El Juego de Gerald

“El Juego de Gerald” adapta la novela homónima que Stephen King publicó en 1992, durante una época de auge literario dentro de su carrera, pero también caracterizada por una descomposición emocional, exacerbada por el consumo de alcoholo y drogas, que marcaría un antes y después en su carrera. El maestro del horror intentaba abordar otros temas dentro de sus obras, alejándose del terror sobrenatural puro y duro que tan buen resultado le había dado. En concreto la exploración de la psique femenina, así como una forzada interrelación entre sus novelas, se posicionaba en primer plano de tal forma que incluso fue acusado de apoyarse en “escritores fantasmas”. Sustentando así, según diversos analistas, una vasta producción que mostraba signos de agotamiento debido a la sobredimensión de sus publicaciones, alcanzando un número de páginas casi indecente. Teoría que no me parece descabellada en absoluto –aunque habría que preguntarle a su esposa, también escritora–, de hecho notamos un sospechosos cambio de estilo con respecto a por ejemplo “It” en “Dolores Clairborne” y “Saco de Huesos”, entre otras, cuestionándonos la evolución que todo autor debe sufrir durante su vida… pero eso es otro debate.

Jess y Gerald son una pareja acomodada sin hijos que decide pasar un fin de semana en su casa de campo para avivar el fuego de la pasión. Por lo visto a Gerald le gusta la marcha, y unas esposas serán las mejores aliadas para jugar en el dormitorio. Por desgracia, mientras que Jess acepta a esposarse firmemente al cabecero de la cama, Gerald sufre un ataque al corazón debido a su afición por la Viagra, dando lugar a un encierro, el de Jess, que pondrá en jaque su cordura y su capacidad para la supervivencia, frente a un perro vagabundo y “alguien más” que merodea por la finca, abandonada hasta nueva orden.

En lo personal, “El Juego de Gerald” supuso el principio del fin de mi relación con los escritos de King, pues el cansancio argumental en sus novelas empezaba a ser evidente, las escribiese quien las escribiese, y además las temáticas se iban alejando de mis gustos personales. Sin embargo, igual que su sinopsis me provocaba rechazo, el consumo de esta novela fue todo un placer, debido tanto a una mayor capacidad de síntesis de lo habitual así como la profundidad psicológica de la que hacía gala, diluyendo el terror escabroso, al que muchas veces King se ha abandonado con especial saña, en una mezcla más sutil. ¿Cómo la novela de una mujer esposada a una cama puede poseer tanto dinamismo y matices? Reconozco que con el tiempo, a pesar de no haberla vuelto a leer desde los lejanos noventas, “El Juego de Gerald” ha ido ganándose mi respeto por sí sola, a pesar de que siga siendo muy crítico con las dos últimas décadas del “Puigdemont de Maine”.

Llega 2017 y por fin tenemos la adaptación cinematográfica de la citada obra, cortesía de “NETFLIX”, realmente potente en cuanto sus producciones originales, día a día superándose para luchar de tú a tú frente a los estrenos en salas comerciales. Para la ímproba tarea de trasladar una novela eminentemente psicológica a la pantalla, cuestión harto difícil si entendemos que más de la mitad de la historia transcurre dentro de la cabeza de nuestra desgraciada protagonista, el gigante norteamericano recluta a un director que se está ganando por méritos propios un hueco entre los fríos corazones de los aficionados al género: Mike Flanagan. El cual con “Absentia”, “Oculus”, “Hush”, “Somnia” y “Ouija 2” ya ha demostrado ser un todoterreno, al que no le importa recoger el testigo de una saga que nació con el pie torcido como adentrarse en los terrenos del terror comercial, siempre con una escasez de medios que honran los resultados obtenidos en pantalla. A estas alturas merece la pena preguntarse: ¿alguien ha recogido por fin el testigo de John Carpenter? Palabras mayores a las que Flanagan deberá dar respuesta en años venideros, pues a día de hoy todavía le falta algo más de estilo propio en sus producciones, las cuales están rodadas de forma demasiado genérica, aunque eficaz, para mi gusto. Estoy seguro de que antes de que acabe la década firmará un largometraje, basado en un guión propio, que maraville a propios y extraños.

