Hellraiser: Judgment

Para qué intentar engañarnos, esperar algo de una saga que camina por su décima entrega es tarea de locos o idealistas, quizás ambas cosas. “Hellraiser: Judgment”, convenientemente extirpada de su numeración para atraer a potenciales espectadores despistados, regresa con pocos méritos al submundo de los Teólogos de la Orden de la Incisión, como se conoció inicialmente a los cenobitas. Dejando a un lado el desastre cinematográfico que supone esta producción, resulta interesante contrastar el estado de la serie, teniendo en cuenta que han pasado más de treinta años desde su concepción, con la obra original que le dio pie.

“The Hellbound Heart” es el nombre de la novela que el británico Clive Barker llevó exitosamente a la gran pantalla a finales de los años ochenta. Una prolongación de sus primeros relatos, marcados por la revolución del género terrorífico más sangrienta que jamás se haya conocido, esta historia nos presentaba a personajes superados por sus pasiones y levedad para darse de bruces con el precio de las mismas, en forma de una especie de expertos en la dupla placer–dolor, bastante más de esto último. A modo de “deus ex machina”, nuestros colegas los cenobitas se infiltraban en el mundo real de la novela sin moral o justificación religiosa alguna.

Muchos han querido verlos como unos heraldos del Infierno, presuponiendo así un orden de las cosas basado en el eterno equilibrio entre el bien el mal. Cuando la verdad es que estas creaciones literarias y cinematográficas, hago hincapié en “literario” como eje fundamental de un canon que nunca debería haber existido, simbolizan algo mucho más interesante: ¿Los estigmas de la represión? ¿El coste de la libertad? ¿La amoralidad absoluta? Conceptos mucho más abiertos que la ridícula obsesión de algunos por catalogarlos como simples demonios de la lujuria. Basada su imagen en las fantasías punk, inquisitoriales y sado masoquistas de un joven Barker, los Teólogos nunca fueron ideados con la intención de ser los protagonistas del relato. Los humanos, en toda su gloria y miseria, se abandonaban a la danza dictada por sus deseos, para revelar, ganchos mediante, la vacuidad de nuestra vida, condenada a la insatisfacción más absoluta.

Pero claro, el cine puede ser una mala bestia, muchísima peor que Leviathan, y cuando el público cayó rendido a los pies de los cenobitas, encabezados por su principal sacerdote, “Pinhead”, la productora de turno decidió explotar estas figuras hasta llegar a los ridículos argumentales que nos regala “Judgment”. Como por ejemplo, agárrense, una diatriba entre un ángel y el propio “Pinhead” sobre la ocupación de éste como administrador de sufrimiento al servicio del clásico dios cristiano. La saga ha estado poblada de momentos interesantes, especialmente en lo que refiere a su versión comic, con varias novelas gráficas muy enriquecedoras, pero también lo ha estado de verdaderas estupideces y despropósitos, como los pueriles orígenes de los villanos de la función, aventuras espaciales, la forma en que “Pinhead” existe mientras haya humanos que lo encarnen, la fiesta de fanáticos dedicada a la propia película “Hellraiser”. Con semejante bagaje, decir que “Judgment” contiene ideas que casi tocan fondo creativo es un buen identificador de a qué nos enfrentamos.

Claro que en todo pozo de excrementos hay algo más o menos salvable. Metiendo la mano hasta tocar en sólido encontramos un prólogo que sí aporta elementos muy sugerentes al universo “Hellraiser”. Hablamos principalmente de una estructura funcionarial que hace brillar el universo cenobita. Miembros nuevos del club, de los cuales el primero de ellos sería un Auditor muy locuaz y educado que es interpretado por el mismísimo director y guionista de la película, Gary J. Tunnicliffe, técnico en efectos especiales cuyas horas extras invertidas en el proyecto jamás serán recompensadas. Como anécdota comentar que el diseño de este personaje se basa en el intento de crear una nueva imagen para “Pinhead”, finalmente desechada ante el miedo a las protestas airadas por parte de los fans.

