La Pirámide

Voy a esforzarme por mirar el lado positivo de las cosas… Han sido tan sólo unos 80 minutos (descontando los títulos de crédito) de mi vida. Y, por supuesto, he visto cosas peores – mucho peores – que La Pirámide. De hecho, los primeros diez minutos de la película, con el conflicto de “La Primavera Árabe” como telón de fondo, llegaron, en cierto modo, a atraparme. A mantener la esperanza de que el viaje que estaba a punto de emprender hacia el interior de una milenaria pirámide de tres caras (un dato que, por lo visto, resulta de vital importancia para comprender la dimensión del hallazgo) me ofrecería la posibilidad de disfrutar de una historia entretenida, unos personajes menos estúpidos de lo habitual (al fin y al cabo se trata de científicos a punto de realizar el descubrimiento de sus vidas) y un par de logrados sustos. De hecho no le pedía nada más a La Pirámide…

Un par de científicos, padre e hija, están a punto de certificar el que podría ser el hallazgo más importante de las últimas décadas referente a la antigua civilización egipcia. Se trata de una enorme pirámide de tres caras, cercana a la ciudad de El Cairo, cuyo interior, aparentemente, nadie ha pisado en miles de años. Pero justo cuando están a punto de penetrar en la pirámide, el conflicto de la Primavera Árabe se intensifica peligrosamente en las calles de la ciudad. La expedición deja de ser segura, y las autoridades norteamericanas y egipcias deciden revocar los permisos de excavación y obligar a la expedición a regresas a sus países de origen. Por supuesto, padre e hija ignorarán las órdenes y, junto a un experto en robótica, un cámara y una periodista, se adentrarán en el interior de la pirámide dispuestos a desentrañar sus oscuros secretos.

Grégory Levasseur debuta en la dirección, bajo el abrazo protector de Alexander Aja en calidad de productor, con un falso found footage (a ello volveré más tarde) que plantea un escenario tan común como es el de un grupo de personas atrapadas bajo tierra y recorriendo una intrincada red de pasadizos supuestamente inhabitados. ¿Os suena? Supongo que sí. Efectivamente no hay nada remotamente original en el desarrollo de La Pirámide. Y es una lástima, porque el inicio de la película, tal y como he apuntado anteriormente, es bastante prometedor. Las referencias a la Primavera Árabe y la mención de nuevas tecnologías aplicadas a la arqueología clásica, son las responsables de que La Pirámide arranque con una fuerza y un empuje que, desgraciadamente, irá perdiendo a medida que se sucedan los minutos.

Cuando los protagonistas toman la decisión de entrar en la pirámide, la película inicia una carrera contrareloj por ofrecerle al espectador el mayor número de clichés y situaciones absolutamente previsibles que, sin duda alguna, acabarán por desesperar a los más versados en el género. Buscar la originalidad, a estas alturas, es poco menos que una quimera. De hecho no es algo que, de entrada, resultara razonable exigirle a La Pirámide. Sin embargo hay una enorme diferencia entre ofrecer “lo mismo de siempre” y ofrecer “lo mismo de siempre… pero peor”. La dirección plana de Grégory Levasseur, unas actuaciones que dejan mucho que desear y un guion al que le falta un hervor (es curiosa la capacidad de los personajes para, una vez entran en la pirámide, soltar por esa boquita unos diálogos que en la mayoría de ocasiones rozan el ridículo), condenan a La Pirámide a una experiencia poco edificante y rotundamente prescindible. Tampoco es que su visionado vaya a empujaros a arrancaros los ojos de cuajo (como dije al principio… cosas peores nos hemos echado a la espalda), pero ciertamente La Pirámide es de esas películas que huelen a oportunidad perdida y que olvidas apenas terminan los títulos de crédito finales.

En cuanto al tema del “falso found footage” es, cuanto menos, curiosa la decisión de Levasseur. Uno de los personajes es cámara profesioanl y otro, la arqueóloga, tiene en su poder una microcámara que se incrusta en la cabeza; por lo tanto lo más sencillo era creer que La Pirámide sería un found footage en toda regla… Pero no es así. Grégory Levasseur opta por un formato híbrido en el que en algunas ocasiones echa mano de los recursos habituales del found footage (visión nocturna incluida en el paquete), mientras que en otras recurre a una filmación más tradicional. Sospecho que su primera intención era la de llevar a cabo un found footage puro y duro y que, por alguna razón que desconozco, su objetivo se torció y no tuvo más remedio que salvar el culo recurriendo a una filmación más convencional. El resultado es un revoltijo algo indigesto de formas de rodar y, por lo tanto, de maneras de seguir la acción que, en última instancia, despistan al espectador y le hacen un flaco favor a la película.

Visto lo visto llegamos al tramo final de la película con la esperanza de que la presencia milenaria que está fulminando a los protagonistas tenga la suficiente fuerza y personalidad como para elevar La Pirámide a unas cotas que, llegados a este punto, parecen díficiles de alcanzar. Pero ni por esas… Dicha amenaza parece el monstruo de final de fase de un videojuego de los 90. Nada destacable. Nada que salve a La Pirámide de ser una mediocridad que se ve con la misma facilidad con la que se olvida.