Spectral

Un ingeniero de DARPA se alía con un equipo de las fuerzas especiales para hacer frente a la amenaza fantasma que asola Moldavia. Unos seres sobrenaturales que están acabando con la población gracias a su capacidad para no ser afectados por armas ordinarias y una fuerza destructiva que no parece de este mundo.

Vaya por delante que un servidor no ha catado “Final Fantasy: The Spirits Within”, película de animación realizada por ordenador, tampoco sé mucho del universo creado alrededor de la famosa saga de video juegos, así que las comparaciones al respecto tendrán que reducirse al espacio abierto en los comentarios, siempre disponible para vuestras valiosas opiniones. Y saco esto a colación porque muchos amigos de Almas Oscuras han señalado el parecido entre la película de 2001 y la presente “Spectral”, estrenada recientemente por “Netflix”. Aunque se rumorea que esta mezcla de cine bélico, acción y ciencia ficción – de terror ya os confieso que poquito – fue rodada pensada en un estreno internacional en salas comerciales, que por lo visto nunca llegará. La verdad que, respecto a esto último, “Spectral” se podría medir con casi cualquier otra súper producción estadunidense, únicamente pierde a los puntos debido a su elenco, poco llamativo y falto de estrellas de relumbrón. Sin embargo suple esta falta de actores famosos con un despliegue visual de efectos especiales que ríase usted de Michael Bay. Obviamente se trata de una pequeña exageración, pero que nadie dude de la calidad técnica que atesora el debut de un desconocidísimo Nic Mathieu. Aquí el presupuesto no se ha invertido tampoco en directores o guionistas experimentados, si no currelas al servicio del espectáculo y la diversión más ligera: *dejad las neuronas en el cuartel *porque la suspensión de credibilidad reina soberana sobre las trincheras de esta guerra.

No obstante el cine comercial estadunidense, independientemente de donde se estrena, siempre reclama un importante peaje que pagar, y en este caso alcanza cotas puntuales difíciles de digerir. Hablamos de esos tópicos “made in USA” que a día de hoy huelen a naftalina.

La trama nos sitúa en Moldavia, donde el ejército estadunidense anda protegiendo los ideales de libertad, amor y derecho al trabajo. Por supuesto, sus enemigos son claramente los malos, pese a que no queda claro cuáles son sus ideas políticas o directrices – seguramente también lucharán por la libertad y todas esas zarandajas, pero las suyas, no las del otro bando –. En resumidas cuentas, los norteamericanos despliegan todos sus esfuerzos sobre una ciudad arrasada por la democratización administrada a base de metralla, pero siempre demostrando que tienen un corazón de oro: así contamos con un científico especializado en el terreno armamentístico pero con altos ideales sobre la paz, parecen insultantes sus referencia al bueno de Einstein; marines duros como un coscurro de pan en domingo y esforzados como una limpiadora de retretes; la miembro de la CIA fría y analítica que descubre finalmente la armonía existencial entre los distintos pueblos de la Tierra; los niños locales que dan las gracias encarecidamente a sus salvadores con las caritas sucias, y un futuro de mierda…

Hablamos de toda esa panoplia que al ciudadano de a pie con un mínimo de cultura o capacidad de pensamiento le provoca arcadas. Más si cabe conociendo la hipocresía de una nación donde se ha elegido democráticamente a un bastardo que, independientemente de otros defectos graves, no tiene en consideración el medioambiente, entregando el futuro de la humanidad a una lucha inútil contra su propia mierda, y mucho menos el ayudar gratuitamente a la “liberación” de un país del este. Cierto que el citado científico, protagonista por los pelos, deja destellos de un manifiesto antibelicista al que la conclusión de “Spectral” pone una guinda amarga. Realista sí, pero también superficial después de haber visto tremendas ensaladas de disparos. De esta forma uno no sabe qué posición moral asume la película. Pero son simples divagaciones carentes de importancia del que suscribe.
En fin, dejémoslo en que la historia se repite y no hace tanto que Europa conoció un genocidio, o diga masacre entre hermanos, del que cualquier lectura es escalofriante, hasta la más banal.

