Expediente Warren: El caso de Enfield

Pertenezco a la minoría de espectadores a los que las primeras andanzas de los Warren les dejó fríos (lo cierto es que me aburrí bastante). Así que acudí con pocas, o ninguna expectativa, a esta secuela convencido de que me iba a encontrar más de lo mismo… y lo cierto es que así fue. Pero James Wan es un tío muy listo y ha decidido afinar y apretar las tuercas a todos los aspectos que gustaron en la primera entrega y tengo que confesar que a mí me funcionó de maravilla. Cierto es que la mayoría de la gente opinó que el listón había bajado un poco (milímetros)… pero es que el factor sorpresa se había perdido y el matrimonio protagonista, en esta ocasión, exhibe un amor y ensalza un altruismo ultra católico chirriante. Pero también es cierto que el estilo del director ha sofisticado aún más su técnica para los sobresaltos (incorporando efectos digitales) logrando que la platea estalle en gritos en muchos instantes.

Los Warren acuden a Inglaterra al auxilio de una familia acosada por una extraña entidad que parece haberse cebado en Margaret, la mayor de las 4 hijas. Las sospechas de que se pueda tratar de un montaje sobrevuelan constantemente, también el miedo de que se cumpla una de las premoniciones de Lorrein en las que contempla el fallecimiento de su marido Ed. Si sumamos a todo esto una terrorífica monja y un juguete infantil con muy malas pulgas tendremos el terror asegurado.

Sustituye a la malvada Anabelle un praxiloscopio antiguo con una animación de una suerte de hombre del saco. Una madre separada en lugar de un feliz matrimonio. Una casa adosada en vez de una casa de campo. El árbol del ahorcado por una mecedora. En la trama secundaria centramos la amenaza en él y no en ella… y añadimos a la fórmula un poco de Insidious con visiones astrales y oníricas y una terrorífica monja haciendo las veces de presencia malvada y… voila!: ya tenemos otro bombazo rompetaquillas.

Expediente Warren: El caso de Enfield es puro entretenimiento: tras cada susto un chascarrillo simpático para descargar la tensión y vuelta a empezar; valores familiares y ausencia de sangre para no desviarse del camino mainstream, y el convencimiento subconsciente del espectador de que, no importa lo mal que estén yendo las cosas, al final el bien prevalecerá y se solucionará todo. Y vaya si funciona bien en esta ocasión: Wan abre la cinta con una genial recreación de los crímenes de Amityville y una vez tiene atrapado al público se lo lleva a contarles la nueva história que se basa en el caso documentado de Enfield.

Resulta curioso el contraste a la hora de abordar el mismo suceso de esta cinta con la miniserie británica The Enfield haunting y me alegro de decir que ambas películas se complementan sin hacer sombra una a la otra.

Igual que en la primera entrega el director se vale de un sensacional reparto que, además, maneja con maestría. A Famiga y Wilson se les suma para la ocasión Frances O’Connor como matriarca de la familia, Simon McBurney como el investigador británico Maurice Grosse y dos sensacionales actrices en papeles menores como son Maria Doyle Kennedy y Franka Potente. También tenemos al español Javier Botet en un personaje que recuerda y mucho al Babadook en versión anoréxica… Pero los grandes protagonistas de la cinta serán nuevamente los niños: los cuatro críos son adorables visualmente y logran un trabajo sensacional que hace que el espectador empatice completamente con el pavor de las amenazas a las que se enfrentan.

Como mencionaba al comienzo uno de los aspectos más negativos de la cinta es precisamente la pareja protagonista: su carácter bondadoso hasta el extremo, su altruismo y apuesta por los valores tradicionales resulta tan remarcado y reiterativo que termina por generar, al menos en mí, rechazo. Y su aparición en la trama elimina en gran medida la sensación de amenaza, ya que su historia intercalada en la de la trama principal tiene mucho menos gancho. Tampoco sé si será del gusto de todos los trucos que se saca de la manga Wan para justificar algunos sobresaltos (atención a la engañifa del cuadro). Pero si desde luego te gustó su primera parte vas a pasarlo bomba de nuevo. Si no te gustó, como en mi caso, no pierdas la esperanza porque todo lo bueno se ha mejorado… o casi y, si no, siempre se pasa un buen rato viendo el terror reflejado en el resto de los espectadores.