Hush

No hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que Hush es sinónimo de mediocridad. Es como un aborto, no previsto ni anunciado. Y lo más curioso de todo es que ha funcionado; su premiere en el SXSW ha sido todo un éxito, cosechando muy buenas críticas, logrando su comercialización en la plataforma NetFlix y un estreno en VOD a nivel internacional. ¡Sorprendente!… para una producción tan cutre. Imagino que el plus “del director de Ouija 2” y de esa película que nadie sabe cómo c*** lo hizo pero se embolsó 27 millones de la nada, titulada Oculus, fueron motivos suficientes para que la suerte se le pusiera de cara.

Mike Flanagan, director de Hush, en varias entrevistas concedidas en el marco del SXSW a diversos medios, como la que leí en DC, admite que la película se rodó en un periodo de corto breve, con poco presupuesto y bajo mucha presión. Obviamente no parecen las mejores condiciones para afrontar ningún proyecto, pero siempre es de agradecer que los directores con cierto renombre, por mucho que tengan que meter el turbo, se esfuercen por ofrecer un mínimo de calidad. Puede que Hush tenga calidad suficiente como para mantenerte interesado durante 80 minutos de visionado, aunque su impacto sea de un calado similar al de un telefilm de antena 3. La primera frustración del viaje la encontramos en un inicio tan empático y potente como estúpido, sustentado en lo desconocido de una situación extraordinaria. Pero el verdadero problema de Hush se encuentra en que las intenciones y los esfuerzos de Flanagan y Kate Siegel por emular a la teniente Ripley, son tan disparatados y previsibles que arruinan el resto del filme. Vamos… un autoengaño.

El estilo y el uso de la oscuridad que Flangan le otorga a la película recuerdan al Tú eres el siguiente de Adam Wingard, quien supo imponer su propia voz y talento al género del home invasion, más allá del debate de si el resultado final era demasiado mainstream o no. Flanagan, por su parte, se dedica a fotocopiar los aciertos de Wingard; sella su nombre al producto y se limita a esperar el movimiento del contrincante para copiarlo. Por supuesto también encontramos varios aciertos en Hush: Flangan hace gala de sus aptitudes a nivel técnico; conoce sus recursos (escasos), sabe explotarlos y se la suda por completo no tener ni pizca de la más mínima personalidad. Por momentos su película se mantiene inteligente y angustiante… y lo sabe. Esa es su única baza, disfruta con ella y también lo hace el espectador. Pero no por ello podemos ocultar la realidad de su vaga dirección y factura de telefilm. Creo que Hush merecía un poco más viniendo de alguien con tanta imaginación y tan buena mano como Flanagan.

He visto Oculus, vi Absentia, y ambas me gustaron (a pesar de que sigo sin explicarme cómo la primera recaudó toda la pasta que llegó a recaudar). Puedes amarlas o aborrecerlas; pero esa mezcolanza de géneros, y el juego con los lugares y objetos inanimados las hacía frescas, incluso tendenciosas. Hush es la apostasía de una marca propia a cambio de un entretenimiento trivial sin personalidad, como un horrible desteñido en una camisa blanca… lineal, poco ocurrente, explotada hasta el límite de la saciedad y fácilmente vendible al mejor postor. Un título que pasa por tus ojos y que rápidamente se desvanece (como la primera parte de la saga Ouija, cuya secuela veremos este otoño). Nada en especial.