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Shortwave

Asir la llave del universo

Shortwave

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

“No lo sabes. Pero en seguida lo vas a saber.
Mírame, escucha lo que voy a decirte.
¿Crees que tienen realidad las nociones de espacio, de tiempo y de magnitud?
¿Supones que existen cosas tales como la forma y la materia?
Pues yo te digo que he alcanzado profundidades que tu reducido cerebro no es capaz de imaginar. Me he asomado más allá de los confines del infinito y he invocado a los demonios de las estrellas. He cabalgado sobre las sombras que van de mundo en mundo sembrando la muerte y la locura. Soy dueño del espacio, ¿comprendes?”
Desde la tumba, H. P. Lovecraft.

Con Shortwave queda demostrado que no hay nada más eficaz que un buen exordio con el que enganchar al espectador. Lo que me recordó, y mucho, a la primera vez que visioné Saint Ange (El Internado, Pascal Laugier, 2004) que, de hecho, no tiene reseña en Almas Oscuras… de momento. Ambas películas son de ritmo pausado, contemplativas, con puntuales momentos de terror —más escasos que abundantes—, y sin embargo ambas no dejan de resultar igual de interesantes. En el caso de Shortwave se opta por un inicio inesperado y rematadamente angustioso que nos adentra y nos atrapa en la tragedia con la que lidia Isabel (Juanita Ringeling). Vale que al final es una cuestión de preferencias, pero Shortwave ofrece un claro ejemplo de cómo golpear duro en menos de tres minutos; y todo ello contando con la única baza de una tremebunda actuación de Juanita Ringeling.

Al igual que sucedía en From Beyond, relato corto de H.P. Lovecraft del que se esgrime el guión de Ryan Gregory Phillips, la historia empieza con la premisa del experimento radiofónico que tiene como objetivo intentar descodificar ondas cortas de origen extraterrestre. La gracia del asunto es que uno de los investigadores y su pareja se trasladan a vivir a la casa donde se realiza el estudio, y a partir de entonces surgen diversos añadidos… o mejor dicho, “idas de olla”, pues cada vez que Isabel, la protagonista, se expone a las transmisiones que estudia su marido, comienza a tener lo que ella misma define como visiones.

En primera instancia, la historia es sumamente interesante desde la perspectiva de la tortura psicológica, metiendo el dedo justo en la yaga de una mujer que ha intentado suicidarse por no ser capaz de traer de vuelta a su hija. SPOILER El intríngulis de la cuestión reside en que Isabel está empecinada en creer que los delirios que sufre son visiones sobre recuerdos reales del pasado que pueden ayudarle a traer de vuelta a su hija, pero la realidad es que son espejismos generados por extraterrestres que pretenden abducirla por medio de su mayor debilidad FIN DE SPOILER. Vale, reconozco que la idea es alucinante, salvaje y demente, pues por medio de la destrucción psicológica intentan aprovecharse de la infeliz mente de Isabel. Pero Shortwave es así, hay momentos en los que logra sacar de quicio y peca de cursi en más de una ocasión. La razón por la que brilla y acaba posicionándose como una propuesta sólida, es porque va a por todas en su tramo final. Se lo lleva todo por delante, y esto solo puede impactar cuando previamente has perdido minutos desarrollando bien a los personajes. Desde luego no niego que le haga falta un buen recorte de minutos, de prescindir de planos sin sentido y de rebajar el nivel de onirismo, al tiempo que se aumenta la dosis de locura extraterrestre… que no deja de ser nuestro objetivo final. Aunque, personalmente, aquello a lo que doy mayor relevancia es a que Shortwave nunca soltó mi mano; finalmente resultó que había originalidad e interés suficiente para hacer que el viaje mereciera la pena. Y después de tener que tragarme inmundicias de la talla de The Possession Experiment (Scott Hansen, 2016), Shortwave lo hizo: consiguió sacar a relucir mi vena más visceral para hacerla añicos.

Voy a detenerme por un instante en el mencionado tramo final de la película. Al igual que sucede en la mayor parte de los bautizados como “body horror”, es muy habitual encontrarse con lo que yo denomino, de una manera prosaica, como “la matanza”; es decir, aquella secuencia, que linda con los créditos finales, en la que nadie sabe cómo pero la acaban cascando —con o sin sentido— todos los personajes presentados previamente. Es un giro que puede gustar o no; la mayor parte de las veces suele chirriarme por lo previsible y estúpidamente forzado que resulta. Pero, ATENCIÓN, porque en Shortwave esta secuencia es crucial para la trama, justifica en cierto modo todo lo acontecido hasta ese momento y, además, despliega una elegante hilera de escenas gore que alegran la vista, en concordancia con su belleza visual de facto.

Estéticamente Shortwave nos da una de cal y otra de arena. Entiendo que para hacer una película que se sumerge en el universo onírico de una mujer vulnerable hay que retorcer las tuercas, y lo cierto es que Shortwave las retuerce hasta extremos peligrosos, resultando una tortura psicológica tanto para la protagonista como para el espectador. Constantemente juguetea con alucinaciones, cursilerías, gritos, momentos hipsters (bastantes), sonidos estridentes, sonidos melódico… Una montaña rusa de idas y venidas que provocarán cefaleas a más de uno, a menos que se abroche adecuadamente el cinturón. Hay que poner el modo experimental en ON porque, de no hacerlo, os aseguro que Shortwave puede saturaros la cabeza mucho antes de haber desglosado toda su magia. De todos modos, dentro de esta vorágine de locura, la película no deja de ser impecable en prácticamente todos los sentidos, visualmente hermosa y excelentemente interpretada. Y atención porque desprende un erotismo muy sutil, sugiriendo, en todo momento, la desnudez sin mostrar un palmo de ella. Por supuesto, para conseguir triunfar en ese aspecto hay que saber seducir, y Ringeling tiene un máster en la materia: es sexy, frágil y guapa, lo que la convierte en la perfecta elección para realizar esta misión… e interpretar una perturbadora escena de onanismo.

Llevaba bastante tiempo sin ahondar en un filme, con sus merecidos spoilers, y dando mi más sincera visión sobre la historia. Así que en cierto modo es un placer ver que aún se siguen haciendo cosas capaces de dar cabida a tantos palabras y pensamientos como Shortwave. Hay que reconocer que sus numerosos excesos la perjudican; dedica buena parte de su metraje a planos contemplativos, luciendo fotografía y divagando en la mente de Isabel, pero en esta ocasión era necesario de alguna forma de este tropiezo para poder dar en la diana. Un altamente recomendable.

Lo mejor: la actuación de Ringeling es hipnótica y muy pasional. Sin ella, sería un bodrio terrible.

Lo peor: no deja de ser un filme con mucho potencial pero que podría haber sido muchísimo mejor.


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