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Ghost, The Cinderella

El Óscar a mejor asesinato va para...

Ghost, The Cinderella

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3/5

Un actor creído y mal nacido atormenta a sus compañeros de rodaje hasta que un “accidente” se lo lleva por delante. Queridos fans, no os preocupéis, no tardará en volver dispuesto a repartir justicia con su afilada macheta.

Hace más de un largo lustro que conocí de la existencia de este slasher sobrenatural tailandés gracias a una noticia salida de la pluma de Joan Lafulla, en esta vuestra página. Lo cual, aparte de su apopléjico y exagerado tráiler, se convertía en un punto de interés adicional, pues que mi buen amigo se haga eco de producciones orientales no suele ser moneda de cambio común. A esta información se unía la promesa de un estupendo banquete gore servido por jovencitas de buen ver. El resultado final, siempre por debajo de lo prometido, no ha estado mal, dejando a “Ghost: The Cinderella” en una buena posición dentro del cine casposo. Ya que, de bajo presupuesto y divertidas limitaciones artísticas, no esperéis encontrar valores de calidad en una película que tan sólo intenta entretener a la platea joven y descerebrada. Claro que los más talluditos sabrán apreciar los guiños a, por ejemplo, “El Silencio de los Corderos”, así como de una acertada sátira a costa de la industria del cine de terror, para un servidor lo mejor del metraje.

Me quedo con las palabras de un productor, cabrón como no podía ser de otra forma, al cual se la sudan los premios que posee en el mercado independiente el director del proyecto, para más inri galardonado en cuanto a obras dramáticas. “No te he contratado porque me gusten tus películas, que ni siquiera las he visto, lo hago porque tienes cierto estatus. Pero olvídate de rodar un drama romántico, quiero una película de fantasmas, es lo que da dinero en la taquilla”, dice muy acertadamente. Ya, todos sabemos que la realidad es una hija de puta, hablo especialmente en lo que refiere a los creativos, pero ningún productor o editor lo verbalizará de cara a la galería. La genialidad es una cuestión de crédito y chupar pollas, esa es la verdadera historia de horror.

Con un arranque que dista a años luz de la sinopsis, pronto nos llevamos la primera sorpresa, porque el juego de “cine dentro del cine” dinamita con mucho humor cualquier concepción previa que tuviésemos acerca del argumento. Nos adentramos en el metraje de una película de horror sobrenatural donde el protagonista emana soberbia por cada poro de su perfecto cuerpo, secundado por su vitriólica madre, de tal forma que se convierte en catalizador de esta crítica introspectiva, ya atacando el cine de fantasmas de pelos largos de buenas a primeras. Él es un divo, y con sus comentarios llenos de bilis no dejará títere con cabeza en el set, y lo más gracioso es que tiene razón, pues el rodaje está lleno de bellezas descerebradas y técnicos atontados, claro que la viga en su propio ojo debe resultarle poco visible. A colación del juego meta ficcional que se establece, me gustaría señalar algo que me hizo suma gracia: lo mal que actúan los actores. En primera instancia parece que la inutilidad sea parte de los personajes, actores al fin y al cabo, pero a medida que van sucediéndose los minutos es imposible no reírse con esa estrella que se da aires de grandeza y en realidad trabaja peor que un borracho en la Feria de Abril, precisamente a la altura del resto del elenco, salvo una honrosa excepción, muy bien ubicada dentro del guion.

Se agradece que este planteamiento nos ofrezca una primera mitad distinta en cuanto a lo que nos tiene acostumbrado el slasher. La típica presentación de personajes transcurre con agilidad y un cinismo muy sabroso, merced a las miserias detrás de la pantalla grande. Por desgracia, se hace igualmente larga que otras películas de asesinos. Una duración de ochenta minutos de la cual más de la mitad nos prepara para la aparición del psicópata que, obviamente se hará cargo de los integrantes del rodaje. Una de cal y otra de arena, porque el leitmotiv tras esta aviesa figura es la agradecida venganza del más allá, revestida de más comicidad:
El divo de mal temperamento tiene un fuerte encontronazo con el resto del equipo cuando filman exteriores en una preciosa isla. Como resultado del enfrentamiento, el protagonista acaba hecho pedazos tras un atropello accidental auspiciado por sus compañeros, más que hartos de sus maneras. Pero resulta que la madre del fallecido es una practicante de magia negra, dando lugar con sus pérfidas artes a la resurrección de su querido retoño. Así, el cuerpo cosido a retales de la otrora fulgurante estrella persigue a los participantes en su antigua película porque lo han sustituido con un actor secundario, la cenicienta del título.

Llegados a este punto, la película se convierte en el clásico slasher con un montón de fallos de continuidad e incoherencias, así como ciertos gags cómicos de muy baja estofa, marca de identidad de la filmografía tailandesa. El que suscribe porque es muy aficionado a la escatología y los chistes infantiles, pero las luminarias intelectuales de Sundance se arrancarán los ojos con una escena sacada del peor repertorio de los Morancos.
No todo iban a ser malas noticias, el diseño del asesino de marras es más que sugerente, y sus ademanes mecánicos ayudan a reforzar una sensación de pesadilla muy convenientemente auspiciada por la ubicación donde se desarrolla la matanza: un hotel tan exótico como bonito. Añadámosle a la mezcla esas gotas de gore cafre y artesano que identifican hasta al slasher más básico, además muy bien justificada su puesta en escena gracias al argumento. Finalmente rematemos el pastel con una guinda de lozanas actrices prestas a lucir sus esculturales curvas frente a la macheta de su ejecutor. Entiendo que muchas de nuestras lectoras consideren este espectáculo sexista, no lo negaré, pero tampoco me sentiré culpable por disfrutarlo. Otra cosa sería aceptar la comicidad inherente que inunda la vorágine de muertes, orquestada y montada con bastante desorden, por mi parte he decidido tomármelo como algo premeditado, parte del viaje en una atracción de ferio oxidada y desvencijada.

En cuanto a lo técnico cabe destacar la horrible música que aumenta las cotas de caspa hasta límites apenas soportables por seres humanos cuerdos. Desde luego el consumo de opiáceos se presenta indispensable para meterse de lleno en la fiesta. Apenas conocemos detalles de su director, un tal Sarawut Intaraprom, que ya practicase el terror con “Snow White”. Interesante su afición por el lado oscuro de los cuentos clásicos, más interesante su forma de no sacarle partido.
Será únicamente al final, cuando el poder de actuar se revela como el arma definitiva contra los estúpidos espíritus redivivos, que podremos disfrutar de la única interpretación coherente de todo el metraje. Y lo haremos de manos de Anchalee Saisoontorn (“Wonderful Town”), que curiosamente es la “coach” del ceniciento del cuento, su hada madrina. No obstante, alargar la conclusión de la forma a la que asistimos sobra descaradamente. De nuevo podemos hacer extrañas conjeturas con esto del meta lenguaje, pero la realidad es que “Ghost: The Cinderella” se disfruta en clave de cine casposo, las metáforas y dobles lecturas se evaporan cuando un “cadáver” se dedica a disparar flechas a diestro y siniestro.

Disponible con subtítulos en inglés, si sabes buscar bien, estamos ante una joya menor de ese planeta tan distante, fascinante y aburrido como es el cine basura. Ahora te toca elegir el rumbo de tu nave, pero te aviso: el universo es circular. ¡No te pierdas!

Lo mejor: Su parte satírica, un insulto casposo al cine de terror.

Lo peor: Su parte slasher, salvo el gore puntual, flojea y se torna demasiado cómica.


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