Yakuza Apocalypse

Descubrí el trabajo de Takashi Miike a principios de siglo, cuando en España, y otros países de habla hispana, se distribuyó con mucha fuerza “Audition”, una cinta de terror psicológico que, denostada y amada a partes iguales, le dio fama mundial a este cineasta prolífico y ecléctico cuya carrera, por desgracia, ya no brilla como antes. Más tarde vendrían puñados y puñados de películas, con una media de cuatro películas por año Miike se erigía como uno de los artistas nipones más pujantes de su industria junto a otros nombres ya conocidos de la talla de Hideo Nakata o Takashi Shimizu, llegando a colaborar en “Izo” con una de las leyendas actuales del cine de género: Takeshi Kitano. Así se sucedían obras que incluso llegaban hasta a las salas comerciales de medio mundo, como hizo “Llamada Perdida”, estoy hablando de títulos del calibre de “Gozu”, “Visitor Q”, “13 Asesinos”, “La Gran Guerra Yokai”, la trilogía “Dead or Alive”, “Zebraman”, “Ichi the killer”, “La felicidad de los Katakuri”, la psicotrópica serie “MPD Psycho” o el polémico capítulo de “Masters of Horror” llamado “Imprint”. Todas ella películas con un sello muy obvio: el divertimento puro y duro, la honesta subversión de los tópicos de determinados géneros y el amor hacia el aficionado. Un claro ejemplo sería la saga “Dead or Alive”, una auténtica gamberrada donde el cine de yakuzas, podríamos decir que el cine negro nipón, adquiere tientes entre cómicos y de ciencia ficción. Un absurdo que se prolongaría hasta “Gozu”, para un servidor una de las obras de Miike más redondas, donde yakuzas y horror se dan la mano en una historia que también pone sobre la mesa los tabús de la identidad sexual y la maternidad.

Como podéis observar hablamos de toda una institución, algo que avala la rendición que siempre le ha profesado el festival de Sitges, si bien es verdad que en los últimos años se ha distanciado del cine personal que le puso en el punto de mira de occidente, por ejemplo la genialidad llamada “Visitor Q”, y se ha embarcado en obras que son directamente adaptaciones de mangas, “Crows Zero”, “Yatterman”, o un cine que, cada día mejor realizado, ha perdido parte de su transgresión (“13 Asesinos”). Miike es un técnico envidiable, con muy poco tiempo y unos recursos limitados ha sido siempre capaz de ofrecer productos ganadores, y jamás tuvo miedo a rozar historias dramáticas, maravilloso su remake de “Cementerio Yakuza”, aun cuando haciéndolo renegaba de su mejor baza: la capacidad de reírse de sí mismo. Por mucho que me gustaran “Lessons of Evil”, “As the God’s Will”, “Sukiyaki Western Django” (demasiado “tarantiniana” cuando la influencia es realmente inversa) u “Over your dead body”, reconozco que son cintas bastante más impersonales de lo que esperaba, lo que marca un lustro de filmografía que ha enfriado el interés por Miike. Y es que a pesar de los coletazos por reengancharse a su peculiar visión del fantástico, las obras citadas distan del nivel de provocación y mala baba al que el maestro nos tuvo acostumbrados.

Sin embargo, un servidor pensaba que la vuelta a la fusión del cine de yakuzas con horror, en este caso la figura icónica del vampiro, traería consigo a un Miike más agudo y divertido; por eso “Yakuza Apocalypse” se transformaba sobre el papel en una cita obligada para los admiradores del director japonés, un toque de atención para aquellos que tanto habíamos disfrutado de sus locuras, parte indisoluble del “asian extreme”. Desgraciadamente, una vez vistos los resultados, este “regreso” ha quedado a medio gas, un poco a semejanza de lo que ocurrió con la reciente “As the God’s will”. Reconozco que a pesar de que el viejo Miike quizás ya no vuelva, y está en todo su derecho, sin dudas nos ha legado un cineasta tan experimentado que podría dar una lección de rodaje dormido. “Yakuza Apocalypse” es realmente buena a nivel técnico, y eso que su presupuesto no se puede comparar al de las grandes producciones “hollywoodienses”. Quizás no lo sea tanto a nivel de efectos especiales, siempre se ha notado la extrema velocidad de Miike rodando y postproduciendo, pero sí en el plano meramente formal. La cámara se encuentra en el lugar adecuado y en el momento justo, algo muy disfrutable cuando, además, estamos hablando de una cinta bastante cargada de acción. No en vano entre los intérpretes contamos con el cabrón de “perro loco” (Yayan Ruhian) de “The Raid”.
Como ya comenté en su día, estamos ante una mezcla de comedia absurda, cine de acción, toques de gore y algo de artes marciales. En lo que a mí respecta, se me ha quedado algo corta en el apartado de artes marciales, gore y acción, sobre todo en su parte final. Seguramente tras casi dos horas de metraje esperaba la típica pelea que me pusiera los pelos de punta: el bien contra el mal resolviendo sus cuitas a base de mamporros. Bueno, teóricamente así podríamos sintetizar la conclusión de “Yakuza Apocalypse”, pero Miike es Miike y nos ofrece otra nueva reinterpretación de los que sería “la épica lucha final”, igual que ya hiciese en “Dead or Alive 3”.

