El cadáver de Anna Fritz

Nueva reseña de cine español al borde del aprobado. En su defensa diré que, aunque para mí es una propuesta suspensa, mucha gente disfrutó de lo lindo con El cadáver de Anna Fritz, cinta que prometía altas dosis de incomodidad y transgresión. Al final la cosa no fue para tanto y pese a un punto de partida realmente interesante y arriesgado, la película termina por ser un ramillete de ideas desaprovechadas y ejecutadas de forma simplista.

Nuestra mega estrella patria Anna Fritz acaba de fallecer y su cuerpo se encuentra pendiente de autopsia en los sótanos de la Morgue del hospital en el que trabaja Pau. Incapaces de resistir la tentación de ver su cuerpo desnudo, Pau y dos de sus colegas se colarán en el depósito y entre bromas y cocaína terminarán por cruzar la raya (nunca mejor dicho) que separa la gamberrada de la violación. Desgraciadamente Anna no está tan muerta como parece y su despertar creará dilemas morales y conflictos entre los amigos.

Hace falta un guionista muy bueno para hacer creíbles situaciones extremas. Hay que dibujar muy bien a los personajes y presentar excelentemente la psique de cada uno de ellos para que el espectador pueda entrar en el juego en el cual una juerga se termina por ir de madre. Existe también la opción de mantener al personaje en la penumbra narrativa y que sea el público el que construya el bagaje que le lleva a actuar como lo hace (un ejemplo excelente y próximo a este film sería el de Deadgirl), pero The corpse of Anna Fritz carece del talento en su texto para hacer creíble su prólogo, y su narración de la secuencia completa de acontecimientos es de una teatralidad forzada tal, que nos obliga a aceptar la premisa en vez de sumergirnos en ella.

Very Bad things o Acusados, por ejemplo, sí que sabían presentar el desfase y el exceso como motor de una acción transgresora y difícil de comprender para el que se sienta frente a la pantalla. En el caso de la cinta de Peter Berg, el delito crea, como en Anna Fritz, un desgarro moral que termina en una locura que puede convencer más o menos, pero que funciona. En la que nos ocupa, que dirige Hèctor Hernández Vicens, somos nosotros, el público, los que tenemos que tragar, de forma indulgente, las incongruencias si queremos pasar algo próximo a un buen rato. Decisiones como que el único que no se mueva furtivamente por el hospital sea el que va vestido de celador o la falta de capacidad de reacción de nuestra heroína son sólo dos ejemplos de las aristas poco limadas que nos ofrece El cadáver de Anna Fritz.

Tampoco brillan los cuatro actores del film, sus interpretaciones son simplemente correctas y en los momentos de locura e ira, donde tendrían que echar el resto, es donde se aprecian más sus limitaciones. Pero tal vez uno de los aspectos más chirriantes del film sea su protagonista, Anna Fritz. Dibujada en la introducción a la historia como una diosa de carne, una superestrella de cine, objeto de deseo de miles de fans; cuando destapan el cuerpo nos encontramos a la adorable Alba Ribas encarnando a la Diva. Alba es preciosa y su interpretación está varias cabezas sobre la del resto del elenco, pero simplemente no es la diosa de celuloide que tendría que ser y su desnudez en pantalla no incita a la lujuria necesaria como para volver locos a sus tres violadores.

Como en todas mis reseñas recojo mi opinión personal, al finalizar su proyección se escucharon aplausos entusiastas y algunas personas no han dudado en calificar esta cinta como de lo mejor que dio de si el pasado Festival de cine de Sitges… Yo no soy de ese sentir y creo que estamos ante un ligero ejercicio de suspense que carece del músculo y el afine necesario para llevarse al público de calle. Aplaudir, en cualquier caso, su valor a la hora de filmar algo tan difícil como una escena de necrofilia de semejante intensidad.