Historias de miedo para contar en la oscuridad

Si hace un par de años se rescataron, en clave de aventura juvenil, a los monstruos y los personajes más celebrados de la saga de relatos de terror infantil “goosebumps”; este año y de la mano de Guillermo del Toro, tenemos una película de otro fenómeno de la literatura fantástica juvenil: “Historias de miedo para contar en la oscuridad”.Se trata de una Antología de folclore y leyendas urbanas de tres volúmenes escritas por Alvin Schwartz. Si añadimos que la cinta viene firmada por el director André Øvredal, que nos puso la piel de gallina con “La autopsia de Jane Doe” y nos fascinó con el found footage “Throllhunter”, la expectación se pone por las nubes.

Comienza noviembre de 1968, mientras unos jóvenes se divierten con sus bicicletas otros, algo más mayores, se alistan para la guerra de Vietnam. Pero esa noche de Halloween todo cambiará para 6 de ellos cuando, sin darse cuenta, despiertan a una fuerza sobrenatural que materializa cuentos en un misterioso libro. Estos relatos toman como protagonista cada vez a uno de los chavales, haciendo real una pesadilla que terminará con ellos.

La influencia de obras como “It” de Stephen King o de “Un verano tenebroso” de Dan Simmons es evidente desde los primeros minutos donde la canción “Season of the wicht” sirve de vehículo para ir presentado a los personajes y el aroma de aparente optimismo de una Norteamérica que pronto comenzará a cuestionar sus valores. Genial telón de fondo que desgraciadamente se deja de lado pues, entrados en faena,* la cinta apuesta por un inocuo entretenimiento* donde cualquier crítica o reflexión de calado puede ser molesta para los intereses comerciales del estudio. El motor principal de la historia se transforma en un contenedor, revestido de cuento del american gothic, en el que se almacenan los relatos originales de Alvin Schwartz. Unos cuentos que eran en origen muy sencillos, pero que ponían la piel de gallina gracias a las excelentes y turbadoras ilustraciones que los acompañaban obra de Stephen Gammell. Y podemos afirmar que son las recreaciones de este bestiario el mayor acierto del film.

André Øvredal se muestra cómodo con los códigos del cine de la factoría Amblin con sus aventuras en la Norteamerica más residencial, pero desgraciadamente los diálogos y situaciones que utiliza carecen de la chispa y la magia del estilo al que visualmente nos quiere remitir. Por otro lado, el terror que maneja se queda también a medio camino, sin saber si optar por el slasher sobrenatural adulto o el entretenimiento juvenil, sin llegar a maridar ambos mundos.

Destacar de entre este destemplado producto varias escenas que salvan el conjunto como son el ataque del espantapájaros y el acoso de la criatura en el hospital. Es en estos momentos donde el espectador percibe la potencia que podría haber tenido la historia si hubiera apostado con algo más de intención por el terror serio.

“Historias de miedo para contar en la oscuridad” se ve con comodidad, pero el resultado dista mucho en calidad de los trabajos anteriores de su director. Su promesa de una secuela anticipa el nacimiento de una franquicia a poco que la cinta funcione en taquilla. Esperemos que el planteamiento de esa posible segunda parte termine de decantarla al terreno del terror adulto.