Instinto maternal

De Bélgica nos llega hoy un interesante thriller psicológico con aroma y look de melodrama clásico, de hecho sus elementos dramáticos son aquí fundamentales para la intriga que se va cocinando a fuego lento. Su aire añejo, voy poniendo sobre aviso a los buscadores de gore, alejan este instinto maternal de cualquier atisbo de violencia: todo lo malo va a suceder fuera de campo.

La relación de amistad y vecindad de Alice y Céline se trunca violentamente cuando el hijo de esta última muere al caer desde lo alto de la ventana de su habitación. Alice, que contempló todo y trató de evitar el accidente, se siente confusa cuando es acusada por su amiga de no haber hecho lo suficiente para salvar al crio. Hecha un mar de dudas, no tiene claro si ha de preocuparse por su marido y su hijo o tratar de rescatar a Céline del pozo de tristeza en el que anda sumida.

Su ambientación en los años sesenta, el estilo burgués en el que transcurre la historia, el colorido vestuario y las telas que lo conforman y su untuosa banda sonora nos remiten, en lo formal, al melodrama tecnicolor de Douglas Sirk con tintes de* Alfred Hitchcock*. También lo hace ese dibujo de drama doméstico que parece afectar principalmente al mundo femenino y en el que, el hombre, se nos antoja no querer implicarse demasiado. Así, pese a que en las ceremonias como el cumpleaños inicial o el funeral posterior vemos a infinidad de gente, el conflicto entre los dos personajes transmite un completo aislamiento, que termina por calar en el espectador que empatiza con la zozobra de Céline y la paranoia de Alice sin saber claramente cual será la conclusión de semejantes inquietudes.

Estas 2 familias que viven pared con pared, como reflejos en un espejo, se transforman en luz y sombra en torno a los hijos de las parejas cuando uno de ellos muere. Poco a poco comenzarán a aparecer los elementos de tensión y sin perder nunca el tono dramático empezaremos a dudar de las actitudes de las 2 protagonistas, hasta aterrizar en un final valiente y poco convencional que al menos a este que escribe le pilló con el pie cambiado.

Dirige con acierto Olivier Masset-Depass, cuyas películas anteriores también exploraban la fuerza de la maternidad aunque desde el lado luminoso. Su forma de encuadrar y de desarrollar la trama es muy solvente y solo flaquea un poco a la hora de abordar su conclusión, que hubiera merecido un epílogo algo más elaborado. Acierta, eso sí, en su intención de construir un thriller que pueda emocionar de manera sentimental incluso cuando alcanza su cota más cruenta. Compartiendo el aplauso al realizador incluyo la buena labor de las dos actrices protagonistas: Veerle Baetens (Alice) logra que dudemos de la cordura de su personaje y entendamos también el sufrimiento insondable de no poder acompañar en el dolor a sus vecinos y Anne Coesens (Céline) logra que entendamos la necesidad del personaje de no tener que cargar ella sola con la culpa de la pérdida de un hijo.

Concluyo esta reseña recomendando este “Instinto maternal” a los amantes de las intrigas sutiles que se cocinan a fuego lento y en las que la sicología de los personajes es igual de importante que la naturaleza de sus crímenes.