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Cherry Tree

Zumo de cerezas, odio el zumo de cerezas

Cherry Tree

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 1.5/5

El mundo de Faith se derrumba al enterarse de que su querido padre se está muriendo. Cuando la misteriosa Sissy hace acto de aparición, se convierte en la figura maternal y protectora que tanto necesita, poco sospecha Faith que Sissy es la líder de un aquelarre de brujas de siglos de antigüedad, capaces de utilizar el fruto del cerezo en un antiguo ritual secreto que devuelve la vida a los muertos.

Lógica, sutileza e inteligencia son términos que están a años luz del núcleo de “Cherry Tree”. Sobre el papel, una mala mezcla de “Jóvenes y Brujas” con “La Semilla del Diablo”, producto de una tarde en la sala de montaje para el olvido. Otro fracaso narrativo que añadir a la larga lista de películas de terror sobrenatural modernas que vejan el género con una obvia falta de talento y un tremendo desconocimiento de los mecanismos básicos del miedo, siquiera del lenguaje cinematográfico. Además, esta falta de dirección, de la cual su director, David Keating, es el máximo exponente, se ve agudizada por un presupuesto tan limitado como mal aprovechado. Y podríamos seguir desgranando sus defectos hasta construir el decálogo de cabecera que enumerase todo lo que no hay que hacer en una película; por salvarse, ni se salva una banda sonora anti climática y molesta.

Dividida en tres partes casi capitulares, “Cherry Tree” presenta un planteamiento lento, aunque con ciertos tintes morbosos muy aprovechables; un nudo confuso donde la falta de profundidad de los personajes termina por dinamitar cualquier intento de contar una historia con pies y cabeza, quedando los miembros del aquelarre como meras figuras en segundo plano; y, finalmente, un desenlace cuya mejor definición sería: “Clive Barker pasado por la túrmix del cine casposo”. El tramo final nos regala abundante y barato gore, un intento de congraciarse con el fan del cine de terror que llevaba una hora larga viendo tonterías a diestro y siniestro. Pero este tipo de resolución física, deudora del cine de video club de finales de los ochentas, sigue sin tener sentido alguno, culpa de un guión que abandona cualquier viso de veracidad en pro de ofrecer terror fácil y rápido compuesto por un poco de látex y sirope de frambuesa. Afortunadamente, el público no es tonto, y “Cherry Tree” ha acumulado malas críticas allá por donde ha pasado, todas ellas merecidas.

La trama se desarrolla alrededor de una joven adolescente normal y corriente, Faith, una chica irlandesa que tiene que lidiar con la leucemia de su padre, terminal en este caso. En la introducción, mediante textos, se nos advierte del aquelarre de brujas que poblaba antaño el pueblo donde ahora vive Faith, y en especial de una de ellas, cuyo mayor deseo fue dar a luz, utilizando a una virgen como vehículo, al hijo de Satán. Además, este grupo de cachondas se reunía bajo las raíces de un cerezo infernal, lo que promueve el mejor escenario de la cinta. Buen ejemplo de la estupidez que azota al guionista de turno, Brendan McCarthy, reconocido productor irlandés, reconocido escritor de bodrios, sería la forma de conectar esta información con un prólogo, donde conocemos las actuales actividades brujeriles del pueblo asistiendo a ellas, y luego volver a hacer hincapié en la misma historia mediante la exposición de un trabajo por parte de un estudiante del instituto de Faith: quince minutos para contar lo que ya sabíamos gracias a cuatro carteles antes de los títulos de crédito.

Nuestra protagonista no tardará en encontrarse con la bruja más bruja de todas las brujas, cuya figura ha sido convenientemente resaltada en los minutos previos al encuentro. Sin mediar ningún tipo de seducción, juego importante en esto de la brujería, o desarrollo de una dependencia psicológica, Sissy, que así se llama la arpía de turno, desvela su pasado a la víctima potencial y le propone un trato irrechazable: curará la leucemia de su padre a cambio de que ésta le ofrezca el fruto de su vientre, pues en su decimosexto cumpleaños quedará embarazada.
Dejando a un lado la precocidad sexual de las jóvenes irlandesas, aquí tenemos el ejemplo más sangrante de ese guión hilado por los pelos. Faith tarda poco menos de dos minutos, tiempo de metraje, en aceptar la oferta de una obvia adoradora de Satán. ¡Con dos huevos! Es decir, un libreto que ni nos explica porque la joven es huérfana de madre, elemento que podría haber dado mucho de sí, se regocija lanzándonos a rituales descafeinados sin esforzarse por crear un mínimo ambiente. De esta forma, como espectadores, nos es imposible implicarnos en una historia claramente editada con los dedos de los pies. Pues el menguado argumento avanza a trompicones, quitándonos una información que debería estar ahí. Señal de estos desmanes con el corta y pega sería la nula reacción de los personajes ante los fenómenos sobrenaturales que acaecen frente a ellos, nadie se inmuta por nada, ni siquiera Faith alza una ceja cuando ve resucitar a su padre. Y sin ser esa apatía débito de los actores, ya os digo que es principal reflejo de un guión vago como pocos, estos lucen poco interpretando unos papeles bastantes sencillos en definitiva.

Naomi Battrick ejerce de Faith con cierta solvencia en los primeros compases de la película. Su rol es el de provocar ternura y empatía en el espectador, cuando casi logra su objetivo al arrancar el metraje, todo se deshace gracias a la perturbadora presencia de su bruja particular, una Anna Walton, mucho mejor de princesa elfa en “Hellboy II”, que desmorona cualquier cimiento de sensualidad que se le suponga a una encantadora moderna. La mujer se esfuerza, el hecho de que muestre los pechitos sería harina de otro costal, pero las circunstancias la superan y terminan por destruir su frágil aureola de misterio. Finalmente, entre los actores principales, encontramos al tercer vértice de este triangulo del despropósito: al británico Sam Hazeldine, que, pese a contar con mayor experiencia que sus compañeras, anda más perdido que un palomino en el culo de Angelina Jolie.

Pero quien debería hacer un examen de conciencia profundo sería su director. David Keating, ya probó suerte con “Wake Wood”, del mismo equipo, para la Hammer. Lo hizo con unos resultados muy superiores, y tocando además el mismo tema: la resurrección a través del culto al diablo. Aquí se ha concentrado en los planos cerrados con una dedicación enervante, ¿por qué tantas y tantas tomas de ciempiés y cerezas? Sobredosis de macroobjetivo para un insecto y un fruto cargados de simbolismo, muerte y vida, precisamente ese que destroza Keating al hacer de su presencia un abuso capaz de saturar al más indulgente. Por mucho que intente enmendarlo en ese estridente final lleno de sangre, pieles desgarradas, decapitaciones y demás, la película había perdido el rumbo muchos minutos atrás, quizás cuando asistimos a la primera vez de nuestra tierna protagonista.

Resumiendo, incluso un amante del terror sobrenatural como un servidor, más si hablamos de figuras ligeramente marginadas en el panteón de las criaturas de la noche, ha tenido problemas para terminar de ver una cinta carente de solvencia. Siempre es bienvenido contemplar en pantalla el horror de la carne en su expresión más macabra, pero eso no esconde un guión lamentable. Peor aún, una producción tratada con prisas y poco cariño. Una pena, porque alguna idea interesante, ese escenario subterráneo lleno de raíces, podría haber dado más de sí.

PD: Atención al epílogo, disfrutadlo como si fuera el último día de vuestras vidas…

Lo mejor: Los ciempiés.

Lo peor: Actuaciones, edición, guión, continuidad...


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