Jeruzalem

Dos jóvenes turistas norteamericanas acaban en Jerusalén pasando unos días de sexo y diversión… Pero Dios siempre es justo, así que les pone el Fin del Mundo delante de las narices, convirtiendo sus vacaciones en una trampa demoniaca.

“Jeruzalem”, zimpático título, venía con grandes expectativas encima de sus hombros: ser de origen israelí, un tráiler espectacular, utilizar una visión en primera persona gracias a unas Google Glass, los entornos de la preciosa Jerusalén… Pues bien, todas las esperanzas puestas en esta producción han ido a unirse al resto de nuestras lamentaciones, debido al estado del género, justo al muro de las ídem. ¿Por qué? Básicamente estamos ante un peñazo de dimensiones bíblicas, otra narración sin sustancia. En pocas palabras: un muestrario de los grandes defectos del terror + “found footage”. ¿Existen cintas de estas características que sean eficaces? Sí, las menos, muy alejadas del caso que nos ocupa. El problema adicional es que aquí adolecemos de cualquier intento por construir una trama innovadora, dinámica al menos, aprovechando la genial idea subyacente. El Apocalipsis ha llegado y ha elegido el mejor momento y lugar, que vendrían a ser las vacaciones de dos pijas norteamericanas en Tierra Santa, los demonios atraviesan las puertas del infierno y se disponen a sembrar el caos: seres alados, los antiguos y gigantescos Nephilim (y no me refiero al Carl McCoy del Dawn Razor) y demás criaturas míticas. ¿Esto será lo que realmente veamos en pantalla? No. Intentando robar cutremente los trucos de “Cloverfield”, se esquiva la falta de presupuesto e ideas mirando hacia otro lado, donde suceden cosas muy poquito interesantes.
Su tráiler nos vendía horror épico, no cincuenta minutos de reloj donde no pasa nada, con personajes tan tristes que ni son odiosos. Todavía más doloroso: cuando llega algo de acción y tensión, o bien no interesa o no se ve con claridad alguna.

Son tantos y tan tópicos los errores cometidos por los hermanos Paz, debutantes para la ocasión, que me resulta difícil imaginar que a alguien le guste “Jeruzalem”. Supongo que los sectarios del “found footage” se tirarán a mi yugular aduciendo que le tengo inquina al formato. ¿De verdad? ¿Entonces por qué me trago casi todos los editados? De hecho, me parece un formato muy potente siempre que se maneje con estilo, difícil viendo el catálogo que ofrece este formato actualmente (¿más del 90% son mediocres?).
Por ejemplo, en “Jeruzalem” es un acierto que las grabaciones provengan de unas Google Glass, incluyendo sus distintas funcionalidades. Me ha parecido una idea genial, un detalle lleno de posibilidades. Desgraciadamente, aquí, sólo sirve para presumir de post modernidad, porque de nuevo, cuando la cosa se pone interesante, la filmación se convierte en un caos de oscuridad y formas donde no se entiende nada. Ya sabéis, cuando las cosas se ponen feas es el mejor momento para que las gafas se rompan o pierdan su conexión a Internet. Para ver un cuadro negro me quedo mirando la televisión apagada, lo que sintetiza la experiencia del último tramo de la película de los hermanos Paz (por cierto, algo de lo que van muy necesitados en Tierra Santa).
Otro detalle curioso sería la utilización de una enfermedad mental real, el Síndrome Jerusalén (cuando una persona llega a creerse un personaje bíblico), como añadido psicológico. Pero, ¿¡para qué sirve!? ¿¡Para contemplar a un loco en bicicleta saliendo de la nada!? Ver para creer.

Siguiendo la estela de esos errores típicos tenemos a los patéticos personajes presentados: pura carne de cañón. Al principio uno puede suponer ingenuamente que algunos detalles, como la trágica muerte del hermano de la protagonista, terminarán convergiendo en la trama para ofrecer un rico mosaico argumental o siquiera para justificar las acciones de los personajes. Entonad conmigo: humo. Caracteres a los que, por si fuera poco, tenemos que aguantar durante casi una hora haciendo tonterías que, lejos de aportar algo como preludio a un horror de cualquier tipo, vuelven a incidir en la horrible visión comercial del siglo XXI: ¿turistas cuyos únicos intereses son las mamadas y el alcohol? Si al menos la parte de sus correrías lúdicas hubiese durado sólo quince minutos… Si habéis visto ”Indigenous” ya sabéis de qué os hablo…

A estas alturas, queda claro que “Jeruzalem” es un cúmulo de promesas incumplidas, ¿y técnicamente? He de reconocer que los primeros compases son prometedores, en concreto un prólogo, con “exorcismo incluido”, que pone los dientes largos. Nos sometemos a una calidad de fotografía envidiable, una que realza y se favorecida cuando la trama se empieza a desarrollar en las calles de la vieja Jerusalén. A uno le entran unas ganas horribles de visitar tan bellos recovecos, llenos de historia y sabor. En ese aspecto, como panfleto turístico, la película cumple con creces, pero como cinta de horror/fantástica la cosa resulta muy frustrante. Ni los efectos especiales, pobretones y escasos, tienen nada que aportarnos. Las actuaciones, unida a la dirección artística, no me han parecido ni tan malas habida cuenta del penoso guión que nos han preparado los hermanos Paz. No es que destaquen unos actores a los que les falta mucha carrera – justo estoy viendo actualmente la serie “Fargo” y eso sí es un recital de interpretación -, pero la única actriz conocida, Yael Grobglas (“Rabies”), es soportable, que ya es mucho. Claro que, como buen correcalles que se precie, cuando llega ese Apocalipsis, que comentábamos, todos los personajes se ven reducidos a un amasijo de gritos histéricos y decisiones irracionales. A este último respecto, todo es un tanto ridículo; a pesar de que una de esas decisiones, rescatar a un amiguete de una institución mental, ofrece lo que quizás sea la única escena destacable en cuanto a tensión… y es que los psiquiátricos siempre acojonan mucho.

Por si acaso alguno piensa que “Jeruzalem” tiene algo que ofrecer a nivel religioso, en el sentido de diseccionar los miedos de la humanidad a través de sus creencias, lo lleva claro. Todo muy tibio, refrendando esa sensación propagandística de una oficina turística israelí.

Concluyendo, una castaña pilonga que no gustará ni a los amantes a ultranza del “found footage”. Una que duele un poquito de más por los elementos subyacentes que se han desperdiciado de la manera más tonta. Me queda una duda: ¿se atreverán a continuar esta película como una saga? Creo que no le está yendo mal en el mercado doméstico. Entonces, ¿sabrán evitar estos errores primerizos? Esperemos que la próxima vez que accedamos a cine exótico lo hagamos con más éxito. Este bodrio: evitarlo.