A Ghost Story

“¿Qué hace esta mierda de película reseñada en Almas Oscuras? ¡Sucios cabrones! No hay terror, no hay tensión, no hay sangre… No hay nada que justifique la presencia aquí de un drama existencialista con toques románticos. ¡Os habéis convertido en la versión “Mondo Sonoro” de las páginas web! ¡Qué me devuelvan el dinero que no he pagado!”

“¡Oh, que sensibilidad inusitada! El ogro de Almas Oscuras sale de su pozo de mierda para analizar una de esas hermosas piezas de arte que simbolizan la evolución del terror. Podré compartir con la plebe mis opiniones, por fin, sobre una película que trasciende las clasificaciones y se convierte en experiencia mística. ¡Oh, éxtasis teresiano! ¡Oh, overdose!

Aparte de que el género como subcultura amenace con tocar fondo, como demuestra la obsesión de los “sites” y festivales “especializados” en presionar los límites del género para incluir en él una película protagonizada por una puta sábana con dos agujeros, “A Ghost Story” supone la punta de lanza de una corriente que promete devorar el cine en general y convertirlo en una broma, con una falta de discurso que no disimula su ritmo tedioso y silente. Por mucho que este tipo de producciones sepa demostrar un gusto exquisito para lograr su cometido básico, provocar tristeza para la ocasión. O de otro modo, centrándose antes en la emoción, cual anuncio navideño, antes que en la narración.

Hermanas de la sensibilidad: “Agonías Story”, sería un título más adecuado.
Orcos del terror: “Mejor que lo que sueles ver Story”, sería enfrentarse a la realidad.
Amigos de las comedia: “No es tu Story”.

Acuciante esta decadencia cuando hablamos del terror sobrenatural, incluso sabiendo que él mismo se dispara continuamente en el pie debido a sus vergonzosos pecados, superando en número a los de un rey constitucional, como por ejemplo fagocitar las corrientes de éxitos pasados sin aportar algún matiz original o siquiera una realización decente. En otros términos: este cortometraje llevado al extremo es un auténtico peñazo, pero no quita para, dadas las pelotas demostradas por su director, pasearlo ante este circo para que el público pueda tirarle palomitas rancias o aplaudir a rabiar. Ubicándolo conscientemente en las antípodas de lo que me gusta degustar habitualmente, su tuétano no me ha desagradado del todo, así como su puesta en escena, la cual demuestra talento aunque sólo sea por su habilidad de recrear una diapositiva eterna (4:3) mediante una sencillez conmovedora. Como podéis ver, el apocalipsis no lo es tanto cuando tienes veinte años.

Insisto, en lo personal siempre justificaré que reseño lo que me sale de las gónadas, a falta de crear un hijo con ello, y además creo honestamente que las divagaciones a las que “A Ghost Story” me invita poseen algo de interesante. Si no podéis ir a la video reseña de turno a oír la voz de pajilleros más listos y mejor informados que un servidor.

Joder, a pesar de que mis palabras suenen a veces reaccionarias me quiero considerar en la otra cara de la moneda. Es decir, mi interés en el cine de terror radica en ver lo mismo de siempre pero con otro saborcillo distinto a cada año que pasa… y sobre todo que esté bien plasmado en pantalla. Evitar dorar la píldora gratuitamente a los cineastas actuales, porque los círculos se van estrechando, me parece de lo más revolucionario para los tiempos que corren. Sin embargo, jamás pondré pegas a los estilismos siempre que estén al servicio de la atmósfera o de la historia. Ahí queda por ejemplo “El Resplandor” que es una de las películas más equilibradas de la historia del cine, una obra maestra a la altura de “Taxi Driver”, “2001: Una Odisea en el Espacio” o “Ciudadano Kane”. ¿Lo mejor? Kubrick creó horror puro adornado con una estética imperecedera, sin discusiones ni triples lecturas.

Eso sí, jamás querría sacrificar por estas manías o expectativas, al fin y al cabo se tratan de opiniones muy personales, la esencia del “miedo”. Y es que mucha gente ve en el terror un vehículo para explorar preocupaciones filosóficas, principalmente de carácter existencial, sólo por el hecho de tener a la muerte y a la locura como principal telón de fondo. Pero considero que la principal razón de ser del terror es la de simplemente hacer sentir vivos a sus consumidores. Hablamos de un tipo de arte orientado al entretenimiento y la sorpresa, desde el legendario “Nosferatu” de Murnau hasta los retorcidos cuadros de Zdzisław Beksiński.

Ya me entendéis, la diferencia entre vivir o analizar la vida; lo que no excluye el surrealismo como lenguaje, demostrando Lynch o Cronenberg, entre otros, que diferentes facetas del terror subyacen al borde la conciencia, justo donde nacen las pesadillas. Lo que no veo tan claro es que si entonces una obra versa sobre el inevitable final de nuestros días tenga ya un enlace directo con el terror. Regresaríamos así a la broma ya pasada de moda: ¿para qué quieres ver “Viernes 13” cuando ya tienes el telediario?
La muerte es un asco, siempre trae aflicción a uno u otro de los bandos, hablamos de una constante que pocos podrán negar mirándote a los ojos, sin embargo girar noventa minutos en base a esta idea, por muy personal que sea la visión, no deja de ser un rollo irritante. ¿O acaso os va a divertir mirar durante más de cinco minutos a una mujer comiéndose una tarta? Contemplar el blanco nuclear, por mucho que pueda asociarse metafóricamente al vacío existencial, no parece una de las opciones más intensas como divertimento, mucho menos una vía de pasar miedo o sentirse vivo ante el falso peligro.

El género ya no se ve como un estigma social si no como un elemento de orgullo diferenciador, otro eslogan para el puesto de camisetas en Sitges. Curiosamente cuando la personalidad es el efecto de una rareza biológica a la que nuestra evolución nos ha llevado sin que jamás seamos capaces de saber cómo o por qué. Entonces, atención a la falta de coherencia tan típicamente humana de la que haré gala, ¿qué puedo decir de forma crítica con respecto a “A Ghost Story”?

Principio, nudo y desenlace; nada destacable entre estos tres puntos. Trama completa:

Un tipo cualquiera muere y, sin aceptar dicha transición, vuelve del “otro lado” con una sábana por encima, cual Casper decimonónico. Su primer y único objetivo es la casa donde dejó a la mujer que representa toda su existencia, observándola sin poder canalizar sus emociones al no estar vivo. Atado a ese solar en esta nueva encarnación ectoplasmática, ve como los años pasan y con este flujo se acabará su triste historia de soledad, trascendiendo al fin con un simple gesto de amor olvidado.

Pañuelos de papel, treintañeros recién incorporados al mercado laboral, el mundo es su nuevo mundo, vámonos todos a la barbería, tu y yo no tenemos sitio.