Superados estos traumas sociopolíticos, la hipocresía nos toca a todos de una forma u otra, es conveniente asumir “Spectral” como un tributo al sector masculino de jugadores de video juegos modernos. No se me ofendan las féminas, pero la guerra sigue siendo cosa de hombres, lo cual creo que habla muy a favor de vosotras. “Gears of War”, “Call of Duty”, “Titanfall”, “Metro”, “Wolfenstein”… ando ligeramente desconectado de lo que se estila en cuanto a acción dentro de la actual y moribunda generación de consolas – desde aquí apoyo a los que solicitan un mejor aprovechamiento de los soportes tecnológicos para frenar esta obsolescencia diabólica –, así que los parecidos razonables de nuevo os tocan a vosotros. Por mi parte, pulsando el interruptor de cerebro en estado de encefalograma plano, me ha resultado la mar de dinámica y disfrutable, mirando hacia otro lado en lo que al papel mesiánico destinado al ejército de los Estados Unidos. Y además aplicando, eso sí, cierta distancia con los agujeros de guión a los que he asistido. Vergonzoso, sirva de ejemplo, que una central donde se desarrolla la tecnología más avanzada del planeta funcione por sí sola, como por arte de magia y sin explicación alguna. Demasiado “palomitero” incluso para el guionista de “Ocean’s twelve, uno más entra en juego”, “La sombra de la sospecha”, “El ultimátum de Bourne” y “Destino oculto”, película esta última que también dirigió: George Nolfi. Sin embargo no todo son malas noticias al respecto de su labor, hay que reconocerle a este caballero el mérito de *una historia que no se anda con chiquitas, cine directo y lleno de testosterona.

De una forma más personal, diría que este proyecto tiene mucho de “Singularity”, un “shooter” con tintes de terror – de nuevo muy poquito – que mereció mejor suerte entre los aficionados. La cuestión no sería su argumento, si no su ambientación: edificios y calles en ruinas y unas instalaciones futuristas venidas a menos. Sin olvidarnos de las estrellas de la función después de las armas: los espectros que ponen en jaque a las fuerzas armadas en conflicto. Por cierto, fantásticamente diseñados.

Como si de una maldición se tratase, surge un nuevo un enemigo invisible e inmune al fuego convencional para acabar con todo ser humano que se cruce en su camino, sin motivo aparente o una pequeña traza de cuál puede ser su origen, único misterio de una trama que va del punto A al punto B evitando cualquier pirueta argumental. El esquema se resume en la presentación del científico salvador, un ingeniero con la misma inventiva de MacGyver; la acometida fallida de una misión de rescate; un estado de sitio por parte de las criaturas de energía, a falta de un nombre mejor; y la posterior empresa de exponer y destruir el nido de dichos seres. Nada más, aunque todo ello salpimentado con espectaculares efectos especiales y escenas de acción untadas con cientos de extras y jugoso material tecnológico, donde para un servidor destaca la presencia de unos robots de carga que me retrotrajeron a mi gloriosa época de “Mechwarrior”.

Recalcando de nuevo su llamativo apartado artístico y visual, queda repasar el trabajo del reparto, un grupo de actores al servicio de esas pantallas de croma delante de las que muestran una profesionalidad aplastante. Sobre todo teniendo en cuenta la bidimensionalidad de los personajes exhibidos, de esta guisa nos exponemos a un muestrario de diálogos llenos de frases aplastantes y la consabida capacidad destructiva de marines estándar. Obviamente por ello, los actores elegidos son gente que ya se ha desenvuelto en el cine de acción, especialmente su ámbito televisivo: Clayne Crawford (“The Perfect Host”, “Arma Letal”), James Badge Dale (“Infiltrados”, “Infierno Blanco”), Max Martini (“The Unit”, “13 horas: Los soldados secretos de Bengasi”) y Emily Mortimer (“Shutter Island”, “Harry Brown”). Siendo esta última la peor parada, y de las pocas actrices que participa, debido a la escasa credibilidad de la agente de la CIA a la que le toca encarnar. Eso sí, una vez señalada su intrascendencia, me planteo pasarme por el registro civil para cambiarme el nombre por el de Max Martini, se te llena la boca cual bucake de sólo pronunciarlo.

Para poner fin a esta reseña me gustaría volver a recomendar “Spectral” si quieres pasar hora y tres cuartos sin darle mucho a la cabeza y padeces una declarada afición por los planos extraídos al universo de los video juegos de acción futurista. Eso sí, ni se os ocurra caer en el truco de su campaña de marketing, que la vendía como una mezcla de “Los Cazafantasmas” y “Black Hawk Derribado”, ¡vaya descaro!
Más allá del puro espectáculo, el mismo vacío de una nación, Estados Unidos, a la que le huele la pelusilla del ombligo igual de mal que al resto.

Cuídense, soldados.