Pues bien, ¿ha salido indemne Flanagan con una adaptación que tenía muchos ojos puestos sobre ella debido al interés actual que la obra de Stephen King, fenómeno cíclico, está despertando? La contestación es un rotundo sí. Flanagan, que además co escribe el guión, ha sabido respetar el material original hasta las últimas consecuencias. Tanto es así que obviamente el factor psicológico, toda la exploración dentro de la mente de Jess, nuestra protagonista, queda ligeramente tocado en la línea de flotación cuando nos enfrentamos a la versión cinematográfica de este drama femenino. No obstante, podemos aventurarnos a afirmar que “El Juego de Gerald” es una de las mejores películas de Flanagan, incluso podría ser candidata a lo mejor de este desorientador 2017. Igual que la novela nos empujaba a preguntar por la capacidad de su autor de atraparnos con una historia aparentemente tan sencilla, luego con diferentes capas a cada cual más dolorosa, la película obliga a la misma cuestión, con un final feliz de cara al espectador más exigente.

Insistiendo en los términos más atmosféricos, la adaptación que hoy nos ocupa desaprovecha una de las figuras principales, y más inquietantes, de la novela: el hombre de la luz de luna. Aquí introducido de una forma bastante directa y con un aura de peligro algo descafeinada, pero es que las fantasías que la luna crea en la habitación donde Jess permanece cautiva no son fáciles de trasladar a imagen, así que asumiéremos como un mal menor esta faceta.
No obstante, esta fidelidad con respecto al original también es un arma de doble filo, pues la lectura reciente de “El Juego de Gerald”, no es mi caso, aguará un tanto la experiencia frente al largometraje. Por aquello de no ofrecer ninguna novedad relevante; además, como suele ser habitual, es muy complicado que la película supere al libro. En mi opinión la letra impresa alumbra un territorio más amplio a la ensoñación. Quitando estos detalles, la película de Flanagan es un digno homenaje a la novela de King, además de un entretenimiento de mucha calidad.

Esta calidad no viene propiciada por el aspecto técnico de la producción, cuidada pero bajo unas bases sólo ligeramente superiores a las que podría ofrecer, por ejemplo, el bueno de Mick Garris, antaño adaptador seudoficial de King. Lo que reflota la película hasta la superficie de obras memorables dentro del género, ansiado podio, serían sus intérpretes, sólidos y cualificados como para diseccionar una historia que transcurre tanto en el plano físico como en los mundos de la imaginación y los recuerdos. Principalmente, obviando a un perro que se convierte en otro personaje muy importante de la cinta, hablamos de Carla Gugino (“Watchmen”, “Sin City”, “Noche en el Museo”) y Bruce Greenwood (“Yo, Robot”, “Star Trek”), aunque el pequeño grupo de secundarios tras ellos lo hacen realmente bien, ¡hasta los niños implicados en el rodaje!
En concreto, Greenwood interpreta a un Gerald tan ambiguo como masculino. Dentro de la cabeza de su mujer o en la prosaica realidad, algo siniestro se intuye en este abogado acomodado, nunca tan obvio como para llamar a la alarma, sí patente para que la tensión se genere a su alrededor. Claro que el premio gordo, un auténtico caramelo de papel, se lo queda la señorita Gugino, no sólo de belleza vive el “Actor’s Studio” y esta exuberante hembra da una lección casi teatral de lo que es pasar un calvario, más en el terreno mental que en el físico, algo que os parecerá mentira cuando veáis cierta escena, capaz de haceros rechinar los dientes de dolor. Resumiendo: un sobresaliente para Carla, ojalá esto supongo un espaldarazo para más y más proyectos.

Queda claro por mi entusiasmo que “El Juego de Gerald” es una película recomendable desde cualquier punto de vista, incluso a pesar de los últimos minutos resulten aquí especialmente prescindibles, mucho más predecibles que cuando Jess nos contó este mismo final en 1992. Quizás a los que busquen un terror festivo, afincado en el terreno de lo sobrenatural, esta cinta les sepa a poco. Es comprensible, pero hagan cuentas de que su sinopsis deja muy claro que el componente dramático no es un accidente, muy bien entreverado con el thriller psicológico. Otro pequeño éxito que alargará el “boom” de adaptaciones de Stephen King hasta límites insospechados. Por mi parte abogaría por terminar de una vez la serie de “Castle Rock”, trayendo a la pantalla pequeña las sensaciones de tantos y tantos relatos maravillosos como el maestro del horror tiene en cartera desde la genial colección “El Umbral del Noche”.