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Espectros

El mal tiene un sueño suavecito

Espectros

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2/5

Un profesor de arqueología de los Estados Unidos y su joven equipo de investigación descubren una tumba pagana de casi dos mil años de antigüedad. Ubicada bajo el mausoleo del emperador romano Domiciano, contiene inscripciones y restos que hablan de un macabro culto al mal. Posteriores exploraciones desencadenarán la ira de una malvada deidad.

Italia; Donald Pleasence haciendo de profesor de arqueología; oscuridad; las ruinas del mausoleo del emperador Domiciano; neblina por doquier; anticuarios sin escrúpulos; mendigos presas de extrañas profecías; otro arqueólogo de pelo en pecho seductor de rubias neoyorkinas; 1987; catacumbas con inscripciones ominosas; un guía turístico ciego; sacrificios a monstruos malignos; sintetizadores hasta en la sopa… una lista de ingredientes que en otras manos podrían haber dado una de esas joyitas recónditas del “spaghetti terror” de los ochentas, pero detrás encontramos una producción aburrida por un hecho muy sencillo: sus creadores deciden llevarla por el camino del dialogo superficial en lugar de darle protagonismo a la criatura que irá sembrando el miedo en una ciudad corrompida hasta la médula no sé sabe muy por qué. De espectros mejor no hablar, pues el título de la presente obrita, así como su carátula, distan bastante del resultado final, donde la habitual casquería italiana brilla por su ausencia.

¿Culpa de un bajo presupuesto más que evidente? ¿Responsabilidad de un guión escrito a cuatro bandas cuando la historia es más simple que el mecanismo de un chupete? ¿Unos actores incapaces de responder a una historia que iba definiéndose sobre la marcha, especialmente un apático Pleasence de vacaciones por Europa? Quédense con la opción que más les convenga, pero “Espectros” sólo merece la pena por destilar con la máxima pureza, durante todo su metraje, la ambientación ochentera que tanto se intenta recuperar actualmente. Ni siquiera podría justificarla por ser divertida de forma involuntaria, olvídense de caspa. No obstante, la autenticidad de la época, con toda su inocencia intacta, queda reflejada tanto en vestidos, maquillajes y actitudes – entrañable la chulería del arqueólogo adjunto al Dr. Pleasence – como en una banda sonora bastante rescatable, muy en línea con la corriente de nueva retrowave, la del sector más oscuro, que tanto éxito está teniendo de la mano de figuras como “Nightcrawler”, “Meteor” o “Umberto”.

Tras las cámaras, y como uno más de ese ejercito de guionistas, encontramos a Marcello Avallone, que sólo dirigiría dos películas de horror (“Maya” de 1989 sería la segunda) entre otros encargos igual de cenicientos; un director que curiosamente aquí demuestra cierta habilidad para la atmósfera, no así como para solventar el típico problema de la época: una iluminación deficiente que se ve agudizada por una fotografía sucia y grasienta. Y aunque eso mismo siga teniendo el encanto de los ochentas, en pantalla queda muy triste la filmación de cavernas y más cavernas sin apenas luz, donde no vemos nada y *lo claustrofóbico se vuelve ridículo.*Eso sí, imposible negar un trasfondo pulp, en la línea folletinesca y no lovecraftiana, muy poco consciente de sí mismos que, en lo particular, echo fuertemente de menos.
Entre estas escenas de cuevas y restos arqueológicos, todo ello muy mediterráneo, largas conversaciones que, de verdad, no llevan a ningún sitio en absoluto. Véase por ejemplo la relación que mantiene el arqueólogo de torso peludo con su novia… nada que aportar a la historia, salvo para justificar algunas escenas de cama donde podremos disfrutar del esbelto cuerpo de Trine Michelsen. El intérprete de este Indiana Jones de cuarta fila es un actor con el gracioso nombre de John Pepper, cuyo minúsculo currículo incluye la participación en “Los Cazafantasmas” como, ¡asistente del director!

La trama es tan lineal y monótona como podríamos esperar de una película alquilada de la sección de saldos del vídeo club. De hecho creo que su destino era meramente televisivo, pero algún avispado distribuidor supo sacarle un poco de provecho. Asistimos al descubrimiento de unas catacumbas que parecen impulsar la teoría de su descubridor: que el emperador Domiciano fue sacrificado por un siniestro culto secreto cuya deidad era el demonio habitante de aquel subsuelo. Una fantasía bastante jugosa que contrasta con la triste realidad histórica: este ignoto dirigente fue asesinado por su propia gente debido a una actitud déspota e impropia de un líder – interesante aprender métodos de limpia política tan eficaces –. De hecho su nombre intentó ser borrado de la historia, pero no por motivos misteriosos si no por mera cuestión de odio.

Una vez expuestos los subterráneos empezarán a suceder fenómenos extraños a lo largo y ancho de la ciudad, siendo su encarnación más prolífica los fuertes vientos surgidos de… ¿el culo del demonio? Porque “Espectros” pone mucho empeño en la ambientación pero en ningún momento sabe explicar o justificar ese aire de amenaza al que los personajes ceden sin mediar transición alguna con otro estado de normalidad. Bueno, y básicamente el desarrollo argumental se detiene aquí, porque una vez que esa especie de bestia, la cual veremos de refilón justo al borde de los noventa minutos, se va cargando a gente relacionada con el mantenimiento de las ruinas, la historia avanza de la forma obvia: un rastro de cadáveres que llevará al arqueólogo “pelusón” a destruir con dinamita el descubrimiento de su mentor. Si al menos las muertes tuviesen algo de pulso, un mínimo de tensión o aunque fuese algo de tomate; pero son *tan sositas como el resto de los aspectos sobrenatural de “Espectros”.

Resumiendo: Esta película es un mojón, pero posee un valor histórico muy importante. Con su estilo americanizado, supone un refrescante contraste para aquellos que piensen en “Stranger Things”, a la que no quiero desmerecer su éxito, como la panacea cinematográfica. Muchos la catalogan de obra maestra por recuperar con gran autenticidad, a su juicio, los recuerdos y sensaciones que nuestro confuso cerebro, malditos cuarentones, quiere asignar a esa época tan de moda. Nada más lejos de la realidad, “Espectros” es el verdadero telón de fondo de lo que se cocía realmente por las criptas del terror. Y aun con todos sus enormes defectos consigue estimular la imaginación con más naturalidad que el cine de terror de ahora; quizás no tanto por méritos propios si no por la flagrante falta de información a la que nos veíamos sometidos.

Sea como sea, esta castaña funcionará genial para siestas y magreos de media tarde, ustedes mismos.

Lo mejor: Sintetizadores por doquier

Lo peor: ¿Dónde están los espectros del título?


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