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Boys in the trees

¿Eras lobo o cordero?

Boys in the trees

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2.5/5

Podría empezar esta reseña aduciendo que uno de los mayores terrores a los que se enfrenta el hombre, independientemente de su sexo, es el cambio físico, mental y de prioridades que se produce durante la adolescencia. Inconsciente al principio de la misma, abandonamos nuestras fantasías infantiles para, en el caso de los chicos, pelear por un puesto en la cabeza de la manada; llegando al final de esos días, cuando la enseñanza primaria alcanza su término, extenuado y consciente de la montaña que queda por escalar, además desprovisto de la inocencia que cuidadosamente te has concentrado en aniquilar durante esos breves años de hormonas ardientes y primeros tragos de vicio. Bajo este supuesto –bastante artificial y pretencioso dentro de la concepción del universo no antropomórfico que defiendo– habría que reconocer a “Boys in the trees” como un auténtico hito dentro del terror.

Sin embargo, bajo escenarios más clásicos y menos rebuscados –por ejemplo la corriente de terror sobrenatural nihilista que también defiendo– “Boys in the trees” es tan sólo un drama adolescente revestido de fábula siniestra y oscura. Aunque esta oscuridad no lo es tanto por seguir las líneas del cine de género, del cual se aprovecha para lograr una mayor difusión, si no por trasladar a pantalla las tendencias musicales de la juventud rebelde, marcada por un tormento que preludiaba esta nueva era de control, donde un niño no puede salir sólo a jugar al fútbol con sus amigos en la puta calle.
Eviten por favor la decepción a sabiendas de su verdadero género, y obviamente que tampoco les engañen. Es cierto que la película se aprovecha de una atmósfera siniestra y evanescente para desplegar paisajes extraterrenos, pero el miedo o tensión no son conceptos aquí válidos. Tampoco negaré una faceta de misterio que nada tiene que ver con este mundo, así como tampoco la desarrollaré para evitarles la única sorpresa argumental, y eso que se ve venir a varios metros de distancia.

31 de Octubre de 1997 es la fecha, y para todo aquel que terminase el instituto durante ese año – a un servidor le tocó algunos años antes y por eso ha sentido una cierta brecha emocional con la obra – “Boys in the trees” le supondrá un bienvenido ejercicio de nostalgia en su sentido más puro. No podrá evitar la melancolía de esa época ambientada por clásicos de Nirvana, Garbage, Ramnstein, East 17, Dinosaur Jr. o Marilyn Manson. Así mismo, que un puñado de referencias culturales no le guíen hasta el camino equivocado: la fabula es eminentemente suburbana, eminentemente anglosajona; de tal modo que un latinoamericano o español adolescente verá lo suficientemente distorsionado el reflejo de esa época como para distanciarse más si cabe de los resultados emocionales, tan manipulados para la ocasión, con los que se vuelca el australiano Nicholas Verso. Por no hablar del papel secundario que adoptan las mujeres en esta historia, aunque les pertenecen las frases más lúcidas, el argumento está tratado desde el prisma masculino/heterosexual –eso sí, soltando ciertos mensajes al viento sobre la identidad sexual, dudas muy propias de la época adolescente–.

Nicholas, también DJ, faceta que se nota en la cuidada selección musical, sale del ostracismo al que su carrera cinematográfica lo tenía condenado – entre cortometrajes y un largometraje debut sin especial repercusión – con una producción capaz de reclamar la atención en festivales por su clara apuesta con la estética de video clip. Su éxito mediático, muy codiciada su exhibición en el presente Sitges, se debe a este patina de obra de culto con la que se adorna desde el primer minuto. Una mezcla entre “Jóvenes Ocultos”y “Donnie Darko”, es la frase promocional que se ha podido oír hasta el momento, cuando la realidad es que el efecto generacional intenta esconderse detrás de un cuento sobre la adolescencia que ya hemos presenciado cientos de veces. ¿Es personal? Por supuesto, como toda transición a la vida adulta, lo que no justifica la falta de dimensión de la historia, tampoco le resta eficacia pues todos hemos recorrido de una forma u otras las huellas que Corey, Jonah y Jango han dejado sobre la vegetación suburbana de Australia.

Corey, fotógrafo de corazón, forma parte de los chicos populares del instituto; junto a Jango son los líderes de una pandilla de gamberros que sólo aspiran al próximo canuto y la gloria del skate junto a sus novias bien dispuestas. En las antípodas de tan simpático grupito encontramos al callado Jonah, continuamente machacado por Jango. Curiosamente, Corey y Jonah fueron buenísimos amigos durante la infancia, y el distanciamiento entre los dos esconde tanto resentimiento como necesidad. La boca de un volcán burbujeante dispuesto a la erupción, así es el Halloween de 1997, cuando Corey ve cortadas sus alas – representadas por una solicitud de beca en la universidad de Nueva York – ante la reticencia de Jango a abandonar a su mejor amigo. En esta noche revuelta, el encontronazo casual entre los antiguos amigos del alma los llevará a un recorrido por las calles de su pequeña ciudad donde las viejas historias y los juegos estimularán su imaginación hasta concretizar un extraño sueño de pérdida y madurez.

