A 47 metros 2

Johannes Roberts y el guionista y productor mallorquín Ernest Riera conforman un tándem solvente. Su colaboración nos ha dejado títulos que van desde la brillante “F” a otros más irregulares como “Storage 24” o “Detrás de la puerta”, pero sin duda el trabajo con el que más beneficios y aplausos han cosechado ha sido “a 47 metros” cuya secuela vamos a analizar en los próximos párrafos.

Dos hermanas y dos de sus amigas, organizan una excursión secreta a un recóndito cenote maduro bajo cuyas aguas se esconde la entrada a una ciudad sumergida Maya. La aventura se tornará una pesadilla cuando se queden atrapadas en la profundidad de las ruinas, a meced de unos voraces tiburones ciegos que las habitan.

Esta secuela repite, multiplicados por dos, los elementos de la primera entrega. Si en la original dos hermanas quedaban atrapadas en el fondo del mar en una jaula de observación, en esta ocasión son cuatro las “agraciadas”, pero no sólo eso: hay más mordiscos, más tiburones y más víctimas, en un intento de cambiar todo para que realmente nada cambie. El resultado, pese a lo entretenido, se queda a más profundidad cinematográfica que su predecesora. En cualquier caso, esta secuela es un complemento ideal de la primera y los autores han decidido, con acierto, jugar con las expectativas de aquel que tuviera en mente la original. También han decidido hacer algún que otro homenaje a otros títulos de escualos, destacando 2 guiños a “Deep blue sea” bien simpáticos. Reafirman con estos gestos su carácter de cine con alma de serie B y desde aquí sólo podemos añadir: Bravo.

Donde sale peor parada es en el elemento de la emoción. Creo que la falta de movilidad de los personajes de la primera ayudaba a generar angustia. En esta ocasión y pese a la infinidad de carreras, remolinos y derrumbamientos, toda la aventura se contempla con agrado pero sin apenas congoja. Lo que sí que encontramos son buenas dosis de sarcasmo (Sharkasmo) y mala leche, que nos regala un delirante y apoteósico fin de fiesta que redime ciertos bajones de ritmo en la parte central de la trama.

Correctas actuaciones de las chavalas, aunque nuevamente por debajo de las de la primera entrega, en un reparto atractivo donde el apellido Stallone levanta el morbo de los aficionados por ver como se defiende la hija de Sylvester. Desgraciadamente, si hay unas buenas actrices tras las gafas y el neopreno, no hemos podido apreciarlo a causa de un rodaje que las usa de carnaza para el espectador heterosexual que se divierte viéndolas en slow motion salpicarse a ritmo de Actec Camara y minutos después las emplea nuevamente de carnaza para los tiburones.

“A 47 metros 2” llega a nuestras pantallas con un competidor claro: “Infierno bajo en mar” de Alexandre Aja, ambas comparten en su ADN una vocación de serie B. Ambas pinchan en hueso en la tensión dramática, pero creo que ésta entrega de forma más honesta y sincera a los espectadores lo que buscan en una cinta de criaturas.