Howl

Las expectativas por conocer el nuevo paso en la carrera de Paul Hyett, el especialista en maquillaje y efectos especiales que desempeñó dicha labor en títulos tan importantes como The Descent, Eden Lake o The Children, y que debutara como director en 2012 con la excepcional The Seasoning House, eran muy elevadas. Y dichas expectativas, por mi parte, no hicieron más que crecer cuando se anunció, finalmente, que el proyecto en el que estaba enfrascado se titulaba Howl (aullido) y transcurría en el interior de un tren cuyos pasajeros eran asediados por una jauría de licántropos poco amistosos. En ocasiones como esta mi mente suele actuar de manera bastante simple, hasta acabar jugándome una mala pasada. Esto venía a ser, más o menos, lo que un servidor esperaba de Howl: “Toda la intensidad y la fuerza bruta de The Seasoning House puesta al servicio de la películas de hombres lobo definitiva. Brutal.” ¿Expectativas cumplidas o un nuevo jarro de agua fría? Veamos…

Un tren de larga distancia detiene su marcha repentinamente. El conductor desaparece y los servicios de rescate, debido al mal tiempo, tardarán alrededor de 4 horas en llegar al lugar donde el tren ha quedado varado. Los pasajeros se debaten entre esperar la ayuda o recorrer a pie los pocos kilómetros que les separan de la próxima estación. Pero pronto se darán cuenta de que abandonar los vagones no es una buena idea. Unas bestias inhumanas les acechan y harán todo lo posible para que nadie salga con vida del maldito tren.

Evidentemente, cuando cometemos el error de crearnos unas expectativas tan elevadas (y yo soy de los que tropieza con esa piedra una y otra vez), las probabilidades de darnos una hostia contra un muro son muy elevadas. Afortunadamente con Howl la sangre no llegó al río, a pesar de que el nuevo trabajo de Hyett… ni es la película de licántropos definitiva, ni disfruta de la fuerza y la intensidad demostrada en The Seasoning House.

No es una mala película. La historia que cuenta es sencilla, predecible, pero también apetecible. La fórmula es conocida: un espacio reducido, un heterogéneo grupo de potenciales víctimas que, en realidad, responden a estereotipos bastante reconocibles (aunque debo reconocer que su presentación, aprovechando el momento en el que el revisor les pide el billete, me pareció muy acertada), y una amenaza externa que, en esta ocasión, está cubierta de pelo y entona serenatas a la luz de la luna llena. Y las reglas del juego también nos son familiares: conflictos entre los viajeros, tiempos muertos que apenas sirven de relleno entre secuencia y secuencia de acción y que te permiten darte cuenta de la poca entidad que tienen los personajes, y la posibilidad de iniciar una porra para adivinar el orden en el que irán cayendo las víctimas. De manera que una vez conocemos el juego y cuáles son sus reglas (todo esto podemos averiguarlo en los primeros compases de la película), lo único que nos queda es disfrutar del espectáculo y rezar para que Paul Hyett haya logrado una hazaña similar a la de su sonado debut.

Buenos, pues esto último quitároslo de la cabeza. Como he dicho antes Howl no me ha parecido una mala película. La ambientación es muy buena, los personajes son los habituales en un producto de este tipo (nada destacable en ellos… ni para bien, ni para mal), los licántropos de vieja escuela me gustaron (aunque supongo que a este respecto nos encontraremos con opiniones muy diversas) y la película, en términos generales, cumple con su objetivo de ofrecerle al aficionado 90 minutos de diversión básica, pero efectiva.

La pregunta, llegados a este punto, sería: ¿Podría haber dado Howl mucho más de sí? Sospecho que ya conocéis la respuesta… Sí. Efectivamente Howl no se inscribirá, con letras doradas, en el panteón de las películas de hombres lobo. Precisamente lo que le falta a Howl es esa intensidad y esa sensación de opresión que derrochaba a mansalva The Seasoning House. La buena ambientación se diluye, perdiendo la partida frente a una serie de tiempos muertos que se alargan en exceso, penalizando el ritmo de la película. Y algunos de los momentos en los que el licántropo (o licántropos) entra en acción carecen de la fuerza necesaria y de la rotundidad deseable para que Howl hubiera dado un paso al frente convirtiéndose así en una de las películas imprescindibles del año. En su lugar lo que tenemos es una película de hombres lobo, con espíritu de serie B que divierte, entretiene…, pero que no deja poso. No estamos ante una película memorable; y en este sentido tampoco ayuda un desenlace que, dentro de la absoluta previsibilidad del guion, me pareció, como mínimo, poco inspirado.

Si Howl se mantiene con vida es gracias a la posible complicidad de un espectador que sabe perfectamente lo que va a ver y a determinadas secuencias (como la primera vez que un licántropo irrumpe en el interior del tren) que dejan entrever algo (poco) de la contundencia del Hyet de The Seasoning House. Por lo demás es una película que se quedará en tierra de nadie y que presumiblemente echará por tierra las expectativas de algunos aficionados que, como un servidor, esperaban mucho más de Howl. Sigo confiando en ti Paul… pero de esta te salvas por los pelos (nunca mejor dicho…). Y, si me lo permitís, me despido con una especie de nota mental: “Dog Soldiers”.