El aviador nocturno

Viendo el debate surgido en otro hilo sobre Stephen King (que si Stephen King es una cosa, que si Stephen King es otra), me animé con esta reseña sobre una de las adaptaciones cinematográficas de uno de sus relatos peor tratada por la crítica: “El aviador nocturno”, película de bajisimo presupuesto (pero muy bien aprovechado) que supuso el debut como director de Mark Pavia (“Fender Vender”, y deja de contar).

Richard Dees (Miguel Ferrer) es el reportero más veterano de la morbosa revista Inside View, la cual busca e indaga en sucesos asombrosos, y a veces siniestros, para dar material a sus lectores. Dees es un tipo sin escrúpulos amigo de nadie y con una filosofía muy clara: no creas lo que publiques ni publiques lo que creas. Comienza a seguir las pistas de un extraño caso: un piloto que va de aeropuerto en aeropuerto bebiendose la sangre de aquel que se tope con él y su avioneta, como si de un vampiro se tratara. Dees intentará llegar hasta él para conseguir así el reportaje estrella que le llevará de nuevo a lo más alto, tendrá que competir con Catherine, una periodista novel de su misma revista que también va tras los pasos del aviador nocturno, así como enfrentarse a sus propios miedos y terrores cuando descubra la horripilante verdad.

No podemos evitarlo, lo siniestro nos llama, la sangre nos asquea e hipnotiza a partes iguales, el morbo nos puede y la muerte nos obsesiona. Por supuesto, aquí somos todos la mar de guapos y civilizados y no matamos a nadie, pero ¿quien no ha sentido cierta curiosidad enfermiza por ver las violentas y perturbadoras imágenes de un atentado, un tiroteo en plena calle o un simple accidente de tráfico con consecuencias fatales?

No me malinterpreteis, contemplo la violencia y sus fatidicas consecuencias como el fracaso de cualquier sociedad minimamente avanzada, ésto es, el lenguaje de los necios, pero la atracción del ser humano por lo macabro es innegable (¿quien no ha disfrutado como un niño con “1000 maneras de morir” o “Impacto total”?), somos “voyeurs” del sufrimiento ajeno, lo trágico vende y Stephen King lo sabía.

Así las cosas, estamos ante una serie b bastante entretenida con un vampiro atípico (y que perfectamente podía haber sido cualquier otra cosa) con una clara crítica hacia la prensa amarilla o sensacionalista en la que sin embargo las muertes quedan para la imaginación en una especie de juego (o intento) de que el espectador reconstruya la escena del crimen a partir del estado de las víctimas, víctimas a las que podremos ver desde degolladas hasta decapitadas, con la cara rajada y mutiladas… vamos, el pan de cada día para cualquier alma oscura.

Las actuaciones por lo general son buenas y la banda sonora resulta de lo más adecuada logrando sumergirnos aun más en la intriga y el suspense generado por un guión y una atmósfera a la altura que en conjunto dan como resultado una película bastante decente y más si tenemos en cuenta su limitado presupuesto, al rededor del millón de dólares.

Ya en su último tramo, lo que hasta entonces había sido una película sobre un vampiro piloto, parece convertirse por un instante en una especie de película de zombis con final sorpresa que nos remitirá al subtitulo de la reseña: jamás creas lo que publiques, ni publiques lo que creas.