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The antenna

La silenciosa invasión del sistema.

The antenna

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 3.5/5

Atmosférica, oscura, siniestra e hipnótica, el film “Bina” (bautizada internacionalmente como “The antenna”) hubiera merecido mucha más atención y aplausos de los que recibió cuando la vimos en el festival de Sitges. La cinta muestra una estilosa pesadilla de autor plagada de fluidos oscuros, aromas retro y homenajes a autores del fantástico tan singulares como Lynch, Clive Baker o David Cronemberg.

Un cambio en la organización de los canales de comunicación obliga a los ciudadanos a sustituir sus antenas si quieren seguir viendo contenidos y programas. En un edificio suburbial, la llegada de la nueva antena desencadena una serie de misteriosos sucesos que son seguidos de cerca por el portero de la finca, empeñado en descubrir qué es lo que está amenazando a su vecindario antes de que la influencia termine con todos los inquilinos.

El director Orçun Behram, debuta en el largometraje con una cinta de fantasía oscura, no me atrevo a calificarla de terror, visualmente soberbia que respira referencias de calidad y a la vez tiene un sabor novedoso.

Paralelo a la llegada de la nueva antena, vamos conociendo a los distintos personajes que pueblan el edificio y, con el paso de los minutos, iremos siendo testigos de cómo uno a uno van siendo arrastrados al abismo por la oscura fuerza tras la máquina. La primera muerte se asemejará a un suicidio, pero, paulatinamente, iremos contemplando situaciones más siniestras, apariciones fantasmales, voces misteriosas y hasta lo que podrían ser cenobitas salidos de “Hellraiser”, que van opacando las secuencias hasta alcanzar el delirio. Todo ello narrado en un tempo pretendidamente pausado, donde todo inspira y expira lentamente (lo que provocó no pocas fugas en su pase de medianoche a mitad de festival). Esta lentitud, por otro lado, hace que el espectador paciente sucumba ante una realización bellísima, con aromas retro y colores tostados que recuerdan al Delicatessen de Jeunet, a High Rise de Ben Wheatley o a los trabajos más sombríos de West Anderson.

Desgraciadamente el realizador no logra deslumbrarnos de la misma forma en la construcción de los personajes; tan aséptica e impersonal que poco o nada nos interesan sus destinos, transformándolos, en casi todo momento, en víctimas necesarias para episodios de pesadilla. Todas estas desapariciones reunidas, resumen las diferentes facetas de la libertad que la antena quiere succionar.

Para los valientes que aguantaron hasta el final, el último compás de la historia transforma la pesadilla en una crítica política sobre el férreo control del estado sobre los medios y la población. Metáfora completamente actual pese a su disfraz de fantasía. Todo un alegato contra un estado, el gobierno de Erdogan, que se cobra cara cualquier crítica o movimiento que ponga en solfa su influencia.

Nos encanta poder reseñar desde aquí propuestas tan personales y ¿porqué no? tan imperfectas como “Bina”. En un mundo donde todo son remakes y fórmulas mil veces repetidas y manidas, es tan agradable ver a autores y países construir con el género discursos frescos y a la vez deudores de los cimientos que nos han hecho a los aficionados amarlo, que no podemos por menos que darles visibilidad y nuestro aplauso.

Lo mejor: Estilosa, fresca y a la vez deudora de los grandes autores del terror

Lo peor: Su ritmo invita a tomar café antes de verla


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