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Bloody New Year

¡Cava y caspa!

Bloody New Year

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

Cinco jóvenes, que no son el Club de los Cinco, terminan en un hotel abandonado sito en una isla misteriosa. Allí parece que no haya pasado el tiempo y que la última fiesta celebrada, la del fin de año de 1959, todavía se esté celebrando por fantasmas y recuerdos del pasado. Nuestros cinco protagonistas pronto se darán cuenta de que son invitados no deseados, cuando el hotel maldito enseñe sus fauces.

Pese a haber permanecido bastantes años en el anonimato, “Bloody New Year” (la cual he disfrutado en la versión doblada que se editó en 1997) ha sido rescatada en diferentes países, de nuevo tenemos que agradecer a Internet por dar salida a cintas de culto menor que terminan adquiriendo una aureola de leyenda, aureola de color marrón, no os vayáis a pensar. Y es que estamos ante la última cinta, la obra maldita, de Norman J. Warren, cineasta británico volcado con el cine de terror y conocido de sobra por ser un manazas de cuidado, un explotador y un incompetente. Pero también es verdad que sus producciones saben reflejar el entusiasmo de su creador, cuya pasión por el fantástico era innegable. Dando sus primeros pasos en la década de los setenta con “Satan’s slave” y “Terror”, Warren adquirió mayor (mala) fama con su cinta más ambiciosa: “Inseminoid”, una copia de Alien recordada no sólo por su descarado expolio de la original, también por unas dosis de gore tremendista que buscaba llamar la atención de la platea. Con dos millones de dólares como presupuesto, no tuvo un acabado muy aparente, luciendo barata y condenando a su director al trono de la serie b casposa, que a la postre no está tan mal. Y fue “Bloody New Year” la cumbre de su reinado de psicotronía y memez, esta vez servido como copia cutre e incoherente de “Posesión Infernal”.

Entonces, nos hallamos ante una película malísima, si ya hemos apuntado la inutilidad de su director, que ya por la segunda mitad de los ochentas debía estar bastante cansado del tema, imaginad lo que pudo ser su canto del cisne. Con casi la totalidad de las productoras británicas dándole la espalda, no en vano la película que quería rodar bebía más de las corrientes estadounidenses antes que del cine de las islas, Warren tiró de sus círculos personales, los mismos que habían sacado adelante sus anteriores películas, y así, junto a los hermanos Pearce (que también ayudaron en otras tareas, como diseño artístico y de vestuario), escribió un guión que es un desastre absoluto. Poniendo sólo atención a las escenas sobrenaturales, cualquier explicación de las mismas queda por los suelos, gracias a lo mal explicado que está el sencillo meollo de la trama… que mira por donde, tiene su punto original, además de una buena base atmosférica.

Veréis, la cinta arranca con un baile de Nochevieja donde un montón de personas celebran el paso de 1959 a 1960. No muy claramente, intuimos que algo pasa, pero bruscamente nos encontramos a finales de los ochentas en un parque de atracciones donde cinco jóvenes se dedican a hacer el canelo a ritmo de música new wave. Bien, en este punto ya es obvio que como película apesta, pero que también nos espera una buena ración de diversión mientras los odiosos protagonistas son masacrados. No obstante, la masacre no tendrá lugar en el parque de atracciones, pues un altercado con unos malotes hace enfilar a los cinco jóvenes a una agradable excursión en velero. Una vez en el mar, el barco se va a pique junto a una misteriosa isla, que alberga un hotel preparado para una fiesta de Nochevieja. Efectivamente: aquí pasa algo raro, y pronto se evidencia cuando algunos objetos se mueven solos y extrañas sombras aparecen en los espejos. Con esta típica introducción a horrorosos fenómenos paranormales ya hemos cumplido casi la mitad de la película y aquí no ha pasado nada. Si a eso le añadimos los escasos y aburridos diálogos, junto a unas interpretaciones dignas de olvidar, tenemos una cinta que no es muy divertida… sería esta tediosa mitad la que evita que “Bloody New Year” se convierta en una verdadera pieza de culto como “caspa movie”. Sin duda le falta mucho más humor involuntario en general.

