The Darkness

El pequeño Michael regresa de una excursión al Gran Cañón con algo más que su autismo: cinco piedras malditas que llevaran el sufrimiento y la oscuridad de los antiguos indios americanos a su hogar. Las manifestaciones sobrenaturales, achacas en primera instancia al comportamiento autista del pequeño, terminan por alarmar a sus padres, que deciden optar por la ayuda espiritual de dos curanderas.

Suben las temperaturas en España, la llegada del verano es inminente y las terrazas se llenan de gente con ganas de invertir su tiempo de ocio tomando cervezas a la fresca. Las piscinas y las playas esperan a sus visitantes con los brazos abiertos. Las clases terminan y las excursiones, con la menor cantidad de ropa sobre las febriles pieles, se ponen a la orden del día. La luz del Sol es la mejor excusa para los paseos por el parque, la tibia nocturnidad la mejor para los rituales de apareamiento. Hay tantas cosas por hacer, sí, tantas, y cualquiera es infinitamente mejor, sí, infinitamente mejor que perder hora y media con “The Darkness”. Si con el buen tiempo y los esbeltos cuerpos expuestos ya cuesta elegir una película para quedarse en casa, peor se pone cuando la elección en cuestión es completamente errónea: me he aburrido con “The Darkness” como hacía tiempo, todos los pecados del cine comercial convertido en celuloide.

A pesar de una realización, plantel de actores y presupuesto consecuentes a una película cuyo objetivo es el estreno en salas comerciales, “The Darkness” se ve demasiado afectada precisamente por tener ese objetivo. Hablamos de un proyecto que sólo intenta seguir sacando tajada de otros éxitos de “Blumhouse”, productora de tapadillo para la ocasión, así de malas han sido las críticas. Tópica, predecible, cliché, convencional, líneal… los peores adjetivos que una obra de entretenimiento debería soportar sobre sus hombres. Sí “Insidious” no es más que una puesta al día de “Poltergeist”, ¿qué es “The Darkness”? ¿Su versión cutre?

“The Darkness” sigue al dedillo los parámetros, tiempos y estructura narrativa de la famosa cinta de Tobe Hooper: Una familia acomodada; una bonita casa de dos plantas, fenómenos extraños, las barreras psicológicas frente a las apariciones de ultratumba, exorcismos infructuosos, maldiciones indias… Por supuesto, rodado sin energía, con el tedio de quien sabe que está creando el enésimo pastiche de una forma de ver el terror que se hunde en sí misma. Sí, “The Conjuring 2” volverá a ser un éxito de taquilla, pero a los aficionados de corazón nos abure este revival de terror urbano, dramático e inocuo. Niños que hablan con entidades de otro mundo mientras sus padres no los creen; adultos intentando superar su escepticismo cuando hablan con algún exorcista moderno; encantamientos transmitidos de casa en casa… ¡estoy hasta la polla! Sé que es el tuétano del género de casas encantadas, al que me lanzo siempre que tengo ocasión, pero suplico un mínimo de originalidad cuando me cuentan la misma historia por enésima vez.

En “The Darkness” los acontecimientos se prevén con enorme facilidad: ¿una nueva amiga imaginaria que afecta al comportamiento del niño autista? ¿Malos olores? ¿Animales actuando de manera extraña? ¿Ruidos en la noche? ¿Un documental de “YouTube” sobre una antigua maldición india? Todavía alucino pepinos de que su director sea Greg McLean, creador de “Wolf Creek”. Por cierto, él asegura que la historia está basada en hechos reales que le sucedieron a una familia amiga. Mucha hierba, McLean, las que te has fumado con los otros dos guionistas para perpetrar este aborto. ¿Tres tíos para una guion que parece el de “Poltergeist” sólo que con los nombres de los protagonistas cambiados?

Los “Anasazi” son una legendaria tribu india que desapareció misteriosamente de su asentamiento en el cañón de Colorado hace muchos siglos, dejando tras de sí leyendas sobre adoración a malignos demonios y similares. Y ellos son el punto de partida para la trama sobrenatural de “The Darkness”, pues el hijo de la familia se lleva de una visita familiar al Gran Cañón unas piedras que se supone que encierran a demonios “Anasazi”. Esto se nos explica una y otra vez durante la película, no sea que perdamos el hilo, añadiendo de fondo algún detalle dramático, que rápidamente es olvidado por los propios protagonistas, para que la película pueda presumir de una profundidad que no tiene: hijas bulímicas, madres alcohólicas, padres adúlteros e hijos autistas. ¡Qué falso y qué superfluo! Pero al igual que estos detalles enseguida se diluyen, el puñado de personajes secundarios que participan de la historia también lo hacen, demostrando la falta de cuidado a la hora de construir una atmósfera mínimamente sólida. Sed testigos del patético exorcismo de unas médium latinas, como no podría ser de otra forma, exotismo racista, lo más parecido a un indio que pudieron encontrar rápidamente los encargados del casting.
No me detendré más a criticar el maldito guión, creerlo si queréis: la historia os la sabéis de memoria.

En cuanto a los apartados técnicos también encontramos mucha falta de personalidad. Otra mierda genérica que se rueda con cierta calidad, porque alguien puso un dinero que mejor estaría invertido en obras sociales. La escena del clímax no anda mal provista de efectos especiales, no avergüenzan tanto como los de otras producciones menos costosas e igualmente sosas, sólo que aquí el despliegue se convierte en algo hiriente, por aquello del gasto innecesario.
Igual de anquilosados lucen los actores. Increíble si tenemos en cuenta que el protagonismo recae en dos actores de sobrada experiencia y una capacidad laboral digna de mención: Kevin Bacon y Radha Mitchell, intérpretes solventes que aquí andan bastante acartonados. En especial Bacon que, obviamente, una vez leído el guión vio una oportunidad fácil de ganar dinero, no premios. Muy poca credibilidad…

Resumiendo, queda claro que con el día tan esplendido que hace allá fuera no merece la pena dedicarle más tiempo a este bodrio llamado “The Darkness”, prefiero pasear con los pies descalzos sobre brasas ardiendo. Sólo espero que no “The Darkness” sea estrenado en cines españoles, porque sería insultante ocupar tiempo de proyección con este bodrio cuando otros proyectos, más viscerales, se ven olvidados y relegados en una cartelera que de terror sólo ofrece fotocopias cada vez más y más gastadas.

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