Attack of the Lederhosen Zombies

Steve, un joven practicante de snowboard, arruina una sesión de fotos enseñando el pajarito, lo que le hace abandonar a su responsable novia Branka y a su afable compañero Josh en la montaña. Ambos buscan refugio en una taberna “aprés-esquí” de mala muerte, donde se celebra una fiesta “dos por una” en honor a la última noche de la temporada. Las cosas van de mal en peor cuando un experimento científico dirigido por un empresario local [cambio climático y avaricia = zombis de pelo pajizo] desencadena una epidemia de muertos vivientes y fauna mutante, que intentan ocultarse entre los borrachos locales, ya que ellos mismos no son siempre tan fáciles de distinguir de tambaleantes redivivos. Steve, Branka y Josh tienen que encontrar una forma de sobrevivir a esta noche infernal, ¡uh! Su épica y ridícula batalla les llevará a usar sus habilidades de snowboard, cual superhéroes, para derrotar a los furiosos zombis “aprés-esquí” de una vez por todas.

No sé por qué me empeñé en terminar “Attack of the Lederhosen Zombies” cuando hasta un ciego puede ver que la comedia zombi estás más desgastada que el pene de Ron Jeremy. Intentando seguir la estela de “Shaun of The Dead” a toda costa y de forma infructuosa, este largometraje austriaco pega el gran patinazo debido a su carencia de vis cómica: ni sal gruesa, ni humor inteligente, ni el asomo de una sonrisa de simpatía. Entonces, ¿de qué sirve una comedia sin gracia? Lo mismito que un traje tirolés – el “lederhosen” del título – a un muerto viviente, ¡para nada! Sin embargo, el austriaco Dominik Hartl, director de este esperpento, se empeña y se empeña en llevar su producto hacia delante; incluso acumulando un gasto de, agárrense, más de dos millones y medio de euros. Cuando cualquier cortometraje realizado con la calderilla que se almacena entre los cojines del sofá tiene una intencionalidad más definida, aunque sea una pequeña idea brillante tras la realización propia de los aficionados, no de profesionales o aspirantes a serlo. ¡Si quería reírme con gilipollas esquiando tenía que haber elegido “Hot Dog”!

Pues bien, Hartl cree que ubicando la manida pandemia zombie en los Alpes austriacos ya tiene media batalla ganada. “Aprovecharé el pelotazo que dio “Dead Snow”, pero yo seré incluso más listo a base de citar bebidas alcohólicas propias de mi tierra y colando alguna cancioncilla típica del Tirol”. Pero cuando no hay talento los resultados son desastrosos por mucho que dispongas de ciertos recursos: motos de nieve, buenas cámaras, un reparto internacional para poder montar la “joyita” en inglés y así exportarla… Una pena, porque efectivamente, la ubicación geográfica de la trama aportaba un telón de fondo con sabor propio que ha sido desaprovechado en base a unos chistes sosos como sólo un bávaro sobrio puede serlo. Ciertos paisajes y tomas, gracias a unos curtidos especialistas en acrobacias sobre nieve, incluso podrían hacernos creer que estamos ante un proyecto serio y de calidad, independientemente de su tendencia al humor. Pero, ¡ay, amigos!, una edición chapucera que destruye cualquier atisbo de pulso nos provocará arcadas, tampoco paliadas por un gore generoso pero bastante inocuo por su obstinación en caminar sobre las pisadas de viejas glorias: ¡Ay, cuánto daño ha hecho “Brain Dead”!

Sí, un cervatillo reanimado por aquí, un maquillaje bien realizado por allá, pero cuando uno espera la carnaza, el gran festival de sangre que tanta nieve desea absorber, “Attack of the Lederhosen Zombies” se queda a medio camino, como si su presupuesto estuviese destinado a algunas partidas como látex, y no a escenografía o a mejorar el renderizados hechos por ordenados. Por ejemplo, algunas de las partes más complicadas de rodar están simplemente cortadas, sin más, como si no hubiese nada que mostrar. Por no haber no hay ni una banda sonora o diseño de sonido decente. Fijaos que actualmente este es un apartado donde hasta la cinta más ramplona destaca – es lo que tiene el avance de la tecnología –, pero en este bodrio la música suena siempre en segundo plano y está tanto mal elegido en situación como en estilo, ¡con la supuesta importancia que tiene para la trama! ¿Podremos conformarnos con la omnipresente fotografía verduzca? ¡Ay, “Re-animator”, cuánto daño has hecho!

La verdad que los actores intentan hacer todo lo posible por sacar a flote la película; metidos en su romance de medio pelo; en la villanía esquemática de una historia de los hermanos Grimm; en las pantanosas gracias de un chucrut cocinado sin grasa, ni, vino ni sal. Uno esperaría que este tipo de producto destinado a vídeo directo, y me importa un bledo el exótico esfuerzo de editar una obra de género en un país como Austria, tuviese actores amateurs como protagonistas, pero Laurie Calvert (“The Quiet Ones”) y Gabriela Marcinková (“Byzantium”), a pesar de su juventud, demuestran ciertos estudios en lo que a interpretación se refiere. Por mucho que el guión de Hartl y un tal Armin Prediger salido de la televisión austriaca se empeñe en ponerles en situaciones que ni por su patetismo convencen. Hasta el peor capítulo de “Rick y Morty” – serie que no sé cómo había podido ignorar años atrás – tiene mil trescientos setenta y tres veces más contenido.

En definitiva, un despropósito que no se salva ni queriendo ver algo banal y ligero para pasar la tarde de domingo, como fue mi caso. Esto en lugar de acunar vuestra siesta os provocará una cervicalgia de mil pares de narices debido a la mala ostia que vais a hacer viéndola. ¡Hey! Pero no os preocupéis que ya me la he tragado yo para avisaros, afortunados cabronazos si no la habéis visto, de que no vale ni para torturas nazis de cuarta generación. Ahora sólo me resta esperar el típico comentario del típico listo de turno (tú, sí, típico tú) que diga algo típico como “¡que iba a ser una mierda era evidente desde el primer tráiler!”. Después de cagados yo también encuentro mierda en culos ajenos, no te digo.

¿Me tengo que dejar las cervicales ante una valkiria austriaca de sesenta años con trenzas y casco por vosotros? ¡Pues ya podrías regalarme un pase de temporada, cachondos!