The Neon Demon

Jesse es una joven modelo que llega a Los Ángeles y se adentra en el mundo de las modelos de catálogo y pasarela. Su enorme belleza atrae la atención de una maquilladora misteriosa y sus amigas también modelos. A partir de su primer éxito, la carrera de Jesse adopta un giro que haría las delicias de Jess Franco.

Vaya, se están vertiendo ríos de sangre con la última película de Nicolas Winding Refn, “The Neon Demon”. El director danés arrastra todo un séquito de incondicionales que veneran cada nuevo trabajo suyo como si redefiniese el cine actual y el venidero, pero por otro lado cuenta con los típicos detractores que atentan contra su persona debido a las piruetas visuales con las que gusta adornarse, gente a la que molesta la plasticidad sin razón aparente. ¿Es para tanto? ¿Es para tontos? Yo mismo salí encandilado del cine cuando pude ver “Drive”, thriller al que sus formas pausadas y empalagosas le sentaban fenomenal, gracias a una medida dosificación de la violencia y una banda sonora de escándalo… tras esto, sólo humo a mi parecer, pero debo reconocer que Refn es capaz de rodar lo que le salga del prepucio con una potencia estética muy, muy por encima de la media. Amor u odio, si acaso estás interesado en su provocadora visión de la industria. Por lo que a mí respecta me da bastante igual siempre que una de sus películas me entretenga. Y aquí llega esta “The Neon Demon”, la perla superlativa de su carrera, la supuesta revolución del cine de terror que iba a dejarnos a todos con el culo torcido gracias a su provocativa mezcla de estética “ultra hiper über modenna” y escenas erótico/grotescas.

Efectivamente, estamos ante una machada visual en toda regla, una locura de neones, colores pastel y Korg; menos gloriosa musicalmente de lo que esperaba, predecible en este aspecto. ¿Pero hay algo más? Quizás, honestamente no he sabido verlo o no he tenido muchas ganas de hacerlo. El argumento, decían, era un tsunami de vitriolo que iba a barrer el mundo de la moda. Que si una metáfora existencialista, un ejercicio filosófico sobre los peligros de la frivolidad imperante en la sociedad. Curioso, porque en lo que discurso refiere no puedo dejar de sentir que esa misma burbuja de superficialidad es todo lo que reviste a “The Neon Demon”. Me niego a seguir la vía de pensamiento que justifica este distanciamiento emocional, los personajes alcanzan puntos de alienación que ni Rajoy, como el reflejo, precisamente, del mundillo que retrata. Lo veo antes como un amaneramiento en el que Refn se refugia para dedicarse a construir sus secuencias epatantes abandonando lastre argumental. La experiencia sensorial es apabullante, imposible aislarse del barroquismo que impera cada segundo de esta película, pero al final de la jornada no he podido acordarme de ninguno de sus personajes, tan artificialmente interpretados.

No me veréis dando palmas de contento por haberme tragado una película de dos horas en la que durante noventa minutos no pasa absolutamente nada. Larga, muy larga. Bueno, quizás exagere, asistimos a un ir y venir de una joven modelo de dieciséis añitos que se interna en el gélido mundo de la alta costura de Los Ángeles, con sus sesiones de fotos y sus conversaciones intrascendentes entre otras compañeras. Además, un gato montés, una epifanía en forma de desfile, un Keanu Reeves que ni me ha parecido tan malo a pesar de no pintar una mierda… Algunos pensaréis que no he sabido leer el contexto, ¿de verdad? Apuntadme entonces donde estaba la crítica a los entresijos de una industria tan despiadada como la del modelaje o la levedad de la belleza como medio de vida; nunca se me han dado bien las parábolas, pero sé cuando un cura o un cineasta intenta tomarme el pelo.
Ya… las alucinaciones vaginales marcan la transformación de gatita en pantera, ¿verdad? Los hombres piensan con el glande y el encanto subyugante es el único hechizo femenino capaz de luchar contra los poderes fálicos, ¿verdad? El ego desmedido se fagocita a sí mismo, ¿verdad? La sumisión y el deseo es lo que vende el Sephora, ¿verdad? El demonio es ese “parrús” de neón que señala la adoración del físico, la tentación y el pecado sobre el que todos deseamos yacer, ¿verdad? Brujería, “cambiaformas”, la posesión de la juventud y el control del diablo de neón devorando su carne en una comunión “fashion”, ¿verdad?
Me podría tirar la tarde escribiendo generalidades, abstracciones e indefiniciones y todas cabrían en “The Neon Demon”; lo cual me parece una clara falta de dirección. Unas gotitas de concreción y contención le hubiesen venido de perlas.

En lo que a disección del mundo de la pasarela se trata, sólo he visto una sucesión de clichés malintencionados que atacan de forma pueril, sin posicionarse de manera clara, que Refn no es para nada tonto, una profesión cuyos entresijos no son tan oscuros como cree la gente alejada de ellos. Es decir, conozco fotógrafos profesionales y modelos que se curten en el gimnasio para ganarse el pan, y no les he visto entablar diálogos como robots o no decir palabra mientras me violan con la mirada. ¡Son humanos al fin y al cabo! Refn vive en la exageración y lo lleva hasta el punto en que los más cándidos se deslumbran y los más cínicos sufren cólicos. En el lado humorístico, me ha faltado el típico modisto homosexual y cocainómano, entended la ironía, así de bajos andan los instintos en esta película.

