar despedazar a su hermano, armado a su vez con otra motosierra, dentro de la sala de despiece y ahumado. ¿Podría ser precursora de la famosa conclusión de “La Matanza de Texas 2”? Quien sabe… digamos que los diversos fotogramas de esta secuencia son los que han popularizado la cinta, y son un agradable momento para el aficionado al horror, a pesar de estar rodados con bastante torpeza, lo que le resta bastante encanto. Una nota importante es no engañarse en cuanto al nivel de hemoglobina, comentarios bienintencionados la han considerado una comedia gore… ¿en serio? No, en serio no.

Otra de sus características calientes sería el humor negro con el que algunos críticos la han aupado al Olimpo de la comedia negra. Pero la verdad que gracia, lo que se dice gracia… “El Motel de Infierno” va justito de comicidad, por mucho que algunos diálogos intenten ensalzar la ironía de una carne de cerdo exquisita a costa de estar mezclada con carne humana. Se salva en este aspecto merced a la actuación de su protagonista, que en este caso sería el malo de la función (otra particularidad innovadora, hasta cierto punto, para las fechas en que fue estrenada). Rory Calhoun (no sé por qué me recuerda al “Indiana Jones and the Fate of Atlantis”) da vida al granjero Vincent, un psicópata con una misión en mente, ayudar a proveer de carne a una humanidad creciente en necesidades proteicas, cuya afable y campestre personalidad terminan por hacerlo encantador. Tanto que seduce sin querer a una jovencita, la bella y algo despistada Nina Axelrod, en una escena un tanto bochornosa y, quizás, realmente risible. Calhoun venía de realizar innumerables westerns con un moderado éxito, sin embargo, ya entrado en años, es en “Motel Hell” donde se desmelena sujetando la cinta y aportando ese valor añadido por el que merece ser analizada treinta y cinco años después. Junto a él, en el papel de hermana desatada de Vincent, encontramos a una estrafalaria Nancy Parsons (de la que podréis disfrutar en “Porky’s”), bastante inferior a sus compañeros de reparto pero que, no sé por qué, genera bastante inquietud gracias a una actitud endogámica difícil de describir. Finalmente, en un papel curioso, por aquello de encarnar a un villano que termina convertido en héroe por exigencias del errático guión, encontramos a Paul Linke, sheriff a tiempo parcial y vicioso a tiempo completo que terminó ganándose las habichuelas en el submundo televisivo.

Concluyendo, aunque se trate de una película fallida dadas sus pretensiones – hacer una crítica mordaz de la sociedad de consumo, la alimentación carnívora y el reciente éxito de películas de asesinos en serie –, la mezcla de momentos deliciosamente absurdos consigue mantener la atención del espectador a pesar de un ritmo tedioso entre esos momentos (que se pueden contar con los dedos de una mano). Además, un buen elenco facilita su consumo sin expectativas para disfrutar de esa pequeña dosis de locura – obviamente esa batalla final a base de motosierras es de obligado visionado – que ya pertenecen a los mitos del cine de horror, pese a que no sea capaz de generar tensión alguna. Curiosa, aunque sólo para fanáticos con mucha paciencia…

Lo mejor: Rory Calhoun interpretando a un enigmático granjero caníbal, además contamos con escenas únicas.

Lo peor: El ritmo entre momentos "álgidos" es completamente tedioso.


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