Unnatural

Esperad un momento… ¡Ah, sí! ¡Sí, señor! Así veo mucho más a gusto, disculpadme pero tenía que limpiarme la costra reseca acumulada en los ojos tras llorar sangre. Pues sí, ya he llegado al ecuador del After Dark 2015; una experiencia que se erige entro lo mejor que me ha pasado este año, rivalizando con la infección de mi codo izquierdo debida a hongos, los cuales casi me deja sin brazo. Uno pocas veces tiene el placer de ponerse en fila ocho películas de mierda e ir “fusilándolas” una a una, aunque en verdad es mi cerebro el que está siendo acribillado. Quiero pensar que se trata de algún tipo de labor social, ya sabéis, me veo como el héroe que recibe las balas en lugar de vosotros, sufrido público. La realidad es más prosaica, sólo soy un pobre gilipollas que en una machada decidió reseñar seguido esta especie de festival de la basura fílmica.
Tras esta introducción sobra decir que “Unnatural” es otro bodrio insoportable que resulta difícil justificar, ¿por qué alguien se gastaría 3 millones de dólares en la realización de esta película? Únicamente digna de ocupar un espacio en la parrilla de programación de las teles por cable, “Unnatural” intenta vendernos humo en base a su premisa de “monster movie”, pero más bien resulta una ridícula forma de pasar hora y media. Todo esto agota mi buen humor, cuando una película es tan mala que ni siquiera merece la pena burlarse de ella es que estamos ante el borde del precipicio donde se hundió la dignidad artística.

Un fotógrafo ha contactado con un experto cazador en Alaska y lo ha convencido para que le ayude a encontrar localizaciones para un trabajo muy especial: fotografiar a dos modelos delgaduchas, sugerentemente provocativas, entre las nieves de la región. Una vez llegado a la cabaña del cazador tendrá la mala suerte de vérselas con un enorme oso polar cuyos genes han sido manipulados por una empresa que, atención, se dedica a buscar combinaciones genéticas que ayuden a los animales a adaptarse a entornos afectados por el cambio climático. Algo que tiene mucha más lógica que luchar contra dicho cambio, habida cuenta de que claramente ha sido provocado por el hombre. Una vez dado este punto de partida, y la huida del oso de las instalaciones científicas, no existe mucho más que contar.
Intentaré resumir de forma acelerada los hitos más interesantes como si fuesen los consejos sobre un medicamento, en este caso un laxante:

Las instalaciones no tienes ningún tipo de seguridad a pesar de trabajar con uno de los mayores depredadores de la faz de la tierra – El origen del oso polar es lo menos importante de la (no)trama – Una de las modelos tiene sexo con el fotógrafo sin que se le vea un pecho siquiera – El fotógrafo de marras, interpretado por uno de los guionista, se muestra ofensivo y grosero con un callado habitante local – Sólo se salva de la masacre la científica, una mal envejecida Sherilyn Fenn, que convenientemente advertirá de la amenaza a los huéspedes de la cabaña – El oso es capaz de devorar a una modelo a través del hielo para que horas después la cabeza de su víctima surja cercenada de ese mismo agujero, ¡qué casualidad! – El oso aparece y desaparece a voluntad, demostrando que la mutación le ha concedido de coña el don de la teletransportación – No veremos a La Bestia hasta llegado el último tramo del metraje – Un empalamiento cómico es más poderoso que la explosión de una furgoneta – Los sacrificios heroicos darán pie a un bonito final donde un anuncio con Ray Wise pone el broche de oro a este batiburrillo de tópicos y filmación confusa.

Interpretaciones insulsas ayudadas por más diálogos de relleno; un uso de la cámara penoso, excepto por algunas tomas donde los paisajes naturales de Alaska se verían bellos incluso en una fotografía realizada por este inútil; una música desentonada y barata ubicada en los momentos ideales para romper cualquier tensión; unos destellos de humor voluntario que son de vergüenza ajena; efectos de sonido de ínfima calidad, efectos especiales muy mal utilizados, se agradece que el oso sea un animatrónico, pero luce mal, es desaprovechado y su virulencia es intrascendente dada la poca importancia argumental de sus presas.

En definitiva, un aburrimiento solemne al que además he de añadirle, de forma personal, mi distanciamiento con el “survival” (no soy de los que ha comulgado este año con “Into the Grizzly Maze” o “Backcountry”). Así que mi conclusión sería: utilizar la hora y media de tiempo que cuesta ver “Unnatural” en algún otro tipo de oso; por ejemplo, darle a los osos de gominola, o disfrutad de los osos Gummy, o compraros un peluche de un oso amoroso, o iros a Yellowstone a comer emparedados con el oso Yogi… cualquier cosa antes que este aborto. “Unnatural” es peor que ser confundido con una hembra de su especie por un oso polar macho en plena época de celo.