Pero volvamos al tema: Un hombre sudoroso llega a una casa desvencijada y dejada de la mano de Dios, nunca mejor dicho, ubicada en el número 55 de la calle Ludovico, donde arranca “The Hellbound Heart” y también la reprogramación de Alex el drugo. Una vez maniatado entendemos que ha sido atraído mediante una misteriosa carta para ser juzgado durante un proceso sumario, donde el auditor recoge los “pecadillos” de los procesados gracias a una vieja máquina de escribir. Tras comerse la documentación rebozada con lágrimas de niños, posteriormente el Auditor, ¡interpretado por el director de “Feast”!, los regurgita. Y así unas extrañas Juezas, tres tías medio en pelotas y con la cara despellejada, puedan emitir su veredicto tras probar el sabroso vomito administrativo. Si eres culpable, y todos los somos, serás atado a una especie de altar, te limpiarán a lametazos las Grayas y por fin terminarán la función el Carnicero y el Cirujano, cuyos nombres indican su función en la jerarquía. Mientras, por relacionar todos estos delirios con el título del film, “Pinhead”, interpretado por primera vez por un estoico Paul T. Taylor, asiste sentado a todas estas tropelías cometidas sobre la culpable humanidad. Todos ellos hombres, como dictan las costumbres de la mojigata sociedad donde nos toca vivir.

Este es el leitmotiv de los Teólogos para la historia de turno: embaucar a pecadores para que pisen un caserón maldito, a medio camino de “aquí” y “Nuncanada”, para así juzgarlos y ejecutar sentencia. Una franquicia que vendría genial a la justicia española, desbordada ante la necesidad del pueblo por juicios exprés bañados en sangre. Con algo hay que entretener la eternidad.

Además este prólogo se caracteriza por una pobreza de medios que me ha recordado gratamente a la primera parte de la saga, luego estas miserias económicas se transformaran en una losa insoportable, observen el despacho donde los policías protagonistas realizan su investigación. Quizás ustedes no se acuerden, pero Barker, que adaptó su propia obra a la gran pantalla sin tener una base cinematográfica sólida, contó con unos recursos muy limitados para plasmar su particular visión. No fue hasta llegar a la post producción que la productora aportó un poquito más de pasta para volver a rodar ciertas escenas. De esta manera, la primera pieza de la serie se caracteriza por un aspecto sórdido cuya raíz es la incapacidad de su director así como la ausencia de un presupuesto digno. No obstante, una vez superado el prólogo que comentaba, “Judgment” se convierte en una pesadilla visual muy difícil de soportar, regalándonos planos que recuerdan a teleseries como “El Principe de Bel–Air”, pura video cámara casera de los noventa, en concreto unos planos de la fachada de una comisaria que me levantaron varios empastes de lo que he tenido que apretar los dientes para soportarlos. No quiero entrar más en detalle a riesgo de que más piezas dentales se conviertan en pulpa.

Ya metidos en el principio, nudo y desenlace, la película dirige su mirada argumental sobre unos detectives, hermanos para más inri, que siguen la pista del Preceptor, un asesino que al parecer está obsesionado con la culpabilidad y pecado desde un prisma cristiano. No hace falta señalar que dicha trama terminará convergiendo en la calle Ludovico, cuando realmente la película hubiese bastando con sus primeros diez minutos, como si hablásemos de un corto de color sepia, terrible fotografía que os terminará afectando las neuronas. La premisa que coloca a los agentes, y a otra compañera, cerca de una Caja de Lamentos es tan predecible como la puesta de Sol todos los puñeteros días de nuestras vidas, y tampoco se redondea con un lacito rojo que digamos. La conclusión de “Judgment” es pura caspa, reconozco haberme reído muchísimo con el castigo al que el pobre “Pinhead” es sometido por el Altísimo. Puro despropósito de quien tiene que realizar una película con prisas para no perder los derechos de explotación del producto.

En resumen, otra buena ración de mierda que llevarnos a la boca, sin cubiertos, usando las manos, con la dulce glotonería de conocedor del cine de terror que nos aguarda este año. ¿Para qué más análisis, os parece poco?