The Final Girls

Pongan un póster con aire retro; véndanlo como una comedia postmoderna que transgrede las normas de algún subgénero, en este caso el pobrecito slasher; añadan como protagonistas a unos jóvenes atormentados por el siglo XXI, pero bien planos no sea que el espectador se maree; hagan claras referencias nada solapadas a clásicos del cine transgredido, en este caso “Viernes 13” (partes 4 en adelante), “The Burning” o “Sleepaway Camp”; y así ya tienen garantizado un importante premio en el festival de turno. Que además sea el premio al mejor guión tiene guasa – sí, estoy hablando de Sitges -, todo gracias a ese guiñó cómplice propio de pijos niuyorkinos que se inventan el meta-slasher en un giro abominable que atenta contra la ya cuestionable “El Último Gran Héroe”. Luego leo referencias a “Jacuzzi al pasado” o “Tucker & Dale vs. Evil” y me entran ganas de llorar, no se podía mencionar a películas más intrascendentes, no. Esto apostilla la terrible sensación que me embarga desde hace años: el terror está absolutamente banalizado. Peor aún, se ha malinterpretado absolutamente los entresijos, más rancios que frescos, de un cine que va perdiendo la sensación de peligrosidad o divertimento que nos regalaba antaño de cualquier guisa, ya fuese disfrazado de serie Z como “Slime City”, de serie B nostálgica como “Lecturas Diabólicas” o de clásico absoluto como “Halloween”.

Cuando Max y sus amigos asisten a regañadientes una proyección tributo de un infame slasher de los ochentas, que además protagonizó difunta madre de Max, acaban accidentalmente y sin explicación dentro de la película. Atrapados dentro de la clásica película de culto, deben formar equipo con los campistas y monitores para hacer frente a los machetazos de un enmascarado asesino. ¿Cuál será la chica erigida como “final girl” y, por derecho propio, única que pueda hacer frente al asesino?

Es decir, “The Final Girls” es una “comedieta”, lo mires por donde lo mires, de fantástico tiene la excusa, y eso no me sirve cuando llevo treinta años pelándome entre Nosferatus, Jasons y ninfómanas del espacio exterior. ¿Homenaje? Lo dudo mucho, porque el desarrollo del guión se dedica, a lo sumo, a despreciar el terror en pro de un vago melodrama que se salpimienta con gags dispersos, a los que, por otro parte, los actores no consiguen da vida alguna. Hemos llegado al tuétano, amigos, las emociones fuertes son dejadas de lado por una introspección que el aficionado de corazón no necesita. Yo llevo a Freddy en el puto corazón tatuado; me aterró y me hizo partirme el culo con sus dejes casposos, no he solicitado un cuento de superación ninja a costa de rubias y morenas.

Supongo que mi cabreo parte de la poca gracia que me ha hecho “The Final Girls”; siendo precisamente una comedia, tal vez debería haber estado mejor desarrollada en cuanto a sus diálogos, digamos que está a la altura de la fracasada “Stage Fright”. Tiene huevos que uno de los guionistas participase como actor en películas a las que su actual libreto no llega a la altura del escroto: “Los Viajeros de la Noche”, “Halloween III” o “Curso de 1999”. Partiendo de alguien que ha visto desde dentro las miserias del cine de género más guerrero, un desarrollo tan soso como el de esta “The Final Girls” resulta imperdonable. No es que no tenga hallazgos, algunas de las escenas muestran genuino estilo y originalidad, pero la cinta tampoco es que tenga un ritmo para tirar cohetes.

Podríamos decir que se divide en dos mitades:

La larga introducción, hasta que los protagonistas terminan metidos en “Camp Bloodbath 2”, la película que tanto daño hizo a la madre de nuestra alienada protagonista. Media hora bastante tediosa donde ni los personajes ni la acción transmiten lo más mínimo, y a su vez tampoco ahondan en unas relaciones cogidas con alfileres, será la deshumanización postmoderna que preconizó Kant.

La segunda parte ya nos ubica dentro de “Camp Bloodbath 2”, castigando nuestras neuronas con las situaciones más previsibles dado el entorno en que nos movemos. Antes estuvo “El Último Gran Héroe” y poco se puede innovar a estas alturas: contraposiciones entre realidad y ficción, más la curiosa afición de la madre de la protagonista, aquí convertida en alegre campista, por lanzar frases que recuerdan a los cinco minutos iniciales de “The Final Girls”, ¡lagrimón al canto!

¿Dónde queda su faceta de slasher? Directamente, en la basura, no interesa el asesino de las narices, igual de impersonal y enmascarado que siempre, pero supeditado a unas muertes y a un ritmo que posiciona sus apariciones a las necesarias para completar un tráiler que, sinceramente, me la metió doblada, pues tampoco la estética es tan espectacular. De sangre y tetas ya os podéis olvidar, hacía tiempo que no veía una comedia de horror más blanda, inocente y buen rollista; hasta las películas de Will Ferrell son infinitamente más graciosas y provocadoras, al menos no se revisten de falso intelectualismo u homenaje postmoderno.

No es que Todd Strauss-Schulson, director de este somnífero, no sepa trabajar, pero su labor fue mucho más eficaz en “Dos colgaos muy fumaos en Navidad” que en la presente, lo cual ya indica el tipo de artista con el que nos topamos: un gran gestor de presupuestos, pero un tío sin alma. A este oportunismo marca ACME se suma el elenco, no sólo no destaca si no que en extraños casos llega a producir rechazo por esa sobreactuación premeditada y odiosa más propia de una “spoof movie” (ojalá hubiese acabado siéndolo). Por ejemplo, Adam DeVine, que siempre me encanta en la gran “Modern Family”, aquí está de un “hostiable” delicioso. Una pena, porque los intérpretes pueden presumir de una sólida experiencia que aquí se va al garete: Taissa Farmiga realiza el mismísimo papel que en la primera temporada de “American Horror Story”, sólo que aderezado con toques de machete ninja, y la bella Malin Akerman jamás se ve creíble en su papel de rubia tonta… ¡por qué ojo! ¡En “The Final Girls” los clichés han de ser derribados con otros clichés! En este caso, que el amor materno es tan eterno como la serie B… ¿¡¿¡Comorrrrlll?!?!

En fin, reconozco estar agotado con esto de reseñar el After Dark 2015, y lo que se suponía un agradable descanso a tan ingrata labor a supuesto más de lo mismo, sólo que más pretencioso y revestido de una aceptación que, tal vez por viejo y gruñón, no consigo entender y por la que prescindo de hacer una reseña más “profunda”. ¡A tomar por culo ya, hombre!