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The Windmill Massacre

El primo holandés de Antón Carabina

The Windmill Massacre

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2.5/5

Varias personas se enrolan en un autobús para conocer los hermosos paisajes de la Holanda rural. Todos ellos huyen de su pasado, y qué mejor forma de hacerlo que viendo molinos de viento. Pero pronto, lo que se prometía como un feliz paseo turístico, se transforma en una pesadilla cuando el autobús se queda averiado en medio de la carretera junto a un molino maldito desde hace siglos. Dicen las leyendas que allí reside Hendrick, el cual realizó un pacto con el Diablo y, tras ser quemado por sus convecinos al descubrir que el molinero molía cuerpo humanos, actualmente se dedica a recaudar almas para su oscuro señor. Pronto nuestros protagonistas conocerán la veracidad de esos cuentos de viejas.

Nos prometía emociones fuertes a los amantes del terror ochentero la holandesa “The Windmill”, conocida en sus inicios, allá por Enero de 2014, como “The Windmill Massacre”, títulos ambos bastante poco descriptivos por lo que he decido quedarme con el segundo. Cuando conocí de este proyecto de humildes orígenes, aquí hablamos de pura y honrada serie B, recuerdo haber disfrutado como un enano del clip promocional de la película, en plena fase de financiación. Nos encontrábamos ante lo que parecía un slasher cafre, tradicional y lleno de hemoglobina. Por si fuera poco, su ambientación, una hermosa zona rural holandesa llena de molinos de viento, nos hacía creer que el fantástico europeo volvía a dar otro de sus coletazos más auténticos. ¿Un marco original para un tour de forcé sangriento? Enseguida venían ecos distantes de “Amsterdamned”, y eso sólo podía significar buenas noticias.

Desgraciadamente, durante los dos años que ha tardado en hacerse realidad, esta producción ha perdido cualquier mordiente y suciedad para convertirse en una inocua aventura de terror, donde el slasher sobrenatural queda difuminado debido a un guión que hace agua por los cuatro costados, componiendo un batiburrillo de referencias taumatúrgicas que no terminan de cuajar. Salvan los muebles el puñado de destellos de mala uva por cortesía de nuestro anfitrión infernal, pero mucho más diseminados de lo que resulta aceptable para el subgénero. Desaprovecha además los códigos establecidos allá a finales de los setenta por los representantes clásicos – “Halloween”, “Viernes 13”, “Navidades Negras” – restando tiempo en pantalla a su mejor creación: “de Molenaar”, el Molinero. Un asesino demoniaco con predilección por las almas pecadoras, los zuecos con pinchos y las guadañas; si a esto le añadimos un aspecto de pesadilla y un ominoso silencio como bandera, podríamos haber hablado de un nuevo icono del terror. Tristemente aquí se convierte en un elemento accesorio que ni atemoriza ni ofrece siquiera la mitad de violencia ofertada en el clip de 2014. El “bodycount”, el conteo de cadáveres, es escaso, aunque más aburrida es la trama entre muerte y muerte, carente de imaginación, coherencia o sentimiento alguno. Por faltar, hasta el sexo ha sido expurgado del metraje de “The Windmill”, la cual parece haber sido sometida a una edición caótica y falta de un mínimo sentido de continuidad.

Enfrentándonos a su atmósfera, serie B tradicional como apuntaba más arriba, los primeros compases tras la presentación de los personajes, gente atormentada por pecados de consecuencias mortales, transcurren con una estética muy agradecida. Una noche tormentosa junto a unos campos presididos por un viejo y siniestro molino. La iluminación, quizás un homenaje inconsciente al cine de terror ochentero, destaca como lo hacía en la primera entrega de “Hatchet”, cinta con la que en más de un sentido se hermana la presente. ¿Podríamos estar ante una nueva saga? Quizás sí de haber gestionado mejor sus cartas.
Esa noche cerrada, iluminada mejor que Sevilla un medio día en pleno Agosto, nos recuerda a las andanzas de Victor Crowley, lo que augura una divertida experiencia. Pero donde Adam Green sabía caracterizar al asesino de la función con una virilidad pervertida, la quintaesencia del subgénero, aquí encontramos al Molinero bastante descafeinado, quizás perdido entre los absurdos sobrenaturales que inundan la hora y media de “The Windmill”. Cabe destacar que podremos “disfrutar” hasta de un insípido ritual japonés de invocación ritual a los ancestros… ¿para? Para nada, pues toda acción perpetrada por los bidimensionales personajes, sin química entre ellos, tiene como objeto el sinsentido. Una pena, pues la idea original es casi refrescante y daba para una aproximación más festiva al desarrollo narrativo: la puerta al Infierno es un puñetero molino holandés, como para no aplaudir semejante locura.

Su director, Nick Jongerius, venía de producir dos recientes muestras de terror holandés: “Frankenstein’s Army” y “Dood eind”. Bagaje que le debió parecer suficiente para debutar en la dirección, viéndose sin embargo bastante verde a lo largo y ancho de su opera prima; llena de planos cerrados que, combinados con el montaje primerizo y falto de tacto, terminan por dar aspecto de telefilm a su primer hijo. Es innegable que Jongerius posee buen ojo para la ambientación, siempre hablando de la serie B con aspiraciones ochenteras, pero necesita prestar más atención a los detalles. Entre ellos, la dirección de actores, bastante perdidos a juzgar como entonan sus diálogos, efectivamente tediosos y sin mirarse a los ojos entre ellos. Estamos dentro de un slasher y la credibilidad no es un ingrediente necesario, pero si no se cubren los tremendos absurdos argumentales con otros mimbres, al final queda lo que queda: un entretenimiento bastante chorras.

