Revenge

No estamos ante un rape and revenge más. Es cierto que su guión se ha visto mil veces y que sigue al pie de la letra las reglas de este género… pero aun así, no estamos ante un rape and revenge más. Explicaré, por si hay algún neófito despistado, en que consiste este término de “rape and revenge”: son las películas que narran la violación, tortura y abandono de una víctima a la que generalmente se da por muerta. Craso error, porque ésta, o algún familiar, venga su humillación con un castigo doblemente proporcional al daño sufrido. Las revanchas sexuales abundan en el cine y la literatura, y son lecciones, y a la vez historias de terror, para la sociedad machista en la que habitamos. Y aunque Revenge sigue minuciosamente cada uno de los elementos que conforman esta categoría de cine, lo cierto es que su vestimenta formal, a la hora de abordar el guión, dotan al conjunto de una sofisticación visual y una ligereza singular que la hacen bastante única respecto a los títulos clásicos. Nuevamente para los no iniciados diremos que nos referimos a películas como La última casa de la izquierda (que en sus dos versiones son adaptaciones de la genial “El manantial de la doncella”), Lipstick, Escupiré sobre tu tumba o Perros de paja (esta última fuera del cine de género de terror).

A una moderna mansión en mitad del desierto acude nuestra protagonista (la escultural Matilda Anna Ingrid Lutz) a pasar el fin de semana con un potentado hombre casado (Kevin Janssens). Cuando a la pareja se le suman dos rudos amigos del magnate de turno, la testosterona se dispara. En una noche plagada de alcohol y juegos picantes, uno de los visitantes se encapricha con la joven y terminará violándola. Los tres varones no logran convencer a la muchacha de que no denuncie el suceso y deciden que lo más práctico es deshacerse de ella. Como decía más arriba: craso error…

Desconozco si existen otros rape and revenge dirigidos por mujeres; pero desde luego el toque femenino de Coralie Fargeat (también responsable del guión) con la claqueta es brillante. Su forma de dibujar la sexualidad y el atractivo de la chica en cuestión es colorida y llena de pulso. Presenta a una joven decidida que pisa fuerte y que reivindica su personalidad por encima de su aspecto físico que, evidentemente, es lo único que perciben sus compañeros de reparto. La muestra de igual a igual en los juegos sexuales que serán preludio de la tragedia, con la valentía de que (no importa lo que la joven haga) la acción de los hombres no tiene justificación alguna… ya solo eso es toda una declaración de intenciones en un género que tiende a acentuar, con trazo grueso, la maldad masculina, desdibujando la sexualidad de la víctima en pro de una mayor justificación de la venganza. Sensible, también, el ojo de la directora al abordar una experiencia tan traumática como es una violación: alejando, con gran acierto, la cámara de la truculencia que se sobreentiende tiene tan doloroso trauma.

Cuando llega el momento de cambiar las tornas y convertir a los lobos en presas, Revenge transforma a la cazadora en un Totem de femineidad de curvas de vértigo y espíritu incombustible, tan absurdamente inverosímil como icónico y digno de elogio. Nada importará al espectador la absurda forma de escapar de una muerte segura, ni la falta de coherencia de que una mujer, con una herida que la cruza de lado a lado por zonas tan delicadas como la columna, los pulmones o el estómago, sea capaz de moverse como una guerrera; nos dará igual porque, llegados a ese punto, la chica ya no es una chica: es una superwoman que va a dar a los chulos del mundo su merecido por el abuso al que toda tía se ve sometida por el hecho de ser mujer. Para enfatizar esta respuesta violenta, toda la cinta huye de paletas sobrias y tenebrismos visuales. Las imágenes de pantalla explotan en colores cálidos y atractivos: una paleta alegre que convierte la venganza, y el desenfreno del salvajismo, en un estilizado producto casi publicitario.

El ritmo es otro punto en el que creemos acierta el film: aunque podemos decir que Revenge funcionaría igual de bien con 20 minutos menos de metraje, lo cierto es que el alargamiento al borde del límite de algunas situaciones se antojan totalmente intencionadas y tienen el fin de justificar que Fargeat pueda gustarse en el deleite de la venganza en cada uno de los enfrentamientos de la cinta. Especial atención a los dos últimos duelos (la cinta tiene cuatro personajes, así que no hay pérdida) donde la locura de sangre se suma al desenfreno en la acción y al alarde en la dirección, creando secuencias de gran intensidad tanto en lo emocional como en lo cinematográfico.

Las actuaciones son más que correctas y destaca, nuevamente y como no podría ser de otra forma, la protagonista: Matilda Anna Ingrid Lutz. No es sólo que actúe bien es que, además, tiene una presencia en pantalla y una belleza felina que gana al espectador desde el primer plano en el que aparece. Tampoco se queda corto su antagonista, Kevin Janssens, un maromo de armas tomar que sabe pasar su rostro de la dulzura al odio más visceral. Un colosal árbol del que se espera una colosal caída a la que el actor da soporte con gran naturalidad.

Como remate a todo lo dicho, este Rape and revenge es, pese a los pocos personajes, un despliegue de violencia a la altura de sus referentes de género. Abundará la sangre, que manará por generosas y desagradables heridas, y tampoco se quedará corta en acciones de violencia difícil de contemplar que acercan el producto al denominado y hoy casi extinto “nouvelle horreur vague”.

Lo dicho, nada nuevo pero no lo parece.