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The Hexecutioners

La Parca siempre gana

The Hexecutioners

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2/5

Tony Burgess es un escritor nacido en 1959 que goza de cierta fama en Canadá, no así en España, donde su única obra conocida y reconocida sería la adaptación homónima del inicio de la trilogía “Pontypool” a pantalla grande, de la cual se esperan las consabidas continuaciones de forma inminente. Sin embargo, su prolífica carrera cuenta con un cómodo estatus internacional bien merecido: se le considera un innovador en cuanto a su forma de retratar los mecanismos clásicos del terror dentro de la letra impresa. Siempre al filo de lo prosaico y lo genial, sabe darle la vuelta a escenarios comunes del género mediante un, a veces no tan, sutil humor negro a la vez que una irreverencia absoluta hacia las convenciones que tanto daño están haciendo al sector. Por ejemplo, su obra magna trata sobre una epidemia zombie que se transmite a través de las palabras, y así su mayor parte transcurre sin hacer acto de presencia un muerto viviente o infectado. También el surrealismo forma parte consustancial de su obra, y eso se demuestra en situaciones tan absurdas como las presentadas en la última parte de su carrera: volcado en la realización de guiones de temática fantástica para pequeñas productoras canadienses, algo que lo engrandece por erigirse como uno de los mayores difusores del terror en su país natal.

Desgraciadamente, en lo que al séptimo arte refiere, esta nueva carrera se ve ensombrecida por los resultados obtenidos. Como decía, parece refrescante ofrecer un vengador compuesto de heces y detritus, como así fue en “Septic Man”, pero aquella película era todo un recetario del aburrimiento, incapaz de sacar partida a su loca propuesta. Especialmente doloroso el hecho de notarse escrita a toda prisa, insultante falta de amor por los detalles si consideramos a su guionista un literato todoterreno. Semejante modus operandi se extendía, maldita sea, a otros dos largometrajes nacidos de su pluma: “Ejecta”, ciencia ficción oscura de andar por casa, y “Hellmouth”, un fallido intento de homenajear el cine y comic de serie B de los años cincuenta, bonito en pantalla, carbonizado en sus tripas.

Así llegamos hasta la última muestra del ingenio de Burguess: “The Hexecutioners”. Libreto caracterizado también por un planteamiento sorprendente, capaz de poner patas arriba la tradición sobre casas encantadas de haberse cuidado y desarrollado en otra dirección que la finalmente adoptada. Tampoco la ayudan un presupuesto muy limitado y una dirección torpe e inocua como la de Jesse Thomas Cook, precisamente detrás de la cámaras en “Septic Man” y la sosita “Monster Brawl”. “The Hexecutioners” peca de tirar por la borda durante su tramo final todo el potencial del que hace gala la historia. Además aborda el terror más serio, aquí no encontraremos tanto del clásico humor vitriólico de Burguess, a través de un ritmo renqueante y diálogos grises. Adolece de una exposición gráfica barata que desmerece el entorno, un enorme caserón que quita el aliento, así como las diferentes implicaciones góticas del mismo. ¿Por qué echar a perder una densa atmosfera, servida en bandeja de plata, debido a incomprensibles decisiones narrativas? Como enfocar la trama en los encuentros sobrenaturales del personaje principal, en lugar de las ramificaciones e interrelaciones de las distintas caras de la muerte –asistida, engañada u obligada–, pues la Parca es la verdadera protagonista aquí: “llevarlos al borde de otra vida supuestamente mejor y luego no acompañarlo”.

Bajo la hipótesis de que las autoridades pertinentes han aprobado la eutanasia como medida legal, a la que puede acogerse la población, surgen empresas que hacen negocio administrándola tal y como desea el paciente, con las mayores medidas de seguridad y discreción. Malison es una hermosa joven, un tanto retraída y asocial que decide aceptar un puesto de trabajo como “administradora de cierre”, sufriendo una mala experiencia en su primera salida. Así que para la siguiente, su jefe decide unirla a otra trabajadora con experiencia: Olivia, una mujer dinámica y extrovertida. Ambas son enviadas a una aislada mansión para realizar el ritual de paso de un excéntrico millonario, el señor Somborac, sólo acompañado por un ayudante aparentemente disminuido psíquico. Entre las polvorientas paredes, Olivia y Malision descubrirán la relación que el dueño de la mansión tuvo con una secta budista adoradora de la muerte.

Esta premisa, a la que le cuesta desarrollarse una larga hora, sería la trama base de “The Hexecutioners”. Muy interesante en cuanto a esa secta cuya influencia alcanza tiempos modernos, en concreto veremos parte de su encanto gracias a la forma de morir que desea el señor Somborac: el entierro celestial, una tradición budista la mar de sugerente. Y es que todo esto de la eutanasia y el suicidio se podrían haber unido en una vertiente que por fin explorase el giallo fusionado con Lovecraft. Las piezas ahí están: dos sensuales mujeres, una recatada y otra explosiva, y un caserón maldito por la insistencia de su dueño por jugar con vidas ajenas.

Pero, como decía, la película se desarrolla hacia unos derroteros más inocentes y comerciales, ahondando en la relación que Malison establece con su entorno. Entre el miedo y la abducción llevados al terreno de la risa floja gracias a las incomprensibles reacciones de los personajes, alojados de un discurso lógico bajo el que presenciar los escasos acontecimientos. No sólo sus emociones van y vienen sin vehículo aparente, su propia presencia física se pone muchas veces en duda gracias a una curiosa capacidad de teleportación selectiva. O, como debemos resumir en el medio, simples agujeros argumentales por los que se escapa toda la sangre de esta historia, punteada con destellos curiosos: por ejemplo la aureola sáfica que rodea a Malison; los orígenes del misterioso Somborac; la presencia agobiante de un jardín laberíntico que encantaría a Jack Torrance; las referencias al Bardo Thodol, el libro de los muertos tibetano.

Pero los sueños, sueños son, y en ese resbaladizo terreno falsamente onírico decidirá moverse “The Hexecutioners” hasta su conclusión, donde en diez minutos, y merced a una especie de video clip a cámara lenta capaz de enervar hasta a los más estoicos, toda la coherencia interna se manda a tomar por saco con tal de acabar la película de la forma más escandalosa e “inesperada” posible –tiro que sale por la culata pues es lo que precisamente esperábamos de un producto sin alma– . Evitando cualquier destripe, sólo es diré que el destino de nuestras dos chicas termina perteneciendo al terreno de las casas encantadas más rancias y antiguas, sin rastro de ese rupturismo del que Burguess hace gala únicamente cuando se alinean los astros.

En cuanto a las actuaciones no sabría decir si me han convencido. Al principio me molestaba sobre manera el trabajo de Liv Collins como Malison, demasiado alienada para mi gusto, pero a medida que pasa el metraje termina por ser todavía menos creíble la interpretación de Sarah Power (“Repo! The Genetic Opera”). Terminan por ser los escasos actores, incluyendo a un Burguess que se reserva el papel del silencioso Somborac, otro de los escollos que le quitan cualquier gracia a la película.

En definitiva, y por no darle más pábulo del que merece a esta obrita olvidable, estamos ante un proyecto que ni siquiera será memorable por malo. A pesar de presumir de una buena premisa, todo se va al traste por el lado más intrascendente y cansino, una sesión de siesta que se verá cortada bruscamente por la estúpida forma de ser terminada. Un canto a las salidas fáciles, a las tomaduras de pelo de nuestros gobiernos y a la quema de la poesía lésbica que a tantos nos motivó durante nuestra juventud.

Recomendable matar el tiempo de cualquier otra forma.

Lo mejor: Las góticas localizaciones.

Lo peor: Un tramo final ridículo.


Vuestros comentarios

1. 15 may 2017, 05:02 | Juan Eduardo Bendeck Cordero

Pues de cualquier forma quiero verla. De lo que estoy seguro es que no está hablando del mismo Burgess que escribió “La Naranja Mecánica” ¿o tal vez sí?
Me acordé de alguna otra película que vi hace como treinta años, en mi niñez ochentera del videoclub de la cuadra. Era sobre una mujer con una enfermedad (tal vez algún tipo de neurosis) que vive en un caserón enorme. Luego dos enfermeras se harán cargo de su endeble salud, ante los ruegos de un esposo-empresario que viaja mucho y no puede estar más tiempo con su mujer. La mansión en medio de la nada, y el terror comienza a la siguiente noche.
Pero son recuerdos nada más. Es que a veces estas buenas reseñas activan la memoria.
Un saludo, Maestro Bob Rock.

2. 15 may 2017, 20:56 | Bob Rock

Juan Eduardo Bendeck Cordero.- No, no son el mismo Anthony Burgess… ¡hasta que no me las dicho ni he caído! Qué casualidad más graciosa. En cuanto a la película, puede que te traiga agradables recuerdos, pero dudo que sea de tu agrado. El tramo final es un caos lamentable.

Esa película que recuerdas… vaya, me suena de algo, casi más como un cuento. Claro, es muy genérico tu recuerdo… ¿podrías desarrollar más? Por ejemplo, época de la película. Quizás así sepamos ubicarla.

Un abrazo!!

3. 16 may 2017, 04:47 | Juan Eduardo Bendeck Cordero

Estimado Bob Rock: Pues no, el recuerdo llegó hasta allí. Lo que pasó es que yo estaba muy jovencito y debí haberme quedado dormido. Luego mi amorosa madre apagaría el televisor y el VHS (¿de dónde he sacado tantos vicios y defectos si tuve una infancia tan plácida y feliz? jajaja). Debió haber sido una película tipo slasher-serie B de los años 80s destinada a ser inventario de Videoclub de Barrio, o como decimos en México, de la cuadra.
Pero teclearé las premisas en buscadores de Internet y daré con el título. Gracias y saludos nuevamente.

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