Una vez que los ocupantes del autobús turístico terminan cerca del molino maldito donde una leyenda dice que su ocupante hizo un pacto con el diablo para moler harina eternamente, y de paso recolectar las almas de los pecadores que allí se aproximasen, la película alcanza su cenit en cinco segundos, la primera y brutal muerte, para ir descendiendo poco a poco, pero con ritmo constante, hasta los abismos de la “cuasi caspa”. Algo que no hubiese sido mala opción si los actores hubiesen sido más conscientes de la situación. Ellos intentan hacer lo que pueden con unos papeles predecibles, y tomándose en serio su trabajo, con mayor o menor acierto, terminan por quitarle gracia a eso de un demonio activando los engranajes de su molino con la sangre de sus víctimas. Personalmente me hubiese gustado menos presencia anglosajona en ese autobús. Puestos a redondear el típico chiste, hubiese sido divertido ver a un político español o catalán destino al jodido Infierno por sus mentiras, las cuales pueden llegar igual de letales que una bomba atómica. Tendremos que conformarnos con actores bastante solventes, pero aquí perdidos: Noah Taylor (“Al Filo del Mañana”, “Juego de Tronos”), Charlotte Beaumont (“El destino de Júpiter”) o Patrick Baladi (“Rush”, “Demons never die”).

Afortunadamente, la conclusión se decanta por el humor negro de forma clara y supone una guinda loable que bien merece ser masticada mientras contemplamos el “fin” del Molinero Tarugo. A todo esto hay que sumarle una fuerte presencia de efectos especiales artesanales, recordando el debilitado factor de slasher perdido en los entresijos de “The Windmill”. No obstante insisto en que el gore está muy dosificado, que no os engañen las cuatro imágenes promocionales que han sabido distribuir los responsables de esta peliculita.

Una locura de medianoche a medias, que es imposible menospreciar gracias a los elementos diferenciadores con respecto a sus hermanas estadunidenses. Por ejemplo la leyenda sobre el Molinero que pactó con el Diablo existe realmente. No esperéis una calidad técnica abrumadora, esquivadla si el slasher sobrenatural no os ha dicho nunca nada relevante, los nostálgicos sabrán ver su potencial por mucho que haya sido desaprovechado. Hace falta un gran amor por este subgénero, a mí me alegra los días malos sin pedir nada a cambio, para soportar estoicamente los múltiples fallos de “The Windmill”, una obra que ha pasado sin pena ni gloria por Sitges 2016, pero que a un servidor le ha caído simpática. Lo suficiente como para recordarme una “inocente” canción infantil tradicional que también podría servir de punto de partida para una película de terror. ¿Qué os parece?

“Antón Carabina, -na -na
mató a su mujer -jer -jer
la metió en un saco -co
la lleva a moler -ler -ler
El molinero dice -ce
esto no es harina -na
esto es la mujer -jer -jer
de Antón Carabina -na”

Lo mejor: Es muy ligera y tiene buen ritmo aun pasando poca cosa.

Lo peor: ¿Por qué no es el molinero el verdadero protagonista de la película?


Vuestros comentarios

1. 16 oct 2016, 20:40 | Molinillo peleón

Se deja ver, pero como serie B que es, tiene bastantes fallos, sobre todo al final, SPOILER: no había muerto el autobusero degollado y el bus había caido al río?. Es un final absurdo pero claro, si es algo sobrenatural entoncés tiene sentido. En fin una gilipollez entretenida. Lo mejor: el molino y el molinero, lástima que no le dieran más cancha.

2. 16 oct 2016, 21:02 | Bob Rock

Molinillo Peleón.- Precisamente eso es lo que termina trastornando: que con la excusa de “lo sobrenatural” todo se haga y deshaga de una escena a otra. SPOILER como la “muerte” del molinero… vamos a ver, ¿si no puede ser destruido porque interpreta una pantomima? Una chorradilla especialmente dedicada a los amantes de los slashers sobrenaturales.

3. 16 oct 2016, 23:20 | Mountain

Joder que bajón! le tenía muchas ganas desde que vi ese estupendo trailer. En fin, la veré y os lo contaré! :P

4. 18 oct 2016, 02:58 | paulcrosnier

Hay que admitir que el trailers esta del carajo, muy bien hay que darle su oportunidad.

5. 19 oct 2016, 06:29 | Mauricio

La monotonía de este filme es realmente abrumadora, renegando de todo lo que el gore B nos entregó, escenas capadas, diálogos absurdos, actuaciones imprecisas y relleno mal logrado, realmente mala. Podría haber sido un peliculón, pero si que la cagaron

6. 19 oct 2016, 14:20 | Vael

Ya lo habeis dicho vosotros… Una chorrada entretenida… Me chirrian muchisimo algunas situaciones bastante inverosimiles (siendo un slasher sobrenatural tampoco le vamos a buscar 3 pies al gato, pero si un minimo de coherencia) y un guion, en general, bastante absurdo, pero se deja ver. Yo me lo pase bien con las pocas pero efectivas escenas de gore.

7. 19 oct 2016, 19:13 | Oscar Klemer

Tiene su gracia, esa canción me la cantaban de niño pero siempre creí que era Antón Carolina no Carabina. Cosas de la edad supongo…. Saludos.

8. 21 nov 2016, 20:10 | Susi

Oscar Klemer tiene razón, no es Antón Carabina es Antón Carolina.

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