Se han realizado mil y una comparaciones de “The Neon Demon” con películas y directores del pasado. Me quedaré con la más directa, el resto las podéis buscar en críticas más sesudas, que sería definirla como un cruce entre “Showgirls” y “Suspiria”. La una por el leitmotiv de la historia, la segunda por su estética. Entonces, si tantas comparativas se hacen, ¿dónde está lo realmente transgresor en Refn, la redefinición del séptimo arte? Ni siquiera esto es justo, porque “Showgirls” es más dinámica y lasciva, mientras que “Suspiria” es más intensa, ambas peor realizadas técnicamente, eso sí. Sin embargo, reconozco que gustándome tanto el cine de Lynch no puedo más que apreciar los parecidos razonables de la presente con los trabajos más arriesgados del director norteamericano. ¿Veis? De nuevo alguien estuvo antes jugando a “The Neon Demon”. Recientemente incluso se ha pisado el mismo camino emocional con algo más de gracia y honestidad, como muestra un botón: “Excision”, “Helter Skelter”o “Starry Eyes”.

En cuanto al terror, parte importante de la campaña de marketing de “The Neon Demon”, tengo que daros malas noticias: poquito, muy poquito. Encuadrarla en el cine de nuestro género favorito me parece hasta arriesgado. A pesar de eso, la recta final ofrece los excesos “cárnicos” que tanta polvareda levantaron en Cannes y otros festivales llenos de críticos de medio pelo. Unas gotitas de necrofilia, otras de lesbianismo y, para poner picante en la mezcla, un chorrito de canibalismo. Todo entendido como medio para la provocación barata y, de nuevo, seguir justificando la miríada de fotogramas hipnóticos con que se suelta el bueno de Refn. Una grandísima paja visual, pero también reconozcamos que con las bobinas de esta película se podría hacer una exposición en el MOMA. Lo que justifica la infinidad de carteles que he podido ver de ella, todos muy bonitos, oiga.
“Una nueva y apasionante visión del “Carmilla” de Le Fanu”, ¿en serio? Inmoralidad de abuelas. No sé dónde reside el escándalo, la cinta se muestra bastante insípida en lo que a emociones fuertes se refiere. Aunque repito: puede tratarse de mi proverbial falta de sensibilidad; también me aburrí con “Under the Skin”, un pelín más.

Ya hemos quedado en que técnicamente “The Neon Demon” le da sopas con ondas a todas las superproducciones de súper héroes que actualmente desfilan por cartelera, con un presupuesto nada desmesurado de siete millones de dólares, ¿y que es de las actuaciones? Sin más, ahí están los actores alcanzando el éxtasis teresiano en cada una de sus apariciones, sometidos a la rígida mecánica de trabajo de Refn: poned cara de haberos fumado un canuto y hablar muy despacio, como si hubieseis sido abducidos recientemente. Claro, es su seña de identidad, pero aquí anda un poco pasado de revoluciones. Así tenemos a una Elle Fanning (“Maléfica”, “Super 8”), la delicada protagonista, o no tanto, levitando de forma élfica durante gran parte del metraje. Cuestión de gustos, pero no me ha transmitido nada, a lo sumo ganas de darle un sopapo para que despertase. Sin embargo, sus tres contrapartes, Jena Malone (“Sucker Punch”), Bella Heathcote (“In Time”) y Abbey Lee (“Mad Max: Furia en la Carretera”), resultan algo más acertadas dentro de la frialdad exigida. En el lado masculino ya hemos hablado del bueno de Keanu… ¡como echo de menos las aventuras de Bill y Ted! Y el resto de compañeros que mean de pie, Charles Baker, Desmond Harrington y Karl Glusman, aparecen sólo de forma testimonial, ejemplos casi siempre de abuso de poder, mejor o peor intencionados… más maniqueísmo que afea sus papeles.

Resumiendo, no hace falta darle tantas vueltas a esta película: de obligado visionado por lo espectacular de su puesta en escena. Por lo menos, hasta al más insensible del lugar le dejará pegado al asiento gracias a su desparrame visual, a pesar de tramos genuinamente soporíferos. No obstante, quien busque algo de sustancia, una historia interesante y apegada a los cánones del terror, se va a llevar un buen chasco. Justo es decir que debe visionarse con paciencia y aguante con la pretenciosidad que a veces oferta. O, si te gusta pasar la tarde viendo cuadros en movimientos dentro de un marco digital, quizás sepas ver la magia del “arte por el arte” que de forma artificial y directa nos ofrece “The Neon Demon”, demasiado consciente de su función.

Por favor, que alguien le diga a Refn que sí, tiene razón: cualquier escena rodada a cámara lenta, con iluminación de colorines y música de sintetizador es súper molona. ¡No hace falta que nos lo repitas tantas veces!