Ash VS Evil Dead

Me encantan las películas de “Evil Dead”. Están llenas de defectos, no lo niego, pero nunca se toman demasiado en serio a sí mismas, por lo que funcionan a la perfección como un descerebrado placer culpable.

Lo mismo podría decirse de su secuela, la serie de TV que hoy traemos a coalición. Y es que “Ash vs Evil Dead” es un pasatiempo la mar de entretenido que disfrutaremos especialmente aquéllos que teníamos ganas de que la franquicia de Sam Raimi resucitara más allá del formato cómic, videojuego o musical. Porque es innegable que esta serie va dirigida, sobre todo, a los fans de la trilogía de “Evil Dead”.

De hecho, “Ash vs Evil Dead” es puro fanservice, un apéndice placentero que granjeará a los aficionados de la saga horas de desenfrenado onanismo. Nada más, y nada menos. Si no me creéis, dejad que os diga que la serie entera gravita alrededor de la adorada figura de Ash Williams (incluso me atrevería a decir que de Bruce Campbell). Bueno, y de la sangre, por supuesto. Repito: nada más, y nada menos.

Ash (Bruce Campbell) sigue siendo el mismo capullo de siempre. Cuando el Necronomicón y sus horrores vuelvan a amenazar a la humanidad, no le quedará otro remedio que ser su salvador. Esta vez con la ayuda de dos nuevos compañeros: Pablo (Ray Santiago) y Kelly (Dana DeLorenzo).

Como veis, el argumento de “Ash vs Evil Dead” es simple a más no poder. Además, la continuidad con respecto al material original no es muy relevante (tampoco las películas respetaron jamás su lógica interna o la continuidad de la saga, en realidad). Es por eso que se puede experimentar esta serie sin conocer de antemano la trilogía de “Evil Dead”.

También creo importante destacar, narrativamente hablando, que hay un intento por profundizar mínimamente en los personajes de Ash y Pablo. Nada excepcional, entendámonos, pero es un detalle cuanto menos simpático. Aunque no nos alarmemos. El guión de “Ash vs Evil Dead” prioriza nuestra diversión por encima de lo que los puristas entenderían como adecuado; solamente aspira a deleitarnos con el carisma de Ash, autoparodia, escenas de casquería, humor negro y algún que otro plano subidito de tono, y la verdad es que lo consigue.

Esta serie, actualmente disponible en la plataforma Netflix, aguantó tres temporadas antes de que la cancelaran definitivamente. Cada una está compuesta por diez capítulos, los cuales no llegan a la media hora de duración. El formato en sí resulta, siendo honestos, un lastre para “Ash vs Evil Dead”. Sí, es muy dinámico; y sí, la acción está repartida de modo que ningún capítulo carezca de ella. Pero la fórmula que siguen las introducciones, por ejemplo, se vuelve monótona enseguida. Y los finales abiertos con que culmina cada temporada son bastante decepcionantes.

En cualquier caso, no se puede negar que esta adaptación mantiene la esencia del original. La narrativa gamberra y desenfadada, las situaciones disparatadas, el aire de serie B, el humor negro y escatológico, el gore a mansalva… Quizás se echan en falta, eso sí, los efectos especiales de las películas. Solamente recuerdo que aparecieran en momentos puntuales; por lo demás, la pantalla estaba regada de sangre hecha por CGI. También brilla por su ausencia la enérgica dirección de Sam Raimi, únicamente presente en el primer capítulo de la serie, dirigido por él mismo.

Los valores de producción de la serie son bastante bajos, pero la factura demuestra un mimo inconmensurable en determinados apartados que se debe, estoy seguro, al amor que los realizadores sienten por la trilogía de “Evil Dead”. La fotografía era bastante buena, los escenarios y ambientaciones muy conseguidos, algunos deadites o demonios se veían cojonudos…

En conclusión, pues, podría decirse que se nota que esta serie no se ha hecho con la intención de exprimir los bolsillos de los fans de “Evil Dead”; desprende un genuino amor hacia la franquicia.