Pero empecemos por el principio: tenemos a un joven yakuza que profesa devoción por su líder, un buen tipo que se dedica a cuidar al barrio a sabiendas de que los ciudadanos de a pie son los que sustentan el ecosistema yakuza. Pero el status quo termina roto a la media hora de metraje, cuando lo que parece un cazador de vampiros, con aspecto de inquisidor a la española, se cruza en el camino del jefe Kamiura y acaba con él a petición de un avieso tercero, revelando a su vez que el jefe yakuza era un vampiro. A partir de este punto de inflexión, si Miike ya había mostrado algunos elementos altamente incoherentes, cuando nuestro joven yakuza acaba heredando el vampirismo de su jefe, como medio de venganza, el festival da la señal de salida y nada de lo que ocurra en pantalla tendrá una explicación mínimamente lógica. Casi como si de una ”spoof movie” se tratase, encontramos un pequeño barrio poblado de yakuzas vampiros (cuya actitud chulesca y enfermiza será lo más divertido de la función), de kappas (sí, esos seres mitológicos mitad tortuga, mitad hombre), de tipos disfrazados de rana y de yakuzas humanos que no saben lo que ocurre. Todo ello mezclado al alimón durante una hora y media que desafía la equiparación con el consumo de algún tipo de potente ácido lisérgico. Una auténtica ida de pinza donde los gritos constantes de los personajes se adueñan casi del propio ritmo de la película, uno muy dinámico, tanto que a veces parece que el modelo de edición haya sido el corta y pega casi al azar.

Aunque el meollo de “Yakuza Apocalypse” sería saber si tanto desparrame, personajes estrafalarios y escenas surrealistas son graciosas, pues la premisa principal sería la vena cómica de la, por otra parte, simple historia. Desafortunadamente debo posicionarme en el lado de los que no les ha hecho mucha gracia. Alejado de la efectividad surrealista de, por ejemplo, los “Monty Python”, Miike y su guionista, el desconocido Yoshitaka Yamaguchi, no consiguen sustentar ninguno de sus gags sobre una premisa coherente, sólo cuando dan la vuelta a los clichés del mundo yakuza conseguimos humor genuino, lo demás son reacciones anómalas a situaciones exageradas sin motivo alguno. No obstante, la puesta en escena tiene esa calidad y dinámica propia del experto que es Miike, lo que evita dar tiempo al espectador para aburrirse. Bien, puede ser una sucesión de imágenes sin sentido, pero logran hipnotizarnos. ¿Qué más da la insólita desaparición de importantes secundarios o las tramas paralelas, hablo de un fácil romance, que no llegan a ningún puerto?
A estas alturas, tal vez alguien quiera realizar una lectura compleja de “Yakuza Apocalypse”, pero creo que siendo justos, el desarrollo de su argumento se revela como una tomadura de pelo, a la que se une ese final que, como dije, escocerá al público más tradicional.

Por suerte, el elenco está bastante acertado, casi creíble dentro de un contexto al que sería imposible llegar ni siquiera tras la ingesta de varias setas alucinógenas. Hayato Ichihara destaca como el protagonista, aportando algo de equilibrio a las escenas más pausadas, y eso que su papel no deja de ser el típico héroe bondadoso con tendencia a beber sangre. Ya nombrábamos a Yayan Ruhian, pero el pobre sólo recibe sus planos cuando debe combatir; con todo, su aspecto de bastante gracioso: ¿un nerd karateka? El resto del elenco se mantiene correctamente en sus papeles, rostros con bastante bagaje dentro de la industria japonesa pero que a un servidor, disculpadme, le cuesta diferenciar.

Todos estamos de acuerdo en que el cine del Sol Naciente se sustenta sobre otros preceptos, que si más intimista, que si los sentimientos ejercen su propio dialogo dentro de la trama, las frías relaciones entre personajes se deben al distanciamiento humano de su sociedad… Pues bien, en realidad poco de esto entronca con “Yakuza Apocalypse”, llena de absurdos por el placer de lo absurdo, se trata de una obra que sólo gustará a los seguidores de Takashi Miike y aquellos con mucha experiencia en el cine nipón. Olvidaos de acción espectacular y una narrativa comprensible, también de terror y, esto es peor, de comedia genuina. Estamos ante otra muestra de esa pérdida de toque por parte del maestro, pero también una obra genuina en cuanto a su carencia de sentido alguno.
Será decisión vuestra tiraros al vacío…