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Bed of the Dead

Sueños carmesíes

Bed of the Dead

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 1.5/5

Soy un reconocido aficionado a los relatos e historias que tienen como protagonista un objeto maldito. Así el que “Misterio para Tres” fuese una de las series favoritas durante mi adolescencia, a pesar de sus evidentes carencias, o que “Hellraiser” –sí, la Caja de Lemarchand es el objeto más cabrón de este lado del Infierno– supusiera una piedra de toque en mi formación como persona, no debería representar una sorpresa a estas alturas. Desde la calavera de Sade hasta los anteojos del hombre muerto, pasando por lámparas ocultando genios malignos o los tomos propagadores del caos y la locura, encabezados por el infame Necronomicon… Cualquier excusa es buena para profanar la seguridad del hogar con un aparentemente inocente objeto que provoque un festín de muerte y aflicción a su alrededor. No es de extrañar entonces que saber de “Bed of the Dead” fuese un baño de agua fresca en el desierto: ¿Un largometraje de terror sobrenatural donde la principal estrella de la función fuese una perversa cama cuyos ocupantes acaban muertos de la forma más cruel posible? Además, semejante lecho se ubica en unas habitaciones dispuestas para citas lujuriosas y lascivia de alquiler. ¡Vaya! ¿He encontrado el Paraíso?

Cuatro amiguetes, dos tronistas macho y dos tronistas hembras, se acercan a una extraña casa del placer para montarse una fantasía sexual, un pequeño intercambio de parejas. Cuando acceden a la habitación asignada, la número 18, descubren una lujosa cama del siglo XVI que no les dejará salir con vida del edificio, encantando sus mentes y provocándoles dolorosas heridas.

Un día después, tras el incendio que ha destrozado la habitación 18, un detective investiga las muertes de cuatro personas más un quinto junto a la entrada del decadente dormitorio. Mientras que todos los cuerpos están calcinados, han sufrido diferentes causas de muerte, lo que lleva al investigador a buscar pistas sobre las identidades de los chicos, descubriendo que aun puede contactar, gracias a un agujero en la capa del tiempo ubicado cerca de la cama, con una de las chicas atrapadas antes del incendio.

Nada más lejos de la obra primeriza y genial de Clive Barker, nada que ver con la serie B de toda la vida, donde este subgénero ha sobrevivido como ha podido hasta nuestros días, “Bed of the Dead” está a un nivel muy bajo incluso manteniendo las expectativas por los suelos. Y a pesar de que su premisa sea igual de sugerente una vez vista/sufrida, el desarrollo de la cinta se ve seriamente lastrado por la obsesión de sus autores en olvidar lo más importante: ¡la puta cama!
Creado su cabecero con la madera de un árbol en el que se ahorcaba a los delincuentes, esta hermosa estructura de tableros y sábanas de raso condena a la muerte a todo aquel que se atreva a tocarla, siempre que sea culpable de algo. Hasta el menor de los pecados es lavado con sangre cuando alguien abandona la cama, y nadie sabe ni cómo ni por qué comenzó esta maldición, remontándose varios siglos atrás.

Sin embargo la trama se centra en los diálogos y elucubraciones que tienen dos chicas –imperdonable que en una historia con un fondo tan perverso no se vea ni un atisbo de los cuerpos de nuestras protagonistas– cuando están atrapadas ya sobre la cama, a sabiendas de que la muerte les espera si pisan el suelo, suponiendo esta situación unos interminables cuarenta minutos centrales, haciendo muy difícil completar el visionado. Además, como esto no es suficiente para completar hora y media, un detective intenta descubrir que ocurrió en la habitación donde la cama ahora yace hecha escombros debido a un incendio. Es decir, mucha palabrería y muy pocas escenas donde disfrutar de los efectos que la cama provoca en sus víctimas, muy del estilo de “Oculus” pero sin nada de carisma.
Desgraciadamente, y esto es muy importante, las escenas más sangrientas están curiosamente insertadas al principio del metraje, lo mejor sin duda de la película. Pero siendo justos hay que reconocer cierta tosquedad en su realización, así como una cantidad de carnaza a todas luces insuficiente.

Y aunque este extraño giro narrativo donde el pasado se mezcla con el presente pueda parecer original en un principio, en realidad le resta fuerza a la situación de los jóvenes atrapados en la habitación de la cama, pues en cierta manera ya sabemos cómo van a acabar, gracias a las pesquisas que al día siguiente realiza la policía en el lugar del crimen. Sin embargo, un móvil permite al detective principal del caso comunicarse con una de las chicas que estuvo atrapada en la habitación, viéndose así empujado a salvarla desde el futuro. Repito, todo esto como excusa para diálogos estirados hasta la tontería, pues os aseguro que los personajes no tienen mucho trasfondo que ofrecer, o en todo caso sus historias las hemos visto mil y una vez.

En todo el amplio espectro de la definición, “Bed of the Dead” es una película fallida que no hace justicia a su concepción ni al subgénero de objetos malditos. Ofreciendo además una dirección renqueante y un guión que peca de infantilismo por los cuatro costados. ¿Quiénes son los culpables de estas acusaciones tan duras? Cody Calahan y Jeff Maher, guionista y director respectivamente, se han hecho un hueco en la industria fantástica canadiense, principalmente produciendo la gran mayoría de series B que actualmente aporta dicho país: “Let her out”, “The Heretics”, “Antisocial”, “Bite”; entre otros títulos. Sin embargo el elevado ritmo de producción quizás les esté afectando, e igual te sorprenden con algo funcional como “Hellmouth” que te ofrecen un mojón como la presente, cierto que siempre condicionados por la falta de presupuesto.

Otra faceta peliaguda de “Bed of the Dead” sería su elenco: desastroso. Aquí la inexperiencia de la gran mayoría de ellos no supone justificación alguna, y a pesar de que la dirección de actores brilla por su ausencia, ellos tampoco se creen sus papeles ni por un minuto, mascullando los diálogos como si estuviesen mascando chicle. Precisamente por ello hubiese sido una buena idea centrar la trama en las cabronadas de la cama, muy descafeinada ante las mamarrachadas de los personajes que la rodean. Un claro ejemplo de que una película no necesita retorcer su argumento si no apuntalarlo cuando la vía directa puede ser la mejor opción. ¿No hablamos acaso de una cinta donde una cama mata gente? Cuesta decirlo, pero hasta “Death Bed: The Bed That Eats” (1977) es casi mejor en cuanto a planteamiento, y eso que hablamos de una producción semi amateur.

Os lo dejaré resumido por si alguien os hace un examen: “Bed of the Dead” no es una película que se haga odiosa, gracias a que su escenografía nos recuerda momentos sórdidos de otras historias superiores, pero si no existiese el mundo del cine no sufriría un ápice. Digna para una sesión de películas malas que puedan ser soportables estando fumados y borrachos, bajo una interpretación más inteligente: un ejemplo perfecto de cómo echar a perder una película de horror sobrenatural.

Lo mejor: Las secuencias sangrientas.

Lo peor: Me quedaría con unos actores que rompen la cuarta pared con sus pésimas interpretaciones.


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