Liza the Fox-Fairy

Cuando Liza cumple los treinta su mundo se vuelve del revés: la anciana de la que cuida, la viuda del embajador japonés, fallece legándole su piso. Y, sin embargo, lo que más preocupa a Liza es encontrar ese amor del que hablan las novelas baratas. Su único amigo, el fantasma del cantante pop Tomy Tani, no le pondrá las cosas fáciles, haciendo que cada encuentro amoroso, a cada cual más gañan, se convierta en una odisea fúnebre. ¿Será cierto que Liza está maldita y condena a todos sus enamorados a la tumba?

“Tío, ¿qué coño hace una comedia romántica en Almas Oscuras?” Entiendo la sorpresa, yo mismo me lo he pensado varias veces antes de decidirme a reseñar “Liza the Fox-Fairy”, cierto que tiene suficientes elementos fantásticos como para haber participado, con indudable éxito en multitud de festivales de género, pero lo es igualmente que no tiene ni una pizca de terror. Veréis, estoy tan cansado de ver películas malas, véase mi periplo por el After Dark (y en breves tendremos una nueva entrega), estoy tan cansado de que de terror sólo tengan la etiqueta, estoy tan cansado de que los géneros se hayan manipulado para una nueva forma de ver el cine que no comparto… estoy tan hasta al gorro, que cuando sentí el buen rollo que me transmitía la húngara “Liza the Fox-Fairy” me dije: “¡qué le den por saco! Esta la reseño aunque se me echen los lobos al cuello”. Y así es, sería injusto no recomendar una experiencia tan simpática y auténtica, pero vaya avisado que de terror tenemos poco, aunque, pensándolo bien, encontraréis más muertes y situaciones pasadas de rosca que en muchas de las encumbradas como nuevas obras de culto. Además no creo que haya intentando venderse como lo que no es, principal motivo de enfado cuando acudimos a ver cine de horror.

¿“Babadook”? ¿“Turbo Kid”? No, si queréis emoción en estado puro: “Liza the Fox-Fairy”.

Bajo la premisa de una fantasía urbana retro de gran colorido pop encontramos una cinta sentida, emotiva y natural. No esa gran muestra de hilaridad que prometía el tráiler, sí es una obra única emparentada en lo formal con el cine de Jean-Pierre Jeunet y Wes Anderson, sólo que desprovista de glucosa y con una mayor dosis de cinismo que, a mi gusto, la convierte en un caballo ganador frente a la obra de los cineastas mentados. Quizás demasiado extraña a ojos de un españolito de a pié, como el que suscribe, pues muchas de las situaciones alcanzan una cuota de surrealismo que no hay por donde cogerlas, y es ahí donde el humor se retuerce para convertir la carcajada en sempiterna sonrisa de gustito, pues la ópera prima de Károly Ujj Mészáros, curtido con un buen número de cortos, transmite felicidad, la simple y mera alegría de vivir, algo íntimamente relacionado con su argumento. Eso sí, absténgase el público con el corazón roto, pues el entrañable mensaje final terminará por carcomerlos vivos, ni siquiera descarten en ese caso una buena provisión de lágrimas.

Uno de los principales encantos de “Liza the Fox-Fairy” sería su protagonista: adorable, tierna e inocente como Amelie, desprende sin embargo otra fuerza, una plagada de malditismo, que la aparta de la ñoñeria inherente al cine francés. Gran mérito de este personaje vulnerable que se instala en nuestro corazón es de su intérprete: Mónika Balsai. Desde luego, una actriz que no conocía en absoluto, pero que trabaja su papel con una profundidad que merece todas las alfombras rojas que queráis ponerle a sus pies. Bien es cierto que el papel de Liza era un dulce en potencia, pero hasta un caramelo puede estar envenenado. Junto a Mónika encontramos un nutrido elenco masculino cuyo desfile resulta sumamente jocoso, los pretendientes de Liza son cualquier cosa menos normales, descubriendo la naturaleza masculina como un pozo de manías, aprensiones y egoísmo: ¡touché! Pero alguien destaca por encima de los demás, y sería David Sakurai como Tomy Tani, el fantasma de un cantante pop japonés que persigue constantemente a la bella Liza, haciéndole creer que es su amigo imaginario. Arropado con unas geniales canciones, que se erigen como los puntos álgidos del metraje, hora y media muy bien aprovechada, interpreta los geniales temas en japonés sin perder ese aire malévolo que aporta cierto grado de tensión a la trama. ¿Cuáles serán sus motivaciones reales? ¿Por qué se transforma en un pez? ¿Por qué está empecinado en que Liza crea que es un Hada Zorror?

Y es esta leyenda nipona la que se establece como parte fundamental del argumento, incluso proveyendo todo un dechado técnico, como sería el hermoso sueño donde Liza se ve a sí misma como una Hada Zorro en el antiguo Japón feudal. La triste tradición es el motor a través del cual Liza vive sus deseos de amor frustrado entre muerte y muerte. Y es que estas criaturas con escultural cuerpo de mujer y algún deje de zorro, por ejemplo cola, no pueden encontrar el amor pues su maldición acaba con todos sus amantes, llevándolas al suicidio ante una existencia tan solitaria. Salvo que toda leyenda oscura tiene un resquicio de esperanza, y tal vez Liza, que se cree una Hada Zorro moderna, encuentre esa luz al final del túnel. Sobre todo porque se lo merece.

Dentro de la maravillosa estética, destaca la mezcla de elementos retro con tendencias del folclore japonés, el uso de estilosos planos cenitales, una infografía arriesgada que termina funcionando, la inteligente racionalización de la cámara lenta y los planos cerrados, una sinfonía de efectos especiales, unos decorados que reafirman el aire de cuento de hadas que sobrevuela la película… vaya, un millar de pequeños detalles que, sin apabullar, tendrán nuestras pupilas bien dilatadas a la espera de no perdernos nada de lo que suceda en pantalla. Y no será la vista el único sentido regalado, la banda sonora es sin lugar a dudas la mejor que he escuchado este año, merecedora de todos los premios habidos y por haber, no sólo por el apartado de las canciones, ya hablábamos del mago del pop japonés, si no también por su “score”, ejecutado con exquisitez, es el gran culpable de la magia que atesora “Liza the Fox-Fairy”. Por supuesto, no voy a olvidar una de las últimas escenas donde el pop finlandés se enfrenta con denuedo al mal coloreado en verde, un momentazo para los anales del absurdo.

En fin, no quiero extenderme más. No hace falta: Con sólo ver el tráiler y las imágenes detectaréis enseguida que se trata de una película especial, un dechado de originalidad y un prodigio estético – por favor, ¿haciendo el amor encima de una pelota de goma gigante? ¡Me lo apunto! -, que gracias a cierta “rudeza húngara”, por llamarla de alguna forma, ni siquiera estomagará a los enemigos de la comedia romántica. Un buen ejemplo es el uso del sexo, con unos ricos desnudos a los que nunca se hubiese atrevido Jeunet. Repito: buen rollo, “Liza the Fox-Fairy” te va a transmitir esa fuerza, esa sensación de maravilla que el cine nunca debió perder. ¿Terror? ¡Ah! ¿Pero qué es el terror?