Perfect skin

Viendo esta película me vino a la cabeza en varias ocasiones el clásico “El coleccionista” (William Wyler 1965) en la que Terence Stamp retenía contra su voluntad a la bellísima Samantha Eggar en un peligroso juego de seducción y dominación. No es que ambas cintas tengan mucho que ver, pero sí que “Perfect Skin” rehúye de la tortura fácil y explícita para abordar el terror del secuestro desde lo que este supone en términos de sometimiento y control de la víctima. Como suele pasar en estos casos, el secuestro conlleva en quien lo padece la superación de traumas y un crecimiento personal real pero turbador para el espectador y la víctima. En el caso de este film ese crecimiento personal se materializa, de forma física, en la modificación del cuerpo de nuestra heroína.

Katia (Natalia Kostrzewa) es una joven polaca que malvive en Londres durmiendo en donde se la acoge y tratando de encontrar algo de estabilidad en su desordenada vida. Un día acompaña a su nueva mejor amiga al gabinete de tatuajes de Bob (Richard Brake) quedando este fascinado con la belleza de su piel. Tras varios ofrecimientos de tatuar a la joven, Bob, opta por el secuestro para realizar su obra maestra.

Richard Brake es sin duda el actor ideal para encarnar al oscuro Bob: su cara huesuda y cruzada de arrugas es perfecta para personajes con un largo recorrido, cuya mirada tiene que evocar momentos mejores, excesos y el cúmulo de experiencias que le han llevado hasta ese punto. Su interpretación es fundamental para el buen resultado de este producto. El guion no se lo pone fácil pues, inteligentemente, construye una familia y todo un sinfín de matices en torno al personaje, pero los deja suspendidos en el aire para que, entre el actor y el espectador, conformen al protagonista a capricho de este último. Bob será una suerte de Pigmalión para Katia, en la que trata de crear su obra maestra antes de que los achaques de la vida le imposibiliten. Importante para apuntalar al personaje, vemos de fondo una familia fallida a la que Bob es incapaz de valorar enfatizando su obsesión por lo que realmente se le da bien: el trabajo con la piel.

También de forma muy abierta se dibuja a Katia. Una persona desafinada que parece fallar cada vez que se pone a prueba su confianza. Su pasado se sugiere, pero el director Kevin Chicken se guarda de describirla de forma excesiva para azuzar la curiosidad del espectador en el devenir de la historia.

“Perfect skin” es una película que se cocina lenta pero que cuyo tono pausado, lejos de aburrir, ayuda a que entremos en esa pesadilla de forma gradual implicándonos en la trama. Para ello no será hasta llegar al ecuador cuando empecemos a atisbar la pesadilla y los peligros a los que se enfrenta la sufrida Katia. Unos peligros que se acrecentarán cuando entre más en juego el personaje delicioso que interpreta Jo Woodcock.

Efectiva en sus secuencias violentas o en sus secuencias de suspensión corporal (que grima), la película contiene unos buenos efectos de sangre y gore muy de la vieja escuela. También sumamente interesantes son, como no podía ser de otra forma, los diseños tatuados de los que hacen gala la pareja protagonista. Pero a los amantes del cine extremo puede que este film no les lleve a las cotas de intensidad de otros secuestradores crueles que abundan en las cintas de horror. Seguramente ellos vean, en el sórdido espacio en el que opera Bob, la posibilidad de narrar un terror más intenso que simplemente se ha dejado pasar.
El concepto de tatuaje como adorno, como muesca de situaciones pasadas que constatamos en nuestro cuerpo y el de la suspensión corporal y la exploración de los límites sensoriales para el autoconocimiento, se transforman inteligentemente en un elemento de horror corporal al realizarse en contra de la voluntad del sujeto. El mancillar la piel y el abuso de poder narrado desde esta optica es sumamente sugerente, lástima que la historia no complicase algo más su guion que se me antoja demasiado simple.