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El visitante

La verdad improbable

El pequeño pueblo de Flint City es una de esas localidades donde todos se conocen y nada malo pueda pasar. Sin embargo, un día aparece brutalmente asesinado un niño, y tanto las pruebas forenses como los testigos apuntan a Terry Maitland; entrenador de la liga infantil, profesor de literatura y ciudadano ejemplar. El caso parece cerrado si no fuese porque Terry tiene pruebas irrefutables de que no estuvo en el pueblo cuando tuvo lugar el salvaje crimen. El inspector Ralph Anderson queda atrapado en una investigación que lo obligará a derribar su escepticismo. Si quiere llegar al fondo del asunto, tendrá que enfrentarse a un mal que se esconde en las pesadillas infantiles.

Leer la bibliografía de Stephen King es un viaje en montaña rusa: tiene sus picos y tiene sus pendientes. Su última novela, El visitante, es el paradigma de toda su obra y tan pronto te lleva al cielo, como te suelta hacia una hondonada de decepción.

La premisa de El visitante recuerda a La mitad oscura, donde el protagonista, Thad Beaumont, se ve involucrado en una serie de asesinatos que no ha cometido. Stephen King retoma así.el mito del Doppelgänger. Sin embargo, “el doble” en El visitante tiene un móvil y un desarrollo mucho menos interesante que el de La mitad oscura. Si George Stark mataba por su independencia existencial del protagonista, el visitante carece del componente psicológico del mito. En lugar de crear y dimensionar a este ser, lo convierte en un elemento de tercera en la historia, formado de leyendas y de la propia imaginación del autor. No visitamos su mente, ni lo acompañamos en sus crímenes, privándonos de ese delicioso encuentro con la maldad.

El visitante se sitúa en el mismo universo de la trilogía de Bill Hodges (Mr. Mercedes, Quien pierde paga, Fin de guardia), y comparte con ella un fondo más detectivesco que terrorífico con un protagonista, el inspector Ralph Anderson, que ha de enfrentarse a un caso que escapa de toda lógica. En ese sentido, Anderson comparte más con Alan Pangborn, el sheriff de La mitad oscura o La tienda, que con Bill Hodges y se mueve durante toda la novela entre su escepticismo y las evidencias imposibles.

La primera mitad del libro nos recuerda el porqué adoramos a Stephen King y su capacidad de crear esos personajes que sirven casi de atrezo y que, sin embargo, llenan de vida las páginas. Argumentalmente sigue la fórmula de la investigación procedimental, e intercala la narración con transcripciones de testimonios e informes forenses. El autor de Maine no engaña y desde el principio nos deja evidencias de que existe algo más en ese extraño caso. Es entonces cuando la novela, sin dejar atrás la investigación policial, entra en el mundo paranormal de King donde el mal puede tomar cualquier forma.
La segunda mitad comienza a dar bandazos. Tal vez por tratarse de un género más detectivesco, Stephen King da demasiado sentido a una resolución que no puede tenerlo. Si compramos que un coche sea capaz de poseer a su dueño; si creemos que un payaso se mueve por las alcantarillas devorando niños; si aceptamos que los vampiros invadan un pueblo; podemos lidiar con el hombre del saco sin ese capítulo ocho que intenta darle una forma entre lo real lo paranormal; hacer de lo incomprensible algo orgánico.
La narración remonta ligeramente en su último cuarto para terminar precipitándose en una resolución vaga con un final tan anticlímax que la sensación es la de un aterrizaje de emergencia. Sales de él sano y salvo, pero juras no volver a subirte a un avión.
Y no, Stephen King no es un avión accidentado, porque, aún con el disgusto de un final deshinchado, la novela sigue teniendo el encanto del terror costumbrista del autor. Nos ofrece un par de personajes encantadores —entre ellos la peculiar Holly Gibner de la trilogía de Hodges—, y una narración dinámica que, si bien se tambalea en el fondo, no deja de ser agradable en la forma. Y por eso no importa cuántas veces nos meta en las turbulencias de títulos alejados de su genio. Si nos ofrece un nuevo viaje, volveremos a pagar el billete.

Lo mejor: El primer cuarto del libro y el retrato que King hace de Flint City.

Lo peor: La entrada en la Wikipedia sobre el Sacamantecas está mejor resuelta.


Vuestros comentarios

1. 09 feb 2019, 14:20 | tito jesús

Bienvenida Cris!!!!

2. 11 feb 2019, 22:57 | Mountain

Gracias por la reseña Cris, soy muy fan de King, pero si que es verdad que últimamente no anda muy fino.

3. 31 jul 2020, 00:09 | Arturo

Hace años que S. King ya no escribe. Son serviciales suyos. Su nombre es tan sólo el sello, la marca de un negocio. Es como Amazon o Facebook o el Don vacunas Gates. King ya no existe, desde hace 30 años, es una mentira. Es un espectro literario pero su secta no tiene reparos en sacarle los cuartos a los incautos.
En la casa Marsten y Pet Semetary terminó todo… Y la pala que cavó la fosa fue It.

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