Por fortuna, durante la segunda mitad asistimos al “despertar” del hotel: la sucesión de chorradas sobrenaturales adquiere buen ritmo y la narración toma una confusa dirección que convierte la experiencia en algo gracioso y fascinante. Los elementos por los que es más recordada “Bloody New Year” son sus birriosos efectos especiales y la cándida imaginación usada para defenestrar a los protagonistas: fantasmas que salen de una pantalla de cine, paredes de ascensor que se tragan a sus víctimas, freidoras asesinas, demonios mal maquillados robados a Sam Raimi, cómodas asesinas, tormentas de nieve caseras, cuervos de madera asesinos, pilotos mutantes que explotan, decapitaciones a tornillo, redes de pescar asesinas… en fin, una panoplia de gilipolleces que sobre el papel pinta a éxito asegurado, sino fuese por su pobre ejecución. ¿Creíais que los productos de un bazar chino son baratos? Esperad a ver los recursos de Warren y Cia. Con todo, estos serán los mejores momentos de la cinta con diferencia, siempre resulta agradable reírse de la incapacidad visual del vecino… ¡y diablos! Son ideas que habiéndose ejecutado con dinero y una presentación menos brusca (antológica la entrada a plano de una aspiradora que funciona sola…) serían hoy veneradas por hordas de jóvenes “modennos”. A lo mejor, en lugar de haber realizado un remake de “Poltergeist” hubiese estado mucho mejor resucitar este montón de caspa.

Por otro lado, además de las escenas de terror, tenemos la explicación de las mismas, que se expone durante los últimos veinte minutos en diferentes líneas temporales, grabaciones y descubrimientos… eso sí, nunca profundizando. ¿Sabéis que durante la fatídica noche se estrelló en la isla un avión que experimentaba con tácticas de camuflaje avanzadas? Bien, ¿y qué? Desde luego nos quieren contar algo, pero si no salen de esa mera frase poco podemos intuir. De todos modos, los que hayáis jugado a un estupendo juego llamado “Singularity” podéis coger ideas del mismo para cubrir las que “Bloody New Year” no os va ofrecer. Además, los espejos parecen jugar un factor clave en el experimento, y Warren hace mucho hincapié en los mismos, pero luego se desjustifica a sí mismo cuando lleva a los matones del parque de atracciones hasta la isla, y empieza a delirar convirtiéndolos en demonios de “Posesión Infernal”. Es decir, todo en “Bloody New Year” se decanta por un popurrí tremendo de conceptos que acaba por no ser nada en concreto, y es una pena porque algunos pasajes lucen destellos atmosféricos cojonudos: por ejemplo, todo el tema de la fiesta de 1959, ¡el juego que se habría sacado de poseer otra banda sonora superior a la original! A veces, sobre todo durante el arranque, uno puede dudar si se encuentra frente a un slasher, pero es que finalmente no sabes si se trata de una cinta de fantasmas, de demonios, de zombies o de lo que sea. Lo importante es que tanto desconcierto forma parte de la fiesta, y termina favoreciendo el que podamos echarnos unas risas a costa del pobre Warren.

Resumiendo, se trata de una película bastante malilla que resulta encantadora, vista con perspectiva, gracias a su falta de vergüenza, de medios y de coherencia. Cualquier otra lectura sesuda sobra al respecto, ni siquiera los actores merecen mayor reconocimiento a excepción de un secundario, Steve Wilsher, que acabaría convertido en un doble de escenas de acción con mucho bagaje. La verdadera anécdota es echarle un vistazo a una obrita que no defraudara a los fumadores de la hierba del diablo o a los grupos de amigos que quieran montarse un festival de lo cutre en casa. ¡Bienvenidos a 1960!

Lo mejor: El gran número de imaginativas chorradas cutres.

Lo peor: Unos diálogos tediosos con mucho relleno de merengue.


Vuestros comentarios

1. 10 ago 2015, 20:57 | Killer_Diller

ajajajaj me la apunto tiene buenas expectativas para mi demenente gusto

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