Come play

Yo soy de los que opinan que “The babadook” de Jennifer Kent, es una de las mejores películas de terror del nuevo siglo. Es cierto que su parte central puede hacerse reiterativa, pero la cinta sabe llevar en paralelo una inquietud real: la de una madre que ha de lidiar, día si y día también, con un hijo problemático, y otra inquietud sobrenatural que trae una criatura con un elegante aroma a cine clásico. Pocas cintas me han transmitido de forma tan clara la angustia y la asfixia que padecen las personas que, sin ayuda, han de cuidar de un familiar dependiente. Por si fuera poco la interpretación de su pareja protagonista (Essie Davis y el jovencísimo Noah Wiseman) son de esas que se quedan bajo la piel del espectador. Seis años después, un gran estudio norteamericano ha decidido rescatar la esencia de este título australiano para regalarnos una montaña rusa de sustos al estilo de la factoría Wang.

El pequeño Oliver tiene dificultades de aprendizaje y de comunicación. En el colegio sufre el rechazo de sus compañeros. En casa la inminente separación de sus padres ha aumentado su carácter retraído. El crio utiliza su tablet como un primer filtro para ver el mundo y como herramienta para transmitir sus pensamientos. Pero la tecnología dejará de ser un aliado cuando, entre los cero y unos del ADN informático, aflore “Larry”: un ser demoníaco que habita en un cuento interactivo para dispositivos móviles, que se lleva al ciberespacio a los niños enganchados a las nuevas tecnologías.

“Come play” tiene todo para ganar. Su criatura es aterradora, los actores son buenos, la factura es la de una producción importante, e incluso su revisión en modo comercial de “The babadook” se antoja ganadora. Por eso, conforme pasan los minutos, a uno se lo llevan los demonios viendo una tras otra pasar oportunidades de hacer algo realmente potente. A cada susto que hiela la sangre le acompaña una secuencia ñoña. A cada aportación original le sucede un convencionalismo enervante… mientras, lo que se antojaba una premisa potente, se deshace en un drama de domingo por la tarde hasta aterrizar en una secuencia final no apta para diabéticos. “Come play” trata de ser una cinta de terror, pero no tiene los arrestos para llegar a serlo. Parece constantemente asustada de asustar a su público.

Tanto “The Babadook” como “Come play” son versiones extendidas de dos cortometrajes. En la primera existía desde origen una idea a desarrollar: una trama sobre la relación entre una madre y su hijo. Las pretensiones de “Larry” eran, simple y llanamente, las de meter un buen susto al espectador, en la línea de otros célebres cortos como “Lights Out” o “Mama”. No hay muchas pegas que poner a su director, Jacob Chase, en las secuencias de sobresaltos. Se ve que las domina y que sabe encontrar el momento exacto en el que meter ese plano que te quita el hipo. Lo que no existe es una buena cadena que haga de estas perlas sueltas un collar y eso convierte lo que podría ser una joya en bisutería barata; en puro artificio.

Si no eres un espectador exigente, o si no viste la cinta de Kent, posiblemente disfrutes de “Come play”. Si “The babadook” te pareció pedante, también lo pasarás bomba con la primera mitad de esta propuesta. Pero creo que todos los que hayan visto la Australiana encontrarán en esta un sucedáneo menor, un Babadook de Aliexpress, mal confeccionado que da muy poco juego. Eso si la música de Roque Baños es billante como siempre.