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Crónicas del Festival de Sitges. Días 5 y 6

Weird Sex, westerns y guarradas

Tenemos la carne.

Volvíamos a empezar el día en el Retiro, con el segundo pase del estreno mundial de la japonesa Museum, adaptación de un manga en el que se entremezclan los universos de Seven y Saw, dando lugar a un thriller policiaco que, si bien es cierto que entretiene, no parece resaltar por ningún lado. Un resultado bastante plano para un título que prometía bastante más.

Por la noche nos enfrentamos a un doblete de los que más nos apetecía. Empezamos en el Prado con el pase único de In a Valley of Violence. Lo nuevo de nuestro querido Ti West es un western con todas las de la ley, en el cual el director demuestra lo camaleónico que puede ser con los códigos de género, pero a la vez consigue traer un producto marca de la casa. Humor negro, violencia (obvio) y un perrete encantador.

Y sin tiempo a digerir nos metemos de nuevo en la misma sala para ver (por fin) la guarrada del año. Teníamos muchísimas ganas de The Greasy Strangler, y la verdad es que nos lo pasamos pirata. Se trata de un engendro bastante infecto que no pretende más que hacer alarde de lo cerdo que puede llegar a ser. Moviéndose entre el gag de Little Britain y el teatro del absurdo (numerito de baile incluido), emerge una película que yo no recomendaría, pero que os recomiendo ver antes de morir.

El miércoles, día festivo, de buena mañana y sin desayunar, nos enfrentábamos a la polémica Raw, imaginando que ni mucho menos se trataría de algo tan excesivo como para desmayar al público de Sitges. Y así fue, pero en cambio nos encontramos con una película de una solidez brutal. Un producto de tono indie pero con un sentido del ritmo, unas interpretaciones, y un apartado sonoro tan potentes que uno ni se da cuenta de que termina. El despertar sexual más extremo, esta vez contado con más soltura que nunca.

Tras ello nos metimos a hacer un doblete de abstracción en la tramuntana. Antiporno, de Sion Sono y la Mexicana Tenemos la carne. Mucho espíritu artie para tres horas de violación cerebral. La primera, como metáfora feminista que intenta desmoronar la mentalidad japonesa, se queda muy dispersa. En cambio, Tenemos la carne sí consigue atraparte en su universo de sexo, sangre y perversión absoluta. El problema es quedarte dentro sin tener muy claro el porqué.

Y por la noche llegaba otro doblete, posiblemente el más esperado para muchos. Tocaba Park Chan Wok vs Rob Zombie. Empezamos con las dos horas y media de sexo (ese día terminamos saciados del todo), Hitchock y preciosismo de época en la que el coreano deforma la estructura de tal manera que el ritmo no hace más que crecer y crecer. The Handmaiden es un título al que darle el premio de mejor dirección, sin duda.

Y culminábamos la jornada con una proyección top. Incertidumbre absoluta, dado lo mal referenciada que había llegado hasta aquí 31. Pero algo me decía que en Sitges íbamos a saber disfrutarla. Y así fue. Porque los payasos locos de Rob Zombie son un producto menor dentro de su filmografía, pero también uno de los más libres. 31 es una película concebida por el placer de hacer algo por mero gusto. Porque, decidme que ninguno de vosotros no ha pensado alguna vez “Como molaría hacer una peli de terror de payasos con motosierras como en los pasajes del terror de la feria”. Pues Rob Zombie la ha hecho. Y el resultado no es brillante, pero si atractivo, muy juguetón y libre. Sobre todo libre.

The Handmaiden (La Doncella).

In a Valley of Violence.


Vuestros comentarios

1. 25 oct 2016, 18:11 | Omar

Inmensas a ganas a “Tenemos la carne”

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