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Guzoo: Kami ni misuterareshi mono

El crustáceo multidimensional tentaculado

Guzoo: Kami ni misuterareshi mono

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2/5

¡ACHTUNG! La reseña contiene SPOILERS. Aunque dada la falta de argumento del invento no creo que sea problema.

Cuatro atractivas jovencitas se marchan de vacaciones a una población costera. Allí conocerán a la responsable de la casa donde se hospedarán: una científica que también realiza tareas de cocina y mantenimiento, ¡todo muy lógico! Nuestras protagonistas pronto se verán acosadas por una presencia tentacular que surge de los espejos, pues el objeto de investigación, por parte de la científica de marras, es una criatura antediluviana con la capacidad de romper el espacio tiempo a través de superficies reflectantes. Así que todavía parece más lógico que su controladora, pues la científica calma a la bestia tocando una pequeña flauta, alquile unas instalaciones donde ese ser hambriento de carne humana puede manifestarse con suma rapidez y ferocidad. ¡El festín acaba de empezar!

“Guzoo: Kami ni misuterareshi mono”, “La Cosa olvidada por Dios”, es uno de los cuatro mediometrajes editados directamente en vídeo durante la segunda mitad de los ochentas por la revista nipona “VZONE”, especializada en cine extremo. Así podemos engrosar la lista con sus hermanas: Biotherapy (1986), Cyclops (1987) y Conton (1987). De las cuales sólo he podido disfrutar la primera, constatando que supera a la presenta aunque sólo sea en la brutalidad de su exposición. Obras de bajo presupuesto que buscaban satisfacer a los amantes de los efectos especiales y seguidores de la nueva corriente de cine splatter, en pleno auge en el país del sol naciente gracias al polémico estreno en 1985 de “Guinea Pig”. Aunque la tradición gore–imperial venía de largo, por ejemplo con el teatro kabuki instaurando expresión gráfica de parte del violento espíritu oriental: medio en broma, medio en serio.

Adicionalmente, al compas de sensibilidades más occidentales, este cine llanamente gore respondía al buen resultado que en literatura estaba teniendo una corriente rupturista como era el splatterpunk, obteniendo su mayor auge en países anglosajones. Ejerciendo Clive Barker de punta de lanza – sin olvidar a un depravado Graham Masterton, a los explícitos Craig Spector y John Skipp o a un macarra Richard Laymon –, esta serie de historias plagadas de vísceras y sexo respondían a una necesidad rupturista que dejaba en segundo plano la historia, afortunadamente en las menos ocasiones, en pro de enfrentar al público con sus instintos más bajos. Una corriente progresista muy en línea con la vanguardia industrial proveniente de Alemania o los performances de grandes bandas como “Virgin Prunes” o “Clair Obscur”. La verdad que durante los ochentas las aguas bajaban revueltas. Y a pesar de que no es oro todo lo que reluce, si que nos encontrábamos en años menos reciclados que la actual época de palabras condescendientes llenando el “cyberespacio”. ¡Si William Gibson levantara la cabeza!

Una vez ubicados, nos enfrentamos a esta “Guzoo” con ganas de emociones fuertes, rezando por hallar el sabor de lo prohibido que destilaba la revista madre del proyecto: podéis observar copias del pequeño reportaje dedicado a este mediometraje justo al final de la reseña. Sin embargo, maldito el depredador que aun se esconde bajo la fachada de falsa humanidad, el resultado dejará insatisfecho tanto a los sabuesos de la sangre como a los necesitados de historias de terror con el sello de autenticidad japonés, válgame Junji Ito. Cuarenta minutos sin una trama sólida que tampoco se justifican si hablamos de espectáculos carmesíes salpicando desde la pantalla.

Las macarradas tardan en llegar y cuando lo hacen son tan fugaces como descafeinadas, lo que no quita para, y esta es la única razón por lo que la recomendaría, disfrutar de un criatura que es todo un homenaje a los efectos especiales que desplegó Rob Bottin para “La Cosa”. Una especie de cangrejo ermitaño, con poderes de teletransportación a través de los espejos para más inri, con una extrema agresividad administrada mediante múltiples tentáculos. ¡Bendita supuración! Así podremos solazarnos con un puñado de fotogramas donde los cuerpos de las núbiles protagonistas son destrozados de macabra forma. ¡Incluyendo una decapitación por el mismo precio! Únicamente hacer notar las limitaciones obvias del tipo de producción de la que hablamos, realizada con cuatro perras gordas, lo que elimina parte del contenido explícito que cualquiera podría imaginar admirando su truculenta portada.

Esta ligereza sorprende cuando descubrimos a Kazuo ‘Gaira’ Komizu tras la cámara, un perverso polimorfo conocido por dos de esas cintas míticas de los excesos nipones ochenteros: “Entrails of a Virgin” y “Entrails of a beautiful Woman”. Y la sorpresa es especialmente dolorosa dada la ausencia del softcore que caracterizó al maestro en sus obras más famosas. Algún destello queda, un indicio curioso sería la ausencia de hombres en pantalla, pero todo es mero efecto de la mente calenturienta: véase la escena en que dos muchachitas se protegen asustadas de una tormenta de probóscides, una con la cara pegada al culo de la otra. Nada que dé mal rollo, claro.
Por mucho que un tentáculo grumoso profane la boca de sus víctimas, la metáfora fálica queda muy lejos de lo que el “splatter” nos ha ofrecido en otras ocasiones. Fanáticos de “Urotsukidoji” abstenerse. No me entendáis mal, tampoco representaría un problema si “Guzoo” tuviese otras bondades que ofrecernos, pero es que ni actuaciones, ni diálogos, ni realización – cochambrosa grabación en vídeo cámara– parecen justificar los veinte minutos largos que tenemos que esperar para conocer a la criatura olvidada por Dios. Además, pasados los años, y a pesar de mi fijación lovecraftiana, creo que los efectos especiales lucen antes cómicos que aterradores, pecado definitivo para soportar la obrita en lugar de disfrutarla.

Resumiendo, una vez superada su condición de rareza –un servidor no ha podido verla hasta estos tiempos en que Internet reflota la mierda sobre sus agitadas aguas– queda revelada una larga lista de defectos donde lo de menos son las actuaciones pueriles o un acabado de telefilme, del que por suerte no hubo segunda parte. Reina soberano el aburrimiento hasta que podemos ver fugazmente los arrebatos carnívoros de nuestro querido bicho. Recomendable visionarla con el móvil a una mano para soportar la intrascendencia de su primera mitad; luego ya dependerá del ánimo exótico del que gocemos para salir indemnes de la experiencia hasta su sentimental y ecológica conclusión: ¿por qué parte de un delta se ha quedado sin agua y por qué a las supervivientes debería importarles una tortuga tras evitar las atención de un ser que podría medirse de tú a tú, es un decir, con el mismísimo Cthulhu?

Si no tenéis ganas, siempre podéis dedicaros a tocar la flauta…

Lo mejor: El monstruo de goma.

Lo peor: ¡Qué alguien quite la puta música!


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