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The Honor Farm

La virgen alucinada

The Honor Farm

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 1/5

“The Honor Farm” es una película muy bonita: habla de sentimientos juveniles desatados, dentistas satanistas, de tortillas de setas alucinógenas, de penes de tamaño monstruoso y cabritillos adorables, dignos de un anuncio de detergente extra suave. Pero sólo habla, claro, ver todo eso en pantalla no debe ser un trance por el que un ser humano esté obligado a pasar, así que todos los personajes se conjuran para sólo danzar entre bosques, ruinas y cascadas mientras miran más allá, tras la cámara, a los ojos empañados de emoción de una realizadora que llora lágrimas de sangre ante la construcción de la alegoría perfecta. ¿A quién le entrego mi virginidad?

Llegan los dieciocho y una chica muy guapa tiene alucinaciones en la silla del dentista, entre sueños intuye penetraciones y una mujer con la calavera de un ciervo como testa. La novocaína podrá ser acusada de peligrosa, pero no de aburrida. Una vez que sus dientes relucen más que un tanga de lentejuelas colgando de un tendedero, ya puede quedar con su amiga, rubia para que combine con el tono moreno de sus cabellos, por aquello de sumar, para ponerse monas y hablar que si tal o cual pene les parece más apetecible. Por supuesto, cosas de las hormonas nihilistas, se preguntan entre risas de complicidad por el valor de sus actos. Unas chicas guapas, de buena familia, condenadas a la normalidad de una pequeña ciudad tranquila y bien avenida. Por suerte, el baile de graduación las espera para concretizar este paso a la edad adulta, aunque en otros tiempos, la primera menstruación tenida años antes ya las hubiese llevado ante el altar de los cerdos.

Esta vez los cerdos son dos chicos guapos pero con afición a subirse a excavadoras para hacer poses simpáticas. Cosas de “Instagram”. Alquilan una limusina y se disponen a ir al baile, previamente regando sus gargantas con mejunjes tan sabrosos y efectivos como el calimocho de cualquier peña de barrio. Una vez en el baile, situado también en un casino para promover el ocio inteligente entre los futuros empresarios de Estados Unidos, las chicas siguen con sus peroratas sobre la vida adulta mientras que ellos agitan sus brazos y piden cacahuetes cuales chimpancés. Por suerte estas escenas más banales se mezclan con una música moderna y lánguida que alumbra planos propios de la “Mtv”, así entre dialogo y dialogo sin fondo podemos mover el esqueleto en casa, porque es una película preciosa.

Vómito aquí, vómito allá, te meto mano y, aunque tú estás todo el día dándole vueltas a cómo te sentirías siendo penetrada, rechazas a tu príncipe azul para terminar subiéndote a un coche con tres locas del coño que te quieren llevar, zampándose un buen puñado de setas alucinógenas antes, hasta una prisión abandonada no se sabe muy bien para qué. En esas están nuestra rubia y nuestra morena, cada vez más parecidas a “Ella baila sola”, cuando a toda esa banda de “estrógenos power”, muy graciosas con sus cuentos sobre rituales satánicos y pichas gordas/pichas fofas, se les unen tres chicos que son muy majos y alocados. Eso es fácil saberlo porque gozan de peinados realizados en una escuela de peluqueros epilépticos y llevan pañuelos en el cuello.

Todos juntos, con la tripita hinchada por los miasmas de las setas de la risa, se dan de la mano y se encaminan hasta la cárcel abandonada, la famosa “granja del honor” mientras ven estrellas y luces mágicas a su alrededor. Parece que nuestra protagonista, a la que todavía le relucen los piños, se está interesando por uno de estos guaperas, el camello más atormentado y gentil del instituto. Esto nos reafirma en que la película es muy bonita, pues el pantalón de este joven le queda muy ajustado, ¡vaya culito respingón!

Entre gilipollas vestidos con camisas de flores que cacarean, roces sáficos provocados por el éxtasis de los alcaloides y leyendas urbanas sobre la granja; por fin alcanzan la misma y siguen dispersándose más que una encuesta a pie de urna. Mientras que unas quieren invocar el espíritu de su primo muerto, a ver qué tal temperatura hace en el otro barrio por estas fechas, otros quieren intimidad para tal vez, y sólo tal vez, darle caña a los jugos vaginales de sus actuales parejas. Nada más lejos de esta terrible realidad adolescente, de nuevo observamos que la película es bonita porque todos queremos “follar por amor”, parte de los chicos se dan de bruces con la realización de un ritual satánico por parte del dentista junto con un amigo barbudo, no hay nada que ponga más a Satán que las barbas. Llegados a este punto, las cosas se ponen confusas aunque al menos rescatan a un cabritillo que iba a ser sacrificado, quién sabe si para luego hacer una parrillada.

Así, subidos a la alfombra mágica de las setas, nos trasladamos por el bosque perdiendo por el camino a la mujer que iban a sacrificar o violar, váyase usted a saber en una película tan bonita, durante el maligno ritual. A lo mejor que le hubiesen puesto una cabeza de ciervo como máscara tiene algo que ver, pues en un círculo perfecto llegamos con nuestros protagonistas a una cascada donde no importa el trauma recientemente vivido, si no el baño en ropa interior para desatar la libido mientras las aguas rozan nalgas perfectas, quizás sea que en el ambiente flote la música de los “Bee Gees”. Ese círculo lo cierran las siguientes alucinaciones de nuestra protagonista de sonrisa “profident”: la mujer ciervo de las narices le plantea un acertijo donde condones y rosquillas justifican la neurosis del creador de “Hora de Aventuras”. La blancura nuclear de su virginidad está a punto de ser amenazada por un camello encantador y sufridor. Sin embargo, tras los ojos babosos del joven, vemos un árbol decorado por una fundación de gente con problemas, probablemente borbones.

Los ojos babosos dicen: “ven al pregón”…

Una panoplia de imágenes atontadas, porque es una película muy bonita, observadas atentamente por cabritillo desde un rincón, provocando la verbalización del pensamiento más inteligente de “The Honor Farm”: ¡Beeeeee!

Por fin amanece, y deben de ser las drogas, porque lo que han sido sólo setenta minutos nos han parecido a todos los implicados como varias horas de ungimiento reptiliano, una experiencia alienígena únicamente comparable al centrifugado en una lavadora del siglo XIX. Entre óxido y metáforas sobre el paso de niña a mujer, dejamos los hímenes profanados en el lago de la cascada para enfrentarnos a la hermosa salida del sol. Todos intactos, todos iluminados por lenguas de fuego que otorgan don de lenguas. Frente a la excavadora, donde dos retrasados de largos penes postulaban a líderes de “Instagram”, toca a su fin esta fábula de cabritillos, graduaciones, setas y rituales. ¡Qué película tan bonita!

Lo mejor: A veces suena una música que te hace querer ser peñista.

Lo peor: Que el pequeño cabritillo no sea el protagonista.


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