Hasta ahora mis palabras parecen un varapalo para “Boys in the trees”, y nada más lejos de la realidad. Aparte de mi desagrado ante ese maniqueísmo intentando obligar al espectador a sentirse uno más de esos adolescentes tan marcados –por obligación, sin claroscuros desde los que analizarlos– y un claro rechazo a las escenas en cámara lenta, reconozco que el trabajo de Nicholas Verso tras la cámara es formalmente sobresaliente. No sólo sabe captar gráficamente esa tenue atmósfera de cambio que supone la adolescencia, si no que también saca petróleo del joven elenco. La verdad que todos están para ponerles una estatua en la plaza mayor de su pueblo. Algunos de estos chavales ya han visto como sus carreras les han llevado a los platos de producciones de alto standing dentro del panorama contemporáneo, y su futuro se prepara igualmente halagüeño de continuar por la misma senda. Los dos protagonistas principales, Toby Wallace y Gulliver McGrath (“La Invención de Hugo”, “Lincoln”, “The Voices”) se comen la pantalla literalmente, equilibrando muy bien los potenciales peligros de su relación, sencilla de entender con cuarenta, un suplicio vivirla con dieciséis. El resto de actores también se suman a la frágil ambientación, pero demuestran menos sutileza –quizás no era requisito indispensable– para abordar las diatribas sexuales de sus caracteres.

Honestamente, sin entender un tinte autobiográfico, creo que las pinceladas de homosexualidad soterrada sólo suponen un foco de distracción que responde a una imposición artificial de mayor profundidad de los personajes. No veo necesidad de estos destellos dentro del espacio adolescente de lobos y corderos que se nos intenta dibujar, simple y común hasta cierto punto. Quedará muy bien para los jurados, forzado para el espectador medio independientemente de su orientación sexual.

Para concluir, “Boy in the trees” es una película que requiere de cierta sensibilidad o estado de ánimo para ser disfrutada al máximo, sin llegar a descubrir en ningún momento una fórmula magistral a seguir en los próximos años. En las antípodas del terror o la fantasía, como creo que la mayoría de los aquí presentes la entendemos disfrutamos, tampoco podemos desmerecer la calidad de su fotografía, actuaciones, planos o banda sonora. Pero jamás verla con el ánimo de vivir una historia que nos traslade hasta Marte. La visceralidad y guerra adolescente tiene mayor poder en la realidad que en esta fábula premeditadamente generacional.

Le falta mucha naturalidad para llegar a la patata de este cruel escriba.

Lo mejor: Una banda sonora ideal para los nostálgicos de mediados de los noventas.

Lo peor: Con semejantes precedentes es normal que la película sea muy "videoclipera", pero termina cansando tanto estilismo impostado.


Vuestros comentarios

1. 09 sep 2017, 09:30 | Andromeda

De lo que mas vengo disfrutando este año. Realmente me capturo el clima onirico de la peli.

2. 24 sep 2017, 16:05 | Arabelsk

La he disfrutado un montón y eso que se me hizo obvio todo.
La atmósfera onírica está muy bien conseguida y es preciosa, pero a veces parece que quiere enseñar demasiado lo que está pasando, como si temiera perder a alguien. Hay veces que con solo insinuar las cosas hubiera sido suficiente.

El miedo de esta historia viene más por la adolescencia y su crueldad que por cualquier monstruo de los que nos podamos inventar de niños.

3. 13 oct 2017, 14:52 | Omar

A mi me pareció un drama soporífero de 2 (innecesarias) horas.

Y es que tanto lo grueso de la historia como nuestros personajes (jovenes, rebeldes, heterosexuales, clase media, la jovencita bonita y soñadora) los hemos visto incontables de veces.

Me gustó mucho la escena del arbol, bellísima, así como el día de muertos (bonito gesto a mi país, bien retratado). Ambas son visualmente agasajadoras.

Yo si simpaticé con las pinceladas de homosexualidad, y esperaba algun plot twist que se inclinara por aquí. Algo que le diera ritmo a esta película que pareciera que va en cámara lenta!

1.5/5

4. 25 feb 2020, 14:06 | Neko

Realmente pienso que es una película que pudo ofrecer más pero nos traslada a la década de las películas juveniles de los ochenta algo que para los que tuvimos la dicha de ver ese cine no se nos hace algo espectacular